El Cuatro acompaña con su rica sonoridad el auge de la música venezolana

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Marco Antonio Peña (centro) en el taller escuela Reinaldo López (Foto: Facebook)

Venezuela experimenta un gran auge en el ámbito musical desde finales del siglo XX y parte de este siglo XXI. “Es impresionante como ha crecido la comunidad de músicos en Venezuela” en estos últimos años, destacó Marco Antonio Peña, violero (lutier) con más de 30 años de tradición en la construcción de instrumentos musicales de cuerda.


Texto: AVN (Félix Gutiérrez)

Esta expansión, precisó, se ha experimentado en todos los géneros musicales, “no solamente en el sistema de orquesta, que es muy notable y muy mediático”, agregó el constructor de instrumentos, que actualmente vive y tiene su taller en Las Cuibas, corredor artesanal del municipio Palavecino (Cabudare), del estado Lara, en la región centro-occidental del país.

Argumentó que este esplendor musical venezolano de los últimos años, se vive en cada uno de los géneros musicales “y eso ha sido muy bueno” para la música, agregó.

En este gran auge, enfatizó, el cuatro, primigenio instrumento que identifica la cultura musical venezolana, ha jugado un papel protagónico. Esa noble herramienta musical de cuatro cuerdas, al decir del reconocido violero caraqueño con más de 20 años de residencia en tierras crepusculares, ha acompañado con su rica sonoridad este “boom” de la música venezolana.

La declaratoria del cuatro como Patrimonio Cultural de la Nación, que se materializó el 9 de abril de 2013, ha contribuido a la consolidación del cuatro como instrumento musical arquetipo de Venezuela. Este punto de vista lo sostuvo Peña sentado en su taller repleto de cuatros, guitarras y violines en reparación y construcción, colocados en diversos rincones del taller, que tiene una ventana con vista a un jardín lleno de matas y flores.

Esta declaratoria del cuatro como Patrimonio Cultural de la Nación ha permitido, dijo Peña, que se dote a las escuelas del país con esos instrumentos musicales y “se está haciendo énfasis en que los jóvenes aprendan a tocarlo, me parece muy positivo”.

Igualmente, agregó, se creó una misión que, quizás no tiene una relación directa con la declaratoria, llamada Alma Llanera, con la que se planteó la meta de crear grupos o pequeñas orquestas de instrumentos criollos. “Esto lo viene haciendo el Sistema de Orquestas, que hasta hace poco se dedicaba solamente a la música sinfónica”, pero que ha comenzado a abrirse a otros géneros.

Estos aspectos, resaltó, han contribuido a la consolidación del cuatro como instrumento musical popular en Venezuela, pero falta, puntualizó, afinar plataformas que contribuyan a todo el proceso de elaboración, enseñanza y divulgación del valioso instrumento musical.

En ese sentido dijo que el Estado venezolano debe promover una plataforma, que permita a los violeros criollos elaborar los cuatros que deben acompañar la enseñanza y divulgación de este ingenio sonoro.

El rescate de la afinación y la sonoridad del cuatro en Venezuela

Peña, que tiene investigaciones sobre la historia de instrumentos musicales, recordó que “hasta hace poco tiempo el cuatro era llamado guitarra, estamos hablando de hace unos 100 años”. Se le decía guitarra pequeña o guitarrita “porque el cuatro, un poco más un poco menos, se parecía a la guitarra española que trajeron los conquistadores, cuando vinieron a saquear estas tierras hace más de 500 años”.

Aquella guitarra española tenía cuatro órdenes de cuerdas. “Un orden es una manera de mencionar dos o más cuerdas que se afinan en conjunto. Aquella guitarra tenía ocho cuerdas, pero cuatro órdenes porque las cuerdas iban emparejadas”.

Marco Antonio Peña (der.) con el maestro violero Ramón Blanco (izq.). Foto: Facebook

En algún momento, durante el período Colonial, “el músico criollo eliminó la pareja de la cuerda y quedó en cuatro órdenes simples, también le bajó la afinación a la prima, adquiriendo este instrumento la afinación que conocemos hoy, el famoso cambur pintón”.

Tal vez porque aquellas cuerdas eran echas de tripa de cordero, “tal vez porque las cuerdas primas se rompían mucho, decidieron hacerlas más gruesas y de esa manera duraba más el encordado”.

De esta forma se fue configurando el cuatro que conocemos hoy, que no sólo tiene presencia en Venezuela, también en otros países de América Latina, como Colombia o Puerto Rico, sólo que en Venezuela adquirió una personalidad propia y caló en el sentimiento más profundo del ser venezolano.

Cada cuatro es único e irrepetible

En los cuatros de la primera mitad del siglo XX, narró Peña, “había un refinamiento y una técnica muy depurada en la construcción del cuatro, que se perdió a mediados de ese siglo, “no sabemos el por qué con certeza, en lugar de evolucionar se pierde ese refinamiento”.

Los cuatros comienzan a hacerse de manera más tosca, ordinaria, incluso se pierde el conocimiento de la entrastada, “los cuatros comienzan a hacer desafinados, cuando antes eran muy afinados”, acotó el violero. “Hubo un conocimiento que se perdió en algún momento, seguramente la situación económica jugó un papel fundamental, la masificación, la aparición de constructores que no provenían de la tradición”, alegó Peña.

Foto: Archivo

No obstante, en los últimos 20 años del siglo XX, surgió una generación de violeros que “se dedicó a hacer las cosas con mucho esmero y se rescató el nivel que hubo a principios del siglo XX”, y que coincidió con uno de los grandes auges de la música venezolana de los últimos tiempos.

Marco Antonio Peña ha elaborado cuatros para estudiantes, docentes y especialmente músicos. Entre estos últimos destaca el reconocido concertista Leonardo Lozano Escalante. Contó que el cuatro que le ha dado más satisfacciones es precisamente el que le construyó a Lozano hace 20 años. “Es un cuatro para el cual puse todo lo que sabía hacer y felizmente resultó un instrumento de una sonoridad muy bella”.

Dijo que ese cuatro le sirvió a Lozano para hacer gran parte de su carrera. “Hasta el sol de hoy lo tiene y no lo cambia por ninguno. Ese cuatro ya está muy deteriorado por el uso, Leonardo ha tratado de buscarle un sustituto y no lo ha conseguido. Ni siquiera yo le podido hacer el sustituto”.

Cada cuatro, al decir de este artesano de instrumentos de cuerdas, es como los seres humanos, único e irrepetible.

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