En el país que, además de ser el gendarme mundial, se abroga el derecho de decidir qué elecciones son valederas en otros países, resulta que las de su patio son fraudulentas. Desde que comenzó la campaña electoral, el actual presidente de Estados Unidos y candidato para la reelección, Donald Trump, vociferó que el sistema de votación es un fraude. Y en los estados donde no ha sido favorecido con el voto, ha intentado impugnar el comicio electoral. En una alocución televisada, Trump fue retirado de las pantallas de la mayoría de las cadenas nacionales cuando comenzó a hablar de fraude electoral, en lo que resulta una versión edulcorada y hollywoodense de un golpe de Estado. Su “adversario” CNN lo mantuvo hasta el final, pero con un cintillo que rezaba: “Sin pruebas”.
La OEA, que se ufanó de asistir como observador, hasta ahora ha preferido el silencio, así como su secretario general Luis Almagro. Sin dudas, está en una situación incómoda: a quién apoyar, ¿al amo actual o a quien supuestamente está por reemplazarlo?
Al comportamiento de esta organización le sigue calzando el mote de “Ministerio de Colonias”. Mientras calla sobre la elección en EEUU, se ocupa de dar noticias sobre la tormenta Eta. Muy contraria fue su participación en Bolivia, hace un año, en donde llevó un informe prefabricado para generar el golpe de Estado que se perpetró contra Evo Morales.
Sin embargo, no hay que tener un oráculo para predecir que en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre Venezuela tendrá toda la atención de Almagro y mostrará “denuncias” de fraude por las redes sociales, así como “certifica” inmediatamente cualquier pronunciamiento de las ONG financiadas por EEUU sin siquiera revisar la “metodología” con que fueron hechos los informes. Y cuando digo “metodología”, es para que por lo menos guarde las formas ya que se considera “experto” en cualquier tema contra Venezuela, Nicaragua y Cuba.
El caso es que tanto Trump como Joe Biden han dado a entender que cada uno es ganador. Con el teatro que han montado a través de los medios de comunicación puede que lleguen a hacer un remake de lo que impulsaron en Venezuela y uno de los dos termine autoproclamándose presidente. De ser Trump, que ha dado muestras de no querer entregar la presidencia, no será televisado.