Gregorio Pérez Almeida: EEUU inventó los derechos humanos como una trampa

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Pérez Almeida es educador y filósofo. foto Isabel Batista

En diciembre pasado, mientras limpiaba las ollas y sartenes usados para hacer las hallacas, pero solo cuando logró quitarle una vieja mancha de aceite a la bandeja que utiliza para hornear panes, a Gregorio J. Pérez Almeida le cayó la locha de que distaba mucho de ser un intelectual. Así lo escribió en un artículo que difundió entre su círculo más cercano. Actualmente imparte clases virtuales por el canal de Telegram Escuela de Sabidurías que es una etapa superior a la que venía realizando: “Contra Escuela de Filosofía”.

Texto: Raúl Cazal, Últimas Noticias

Educador y magíster en Filosofía. Prefiere que lo llamen “Goyo”. Si lo hacen por su nombre de pila, no se da por enterado. Durante 12 años fue colaborador de Ultimas Noticias, entre 1985 y 1997. No se considera un lector de novelas porque lo de él siempre fue la filosofía, el pensamiento “serio”, solo que ahora se “muere por leer literatura porque ahí es donde está la filosofía”. Cuando publicó Ensayos heterodoxos en derechos humanos, en 2012, un librero le dijo que ese título era pésimo, asusta a la gente. Por tal motivo ahora se encuentra en reedición por Monte Ávila Editores, con nuevo título: Impensar los derechos humanos.

—¿A qué se debe que los derechos humanos se hayan puesto de moda?

—Todos defienden los derechos humanos, pero nuestra visión es crítica. Con buena parte de los textos que publicamos se crea la Escuela de Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo, adscrita a la Fundación Vives Suriá. Por una parte, Venezuela es pionera en tener una escuela de visiones críticas en derechos humanos financiada por el Estado y, por la otra, somos uno de los últimos países de América Latina que tiene un Plan Nacional de Derechos Humanos, pero es único, porque tiene una visión crítica, integral.

—¿Es una visión descolonial?

—Por culpa de Luis Antonio Biggot, que me pidió que le hiciera el prólogo a su libro El educador neocolonizado, encuentro la beta del pensamiento descolonizador, que es propia de América Latina, y luego me topo con el estadounidense Immanuel Wallerstein y otros autores que me dan la posibilidad de pensar que los derechos humanos son una trampa. Es el gran éxito de Estados Unidos porque la hegemonía económica puede pasar, pero la hegemonía cultural y política va a continuar. Con el tiempo encuentro al profesor estadounidense Samuel Moyn, de la Universidad de Columbia, que publica unos libros en donde por otra vía coincido con él. Digo que coincido con él porque yo soy solo de aquí. Lo estoy pensando antes, pero él publica por la Universidad de Harvard La última utopía. Los derechos humanos en la historia. Esa es la última utopía, después de la socialista que los gringos se dieron a la tarea de acabar y hacerla trizas, porque la gente comenzó a decir: “eso fracasó”, “eso fracasó”. Nos vendieron algo que venían perfilando: los derechos humanos, y en 1948 lograron que esa Declaración, que llaman Universal, se consolidara.

—¿Cómo logra EEUU convencer a todas las naciones con esa Declaración Universal?

—No hombre…

—La historia que nos contaron…

—¡Es mentira!

— …fue que todos estuvieron de acuerdo.

—Cuando se cumplieron los 66 años de la Declaración me llamó la atención cómo lograron que fuera Universal y me encontré con el libro Un Mundo Nuevo, de Mary Ann Glendon, que es una adulación a Eleanor Roosevelt por haber logrado esa Declaración. EEUU designó a la viuda del ex presidente Franklin Delano Roosevelt para que la representara en la Comisión de Derechos Humanos creada en la Organización de las Naciones Unidas y ella a dedo decide quiénes la van a acompañar. Al final, esa Declaración fue escrita por un solo hombre, un señor llamado Charles Malik.

—¿Una sola persona?

—Eran varios. Él, supuestamente egipcio. También Peng-chun Chang, supuestamente chino; el francés René Cassin, que fue secretario de Charles de Gaulle y creador de la Constitución de la República francesa, y el canadiense John P. Humphrey. Todos habían sido formados en universidades estadounidenses o en universidades liberales en sus países. Es decir, eran agentes de ella. Una élite liberal de alto nivel intelectual que ella puso como central. Pero la discusión para esa Declaración comienza en el 44, que coincide con la creación de Bretton Woods. En conclusión, Estados Unidos pensó a largo plazo.

Universal, pero no tanto

Cuando fue aprobada la Declaración Universal, América Latina estaba plagada de dictadores, entre ellos Anastasio “Tacho” Somoza en Nicaragua, de quien Roosevelt dijo que “era un hijo de puta, pero nuestro hijo de puta”. Pérez Almeida no desestima los intereses de EEUU.

—¿Una Declaración como ésta pareciera ser contraria a la política de apoyo a las dictaduras?

—Las dictaduras las ponen ellos, pero las sacan con los “derechos humanos”. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos que visitó Argentina durante la última dictadura jugó el papel del policía bueno y malo, porque estas las conforman liberales y conservadores. Cuando estas dictaduras no les sirven, las sacan como violadores de derechos humanos y las sustituyen unas democracias a semejanza de sus intereses. Ellos marcan la pauta y ahora estamos encerrados en la misma discusión por la que nos quieren condenar como a aquellas dictaduras criminales.

—En 2019 no condenaron las violaciones perpetradas por el golpe de Estado en Bolivia.

—Ahí no existía ese tema. Después de la caída del Muro de Berlín la estructura formal del poder se cayó y no tienen que estar escondiendo nada. Simplemente actúan como son. Dentro de poco van a eliminar los documentos desclasificados porque ya no les importa que se enteren de las conspiraciones. Todo lo que han hecho contra nosotros lo dicen abiertamente. No cuestionaron los derechos humanos cuando la señora Jeanine Áñez porque para ellos el violador era Evo Morales que, así como nosotros, le estaba dando al pobre la posibilidad de que viviera de las pocas ventajas que le ofrece el sistema capitalista.

—Evo era un dictador para ellos.

—Igual que Nicolás Maduro, un dictador horrible que viola los derechos humanos a diestra y siniestra según las instituciones y voceros que controlan, la estructura mediática internacional dominada por la hegemonía política y los países satélites, que tiene a España como su mejor aliado en Europa, una colonia estadounidense gracias a Francisco Franco. Por eso tiene un rol tan beligerante contra nosotros.

—¿En España no se ha superado el franquismo?

—Eso da pena. No se ha superado porque se mantiene la monarquía. El franquismo no es más que una expresión práctica de un gobierno monárquico que actúan a la vieja usanza.

—Los reyes actuales parecieran ser las redes digitales, mal llamadas “sociales”, cuyos dueños deciden quiénes pueden expresarse y censuran hasta al presidente de EEUU.

—Cuando estudié filosofía, tenía unos profesores que eran marxistas, pero admiraban a EEUU porque era el modelo de sociedad ilustrada, una sociedad “autocrítica”. Entonces, cuando censuran a Donald Trump, pareciera ser algo grandioso, “defensores” de la democracia, “enemigos” del fascismo, de la violencia y tomaron esa decisión a “riesgo”. ¿A riesgo de qué? ¡Es un show! Pero hay gente que se siente feliz con eso.

—Pareciera que el sistema no está tan podrido.

—Con “ética”, “moral”, pero qué fue lo primero que hizo el presidente Joe Biden: firmar el decreto de Obama contra Venezuela por presiones del Pentágono.

—Lo prorroga muchos días antes de que expire.

—En EEUU existe una dictadura militar porque quienes mandan son los dueños de la industria militar, que unido a la comunicacional, forman grandes corporaciones. El verdadero poder está en el Pentágono. La Casa Blanca es solamente la oficina donde dan las conferencias y supuestamente toman las decisiones, que unido a fundaciones y organismos que financian son las que deciden los destinos del mundo.

—Hay quienes sustentan que estas son teorías conspirativas.

—El filósofo y politólogo estadounidense Sheldon Wolin, que no tiene nada que ver con la izquierda, en su libro Democracia S.A. expresa con un lenguaje académico, muy extendido en los egresados de esas universidades “prestigiosas”, algo como esto: “No es que esté diciendo que en la Casa Blanca está Adolf Hitler, ni que se está reproduciendo el nazismo en EEUU, pero el funcionamiento de muchas instituciones me dan para pensar que hay prácticas nazis en la política estadounidense”. Y adicional a esto, alerta que varios presidentes de su país son partes de sectas secretas, entre ellos los Bush, padre e hijo. La mayoría son republicanos aunque para la reelección de George W. Bush, el candidato de los demócratas, John Kerry, y el presidente formaban parte de la misma secta secreta. Ambos son egresados de la Universidad Yale.

—No comparten partidos, pero sí sectas.

—Pero comparten algo más fundamental, que es la visión del poder y la concepción de los Estados Unidos como una nación elegida. Ellos empezaron antes que Hitler con la eutanasia, el control genético.

—Y el Destino Manifiesto.

—El nazismo nació en EEUU.

—Fueron sus aliados.

—Y son una potencia hegemónica desde lo que ellos llaman la Primera Guerra Mundial. No es desde 1945 para acá, porque desde los años veinte se avizoraba el poder económico indetenible… y culturalmente, también. De ahí viene toda esta corriente histórica, social, fascista, que se expresa de distintas formas en el mundo occidental. Tuvo su momento especial con Hitler y tuvieron que detenerlo porque estaba matando a blancos. Los europeos mataron negros, indios, desde hace más de 400 años y no existió problema alguno. Pero como esa vez estaban matando judíos, tenían que pararlo.“Hitler se nos escapó de las manos”, diría Carlos Ortega, y además no hizo lo que tenía que haber hecho, que era detener a los soviéticos. Más bien estos le ganaron, pero eso no lo dicen, que fueron los soviéticos quienes le ganaron a Hitler.

—¿Quién ganó la guerra?

—Hitler.

—Phillip K. Dick en su novela El hombre en el castillo sostiene que el nazismo no perdió la guerra y ocupa los EEUU.

—En el documental El diablo de al lado se revela cómo miles de nazis entraron a EEUU. Los agentes de inmigración EEUU los visitaban una vez establecidos para preguntar solamente “cómo le fue en el viaje” y “cómo se siente”. “Bien”, le respondían. Los agentes registraban en una ficha las preguntas y respuesta y sus “muchas gracias” y “adiós”. Eso fue lo que encontró la representante del Congreso Elizabeth Holtzman en los archivos de inmigración en 1973. “Era inmigración, no el servicio de Salud Pública de EEUU”, dice ella sorprendida en el documental sobre el caso de John Demjanjuk, apodado “Iván el Terrible”. Los nazis eran elementos que servían contra el comunismo y a sus intereses. No importó cuan criminales fueron.

—Mientras discutían sobre los “derechos” humanos captaban criminales nazis.

—Ellos construyeron la ideología de los derechos humanos en el sentido estricto del término “ideología”, como lo utiliza Ludovico Silva, apoyado en los textos de Carlos Marx: “la ideología es el conjunto de ideas que oculta la explotación, que la disimula, que la disfraza”. Después se convirtió en un comodín, gracias a Lenin que comenzó a llamar “ideología proletaria”, “burguesa” y abrió el espectro para este concepto. Pero la ideología de los derechos humanos se hizo natural.

Los soldados del imperio

“Cuando el más pobre y explotado por el capital dice que tiene ‘derechos humanos’, esa persona es su soldado”, enfatiza Pérez Almeida sobre los logros de EEUU. Porque los primeros derechos de este lado del mundo colonizado por los españoles “no son ni la libertad de expresión, ni la individual, ni la propiedad propiedad privada. Fue la independencia nacional, la soberanía”. Esa es nuestra historia de los derechos y nacieron con Simón Bolívar y los libertadores de América Latina.

—Hablar de derechos humanos es moneda corriente.

—Y ese fue el grave error político de Hugo Chávez.

—¿Cuál fue el error?

—Cuando le dan una vivienda, la posibilidad de adquirir una medicina, un beneficio social a las personas, al Presidente le daban las gracias, “a Usted y a Dios”, le decían, y Chávez les respondía: “No me des las gracias, ese es tu derecho”. ¡Nooo! Mataste la posibilidad de la política, porque si el derecho es natural, no tengo que pelear. Si el Estado me lo da, tengo que pedir que me lo reconozcan.

—Ya no se pelea por los derechos.

—Es una pelea formal y la idea de construir una sociedad anticapitalista se difuminó, porque los derechos humanos son la moneda del capitalismo. Es un invento y consolidación de este sistema. Hasta los chinos crearon una Comisión de Derechos Humanos, que cuando EEUU producen su informe anual, China les replica con otro en los mismo términos. En nuestra Constitución los derechos civiles y políticos no son los derechos fundamentales, aunque se sigue utilizando el término, que también es un error político, porque no es fundamental que se tenga derecho a la libertad de expresión, a la vida.

—¿Por qué no es fundamental el derecho a la vida?

—Lo que existe es la vida y la lucha por ella. Enrique Dussel dice que la vida es la fuente de los derechos. Si no nos organizamos para luchar por vivir, no tenemos nada. Y en esa lucha creamos los derechos.

—El primer artículo de la Declaración Universal reza que nacemos “libres e iguales en dignidad y derechos” y que debemos comportarnos fraternalmente. El ejército israelí dista mucho de comportarse como hermano de los palestinos.

—Es meramente formal y tienen todos los instrumentos mediáticos y retóricos para mantenerlo a ese nivel. Han logrado eso de tal manera que gente partidaria de nosotros piensa que el Presidente Maduro viola derechos.

—¿Cuál derecho ha violado?

—Una de las cosas que más repiten es que “acabó con el sindicalismo”.

—Viniendo de él, lo del sindicato pareciera grave.

—Cualquiera cree esa expresión de que “acabó con el movimiento sindical”, porque antes había miles de sindicatos, pero estos pertenecían al capital. El Estado los mantenía, pero cuando llega Chávez se quiebra todo este sistema. Él le dice “yo no vine aquí por Fedecámaras, ni Consecomercio, sino por el pueblo”.

—Y a refundar la Patria.

—Y para refundar la Patria debemos tener otro sindicato que intente que desde la vida misma de los obreros salgan las exigencias y las políticas. Que no salieron las cosas como queremos. ¿Quién creía que iba a ser así?

—¿Cómo tiene que hacerse una revolución?

—Como se pueda, sin perder la visión de la utopía. Cuando existe la posibilidad porque es real, no en la magnitud que queremos, mientras eso se mantenga, la lucha va a seguir. Que vaya a ser por el socialismo o por otras cosas, esos también puede variar. No importa. Podemos poner socialismo con otras cosas.

—Hay quienes piensan que el socialismo tiene una sola expresión.

—Los africanos han dicho que el socialismo europeo no tiene nada que ver con ellos y afirman que son socialistas ancestralmente, que viven una democracia participativa desde siempre. Hasta la idea del amor romántico le robó Occidente a África, como lo demuestra el antropólogo británico Jack Goody en su libro El robo de la historia.

—¿Vale la pena seguir soñando un nuevo mundo?

— Si dejas de soñar no sé en qué te conviertes. No es que dejas de ser humano y que los soñadores somos superiores, para nada. Aunque somos minorías, te puedo decir que un buen porcentaje no sueña con otro mundo, sino que sueñan con éste un poco mejor. El liberalismo los convenció que era individual y hasta ahora el Estado se ha dibujado como enemigo de ese derecho. Por eso se enfrentaron a Chávez, porque logró que una gran mayoría de esa gente que pensó en un mejor mundo individualmente, piense en un mejor mundo para todos. Eso sólo lo logran los grandes líderes y nos dejó sembrado esa idea, que no es un derecho sino una necesidad de buscar un mundo mejor.

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