Ernesto Villegas realizó prólogo de la edición italiana de la obra “La epopeya del Libertador y el sueño de la Patria Grande»

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El periodista venezolano y actual ministro para la Cultura, Ernesto Villegas, presentó este miércoles el prólogo a la edición italiana de la obra “La epopeya del Libertador y el sueño de la Patria Grande», publicada por la editorial Anteo Edizioni. «Un honor haber prologado la obra (…) con proclamas y discursos de Bolívar compilados por Rufino Blanco Fombona, editada en Italia por Giulio Chinappi», informó a través de su cuenta personal en Twitter.

Texto: Diario Vea y MPPC

En su presentación, Villegas expresó su regocijo por escribir el prólogo de esta pieza que enaltece a Simón Bolívar como «el caraqueño universal que fue capaz, durante las tres primeras décadas del siglo XIX, de trocar la crisis política del mundo hispano en una de las más grandes empresas de liberación y descolonización de la historia de la humanidad».

Destacó que a lo largo del texto se podrá ver la faceta del Libertador que se dirigió a la Sociedad Patriótica para exigir la liberación de su patria y otras naciones «clamando por el cese de la siesta colonial que ya marcaba tres siglos en el almanaque».

Asimismo, Villegas enaltece la labor editorial de Rufino Blanco Fombona, su compilador y editor original, quien tuvo su trascendencia a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. «Simón Bolívar era un hombre de palabra, definitivamente. Para muestra su juramento en Italia, y el resto de su vida en América», concluyó Villegas en su escrito.

A continuación, el texto completo:

PRESENTACIÓN

El honor que tenemos al presentar para ustedes esta publicación tiene varios sentidos. El más evidente es el de reparar en la prosa excelsa del caraqueño universal que fue capaz, durante las tres primeras décadas del siglo XIX, de trocar la crisis política del mundo hispano en una de las más grandes empresas de liberación y descolonización de la historia de la humanidad. Aquí vemos a Bolívar dirigirse a la Sociedad Patriótica, clamando por el cese de la siesta colonial que ya marcaba tres siglos en el almanaque. Lo leemos dirigirse a la asamblea reunida en el templo se San Francisco, a su entrada triunfal a Caracas luego de la campaña admirable, para reconocer el rol protagónico de la soberanía popular. En estas páginas podemos sentir al orador de trinchera, al arengador emocionado de tropas libertadoras clamar por la unidad y hablar de la América como totalidad y a la que habría que priorizar como propósito ante cualquier otro interés subalterno.

Lo vemos horrorizarse ante las pugnas internas de los neogranadinos en 1815, cuando le fue preciso acudir de nuevo a Cundinamarca para buscar refugio una vez abortado el segundo intento de república en Venezuela. Mas luego, con una mirada más serena, vemos a Bolívar plasmar sus ideas sobre el estado que habría que construir en Colombia ante el Congreso reunido en Angostura, una vez desalojadas las armas leales al rey de los predios de la recién nacida república.

Bolívar hizo la guerra con las armas y con la palabra, pero también hizo la paz. Por eso encontramos su palabra de regocijo ante la firma de los tratados de armisticio y regularización de la guerra de 1820. En Cúcuta, le da fundamento constitucional a Colombia la grande, república que ya había nacido en Angostura mediante su Ley Fundamental. En Guayaquil, en Lima, en Arequipa, en Potosí, en Quito y en Bogotá se dejó escuchar el verbo encendido de pasión americanista, el discurso entusiasta y atronador que queda para la posteridad como testimonio de la acción inigualable del hombre de las dificultades.

El otro sentido que tiene esta publicación y al que queremos referirnos es a la labor editorial de Rufino Blanco Fombona, su compilador y editor original. Blanco Fombona se inicia desde temprano en el terreno de las letras. También lo hace en campo de la diplomacia. Participa en la revolución legalista de 1892, y de allí se inserta de manera inmediata en el mundo del servicio exterior, destacándose como Cónsul de Venezuela en Filadelfia. Luego, en 1895 regresa a Caracas para ser parte de El Cojo Ilustrado, que fue una de las revistas culturales venezolanas de mayor importancia en nuestra historia, publicada a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

Pese a que Blanco Fombona se mantuvo cerca del gobierno de Cipriano Castro, quien le coloca en importantes designaciones dentro y fuera de Venezuela, en 1906 entra en contradicción con este presidente venezolano y marcha a Europa. Se mantiene lejos de nuestra Venezuela, hasta que el cambio político suscitado por el arribo de Juan Vicente Gómez al poder lo convoca de nuevo al suelo nacional venezolano. Pero este reencuentro con Venezuela será breve. Blanco Fombona ve pronto en Gómez el tirano cruel y despótico en que se convertirá al cabo de pocos años. Esa visión hace que en muy poco tiempo sus críticas a Gómez le hagan merecedor de un encierro corto en La Rotunda, -tenebrosa cárcel venezolana por fortuna derribada- y un exilio largo en Europa que duró 26 años.

Fue durante este largo exilio que Blanco Fombona publica colecciones como la Biblioteca Americana, la Biblioteca Ayacucho y la Biblioteca Andrés Bello, justo con ocasión del centenario de las revoluciones suramericanas de independencia. Aquel centenario fue ocasión festiva. Se publicaron obras. Muchas compilaciones y recopilaciones documentales. Se reescribió la historia de los procesos de independencia, en América y en Europa. Se inauguraron obras monumentales. Y fue la oportunidad de oro para que Blanco Fombona, como editor, convirtiese en éxito editorial diversas compilaciones de documentos originales del tiempo de la independencia suramericana. Esta que tienen en sus manos, fue una de ellas.

Sirva pues esta ocasión, ahora bicentenaria, para ofrecer de nuevo a los lectores esta selección que circuló ampliamente por toda Europa en el cumpleaños cien de nuestra vida independiente.

Y sea Italia la mejor testigo de que Bolívar, nuestro Libertador, era un hombre de palabra: fue en el Monte Sacro el lugar en el que el joven Bolívar juró en 1805 dedicar su vida a romper las cadenas que oprimían a sus paisanos por voluntad del poder español.

Lo menos que se puede decir en Italia y a más de dos siglo de aquel juramento, es que Bolívar cumplió.

Simón Bolívar era un hombre de palabra, definitivamente.

Para muestra su juramento en Italia, y el resto de su vida en América.

Ernesto Villegas Poljak.

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