Farsa, robo y desnalgue en Cúcuta: Todo empezó en el Venezuela Aid Live

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Foto: Archivo

Cuando fue anunciado el concierto Venezuela Live Aid muchos suponíamos de entrada que sería un fiasco propagandístico de lo más chabacano. Lo que no sabíamos es que terminaría pareciéndose en la realidad a un concierto de reguetón en los mejores tiempos de dicho género.

Texto: Misión Verdad (Francisco Javier Soler)

En Venezuela muchos sabíamos de las prácticas tracaleras de los dirigentes de la oposición, así que cuando supimos que se armaba la parafernalia de tan fanfarroneado concierto, era evidente que el show alcanzaría proporciones épicas. Cuando Guaidó y su combo se pusieron al lado de Richard Branson como cualquier típico cuñado de rico, era evidente que la cosa no iba a terminar nada bien.

LA GRAN ORGÍA CUCUTEÑA

Como sabemos, el medio de la ultra-ultra PanAm Post y luego Luis Almagro se encargaron de destapar el caldo de excremento cucuteño con respecto al robo de la ayuda, y resultó ser tan tóxico, que ahora sus promotores están intentando taparlo como si fuera el inocultable desastre de Chérnobyl.

Ya es en suma muy curioso que Almagro haya puesto el caso al más alto nivel. Ese altar de la transparencia y la lucha anticorrupción extrañamente nunca miró las muy serias denuncias que hubo contra Peña Nieto, Temer, Santos y otros presidentes. Pero sí se fijó en la corrupción del séquito más cercano del presidente imaginario y postizo de Venezuela. Vaya usted a saber lo que hay detrás de eso.

Las denuncias de PanAm Post y luego replicadas por un furibundo antichavismo, tenían la escenografía de fondo de unos militares desertores lidiando con su naufragio en Colombia, los corrían de un hotel a otro, mientras los reales se los gastaban Kevin Rojas, Rossana Barrera y quién sabe cuántos más, en carteras, curda, comida (foto para el Instagram), carros, hoteles, desnalgues y favores. Entre tanto, el 60% de la ayuda pudriéndose en galpones, sin que llegara un gramo de carne disecada a ningún venezolano en Colombia. La indignación venía aderezada porque se robaron lo de la “ayuda humanitaria”, que a fin de cuentas terminó siendo imaginaria.

Luego vino Jorge Rodríguez a sacar otros trapos al sol y reveló que el muchacho venía torcido desde antes de nacer. Todo el saldo de platos rotos de la corrupción guaidona comenzó en febrero en Cúcuta, el día de la fiesta vallenata más recordada de nuestro tiempo y que dejará en el olvido los jolgorios más memorables de Rafael Orozco. Nunca Cúcuta fue ni será más chabacana que ese día. Pido disculpas a los cucuteños, ustedes no tienen la culpa.

Jets privados, Richard Branson (nada llama más la atención que un rico), los “artistas” chaborros de Emilio Estefan, presidentes, políticos majaderos, Almagro, vuelos chárters desde Caracas llenos de acomodados pero en “crisis humanitaria”, diputados antichavistas venezolanos, el uribismo, gringos militares y de la CIA, los paracos, los narcos, caña parejo, perico del bueno, scorts, prepagos, putas everywhere. Todo parecía una escena de Cara Cortada con Al Pacino nadando en perico. Era el colmo de la degradación, o como dice un meme por ahí: aquello parecía “Disneylandia para pervertidos”.

La escena habría sido perfecta para un video de Tego Calderón y Don Omar en sus tiempos mozos, con pranes, ladrones, tracaleros, proxenetas y demás especímenes todos en un mismo lugar y a una misma hora. Y para colmo ese día cantaba Maná. Solo que en los videos de reguetón la gente que sale es pagada y de mentira y estos carajos sí lo eran de verdad.

Cúcuta desbordaba de gente, dólares, drogas y putas. Ese día la hiperpropagandizada ayuda imaginaria parecía la mala excusa para un “spring break” latinoamericano. Ese día el diputado Freddy Superlano se metió con un primo y unas prepago a un hotel y los drogaron y robaron. El primo de Superlano murió intoxicado por un coctel de whisky, perico y burundanga. A Lorent Saleh lo metieron preso junto a un amigo, denunciados por intento de abuso sexual y una prostituta afirmó que los tipos querían meterle una botella a lo arrecho.

El día del concierto, a esas horas de la noche, Guaidó, Duque, Piñera y Almagro sacaban el saldo de un concierto que no recaudó un carajo, se preparaban para la guarimba del día siguiente en los puentes internacionales.

Vilca Fernández, José Manuel Olivares y Gaby Arellano preparaban a sus grupos de choque y Cúcuta cambió de un día para otro. Era un lugar de jolgorio, selfies y hoteles abarrotados (de esos en los que se oyen nalgadas al caminar por los pasillos) y se convirtió al día siguiente, en un recinto de resaca, bombas molotovs, guarimberos, camiones quemados y show, puro show. Tal escena habría sido perfecta para otra entrega de la película ¿Qué pasó ayer?.

Y he ahí, es por ello que el destape de la corrupción de Guaidó y su combo sobre la hiperpropagandizada ayuda imaginaria no debería sorprender a nadie al día de hoy. A nadie. Los eventos de esos días delinearon lo que siguió, por tanto, los señalamientos que hoy hacen tambalear a la oposición y que explican el desarrollo de su deriva delictiva, deben ser catalogados como una necropsia, como seguimiento al hilo de una trama que comenzó en Cúcuta. Nada bueno podía salir de allí.

TODO SIEMPRE FUE UNA FARSA

Hace poco el dueño del hotel donde le metieron burundanga a Superlano, publicó una carta y era el relato de cómo un tracalero fisgón, lisonjero y oportunista era estafado por otros de su misma especie, pero de mayor tamaño. Luego sacaron la cosa en video. El relato de José Luis Mora, ejemplifica cómo lo estafaron pero también deja claro que todo el andamiaje del concierto y la ayuda siempre fue una estafa. Así que a nadie debe sorprenderle que Guaidó y su gente se hayan robado esos reales.

Mora explica que fue timado por el concejal y directivo del Centro Democrático en Norte de Santander, Juan Carlos Capacho, quien le ofreció participar como organizador del concierto Venezuela Live Aid a cambio de una generosa donación. Mora dio 10 mil dólares en efectivo, no le dieron bauche de nada y la oferta que le hicieron nunca se concretó y, como era de esperar, nadie le ha dado la cara por el dinero invertido para la “organización” ni por el dinero donado.

Al hombre le habían prometido que tendría stands en el área del concierto y él tendría la exclusividad de vender “a nivel mundial” unas franelas alusivas a venezolanos muertos de hambre. “Mis camisetas se las iban a colocar todos los artistas y yo tendría una entrevista exclusiva y privada con Branson, ante quien me presentarían como el emprendedor colombiano encargado de la distribución de las prendas oficiales”, dice Mora en su carta.

Luego remata, como hombre preocupado por los venezolanos: “Según información oficial suministrada por el evento, solo se recaudaron algo más de 2 millones de dólares, tengamos en cuenta que solo el cantante Don Omar donó 1 millón de dólares. Quiere decir que supuestamente el concierto fue un rotundo fracaso, cuando aseguraron que iban a recaudar más de 100 millones de dólares… Mis 10 mil dólares de adelanto para la donación jamás aparecieron… Es lógico que el dinero nunca va a aparecer…”.

Las únicas verdades detrás del famoso concierto, la difundida ayuda imaginaria y todo el despliegue de guarimbas fronterizas, durante los días de febrero y los que han seguido, como la deriva de los militares desertores y ahora el destape corrupto, es que todo fue siempre una estafa. Una farsa. Todo siempre fue una farsa.

No hubo ni ha habido la más mínima intención de ayudar a nadie en Venezuela. Todo fue un caldo para la centrífuga de dinero que terminó en manos de la corrupción guaidona y sus alrededores en Colombia y Venezuela. Todo fue un show propagandístico para intentar, tal como se hizo esos días, de ingresar camiones a la fuerza en Venezuela y generar una ruptura en las líneas de mando castrenses. Todo fue promovido con la intención de atraer atención a Venezuela y su situación económica para lesionar la vida política del país. Todo fue creado para exhibir una causal de guerra con camiones quemados en los puentes internacionales.

En estas instancias la política venezolana no da espacio para ingenuidades. Los grupos y séquitos políticos que han operado y maniobrado a la oposición no fueron ni serán sujetos creíbles para ayudar a la población venezolana. Y ese es un elemento distintivo de su naturaleza política que nadie debe perder de vista.

Y es que todo el asunto siempre estuvo erigido sobre una incongruencia. ¿Qué tipo de sentido tiene que la oposición venezolana y Estados Unidos pretendan traer ayuda a la población venezolana si ellos mismos han sido artífices, promotores y ejecutores de un bloqueo económico que está generando serios estragos en la población? La incongruencia siempre estuvo allí, y muchos prefirieron mirar hacia otro lado. A fin de cuentas, al día de hoy, ni Don Omar ni Maná han vuelto a decir nada sobre los venezolanos. Siempre fue una farsa.

 

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3 años atrás

[…] debido a la pandemia de coronavirus. Branson fue el organizador del «Venezuela Aid Live», el concierto realizado el 23 de febrero de 2019 en la frontera entre Colombia y Venezuela, con el supuesto fin de recaudar dinero para una «ayuda humanitaria» para Venezuela, pero que […]

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4 años atrás

[…] El concierto Live Aid Venezuela tuvo una atención mediática y una narrativa que prácticamente colocó a toda la población venezolana en la situación de niños hambrientos en África en los años 80, en total desfase con la dimensión real de la crisis económica venezolana. […]

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4 años atrás

[…] esos días, Cúcuta hervía de aviones, dinero, políticos y figuras de la farándula. El concierto Live Aid Venezuela tuvo una atención mediática y una narrativa que prácticamente colocó a toda la población […]

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4 años atrás

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