Pedro Calzadilla: Chávez se disputó a Bolívar con la oligarquía y ganó el pueblo

calzadillaEl presidente del Centro Nacional de Historia es un profesional del área que ejerce la investigación y la docencia universitaria, pero además, es un militante de la esperanza y luchador social desde muy temprana edad. Pedro Calzadilla ofrece a Todasadentro su apreciación acerca de los últimos conflictos que ha generado la mayoría parlamentaria oposicionista en el país, sobre todo cuando asumieron atacar símbolos patrios y parte de la iconografía bolivariana que ellos no consideran “clásica” y a la que, el presidente de la Asamblea Nacional (AN), Henry Ramos Allup calificó de “vaina esa”.


Texto: Iván Padilla Bravo, Semanario TodasAdentro
Fotos: Mayrin Moreno Macías

-El desalojo de la imagen del Libertador Simón Bolívar y, por extensión la del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Comandante Hugo Chávez, muerto en el ejercicio de sus funciones, acaba de producirse luego de la toma de posesión de la nueva junta directiva de la AN. A su entender, ¿se trata de una simple pataleta, aderezada con elementos histriónicos, por parte de Ramos Allup? o ¿esas acciones están inscritas dentro de algún contexto determinado y responden a lineamientos específicos?

-Es importante poner en contexto el significado Simón Bolívar como referente político, identitario, a través de estos más de 200 años. Desde que aparece como factor político, que lidera un proceso insurgente y libertario en Venezuela, dividió las aguas. Su presencia siempre supuso una toma de posición ante opciones políticas e históricas del pueblo venezolano. También, luego de su fallecimiento en 1830, siguió generando debate.

Alrededor suyo se desarrollaron dos maneras de ver, apreciar, sentir a Bolívar como recuerdo, como símbolo, referencia, guía. Y eso es muy importante.

-¿Por qué considera eso relevante?

-El rostro de Bolívar lo colocó Juan Vicente Gómez (militar dictador que gobernó a Venezuela durante 27 años, de 1908 a 1935), cuando se cumplió el centenario de su muerte y lo veneraban, lo invocaban. También lo hicieron los dictadores y las oligarquías de finales del siglo 19, como lo hizo Guzmán Blanco, quien, a pesar de haber sido un elemento que tuvo dimensiones progresistas, era un déspota, un oligarca. ¿Cómo es eso que ahora la Revolución Bolivariana, también –siendo un proyecto que adversa el modelo de la Cuarta República- lo venera?

Esto lo dejó muy claro (el historiador) Germán Carrera Damas, desde muy temprano, en los años 60, del siglo pasado. El desarrollo del culto a Bolívar, como culto oficial y respuesta histórica, para evitar la crisis de la sociedad que surgía después de la independencia. Su imagen fue utilizada para contener, sobre todo, a los pobres, al pueblo. Utilizado para domesticar, domeñar, las necesidades de igualdad y justicia, que no se cumplieron en la independencia. Que después de muerto Bolívar, disuelta la Gran Colombia y el proyecto bolivariano, se desataron las presiones contra el modelo oligárquico.

-¿Dónde se sustentaba ese propósito?

-Entre las oligarquías. Había que garantizar el control social, porque las sociedades no se controlan sólo con policías sino también con ideología. Desde los años 40, cuando se pone fin a la época del parricidio, que es la década primera de la “República independiente” (entre comillas) es decir, de 1831 en adelante, Páez se ve obligado a repatriar los restos por la presión política que recibe, porque Bolívar tenía que haber sido enterrado en su tierra natal. Desde allí comienza un proceso de reelaboración, respondiendo a una necesidad histórica de tratar de contener y garantizar -una especie de lubricante- el tránsito a un período muy difícil, como lo fue el posindependentista. Bolívar muerto, traicionado y disuelto su proyecto social de la independencia -que significó la vuelta de los esclavos a sus esclavitudes, de los peones al peonaje, de los ejércitos de hambrientos y del despojo de tierras a los campesinos, mestizos e indígenas por todas partes de Venezuela- había que meterle un ingrediente que permitiera darle unidad y domeñar, anestesiar un ímpetu que estaba surgiendo. Por eso, en los años 40, del siglo 19, hay insurrecciones campesinas, donde está Ezequiel Zamora, a quien la historiografía conoce como asaltador de caminos, bandolero, suelto, sin estructura.

-¿Qué hacen al respecto? ¿Cómo hacen para “meterlo en cintura”?

-Se desarrolla una ideología que toma a Bolívar como centro y se fundamenta en una idea antagónica al Bolívar popular, insurgente, libertario. Al Bolívar de la igualdad, de la libertad, de la justicia y quien anidó en el corazón de este pueblo.

Se mete en los tuétanos de los humildes de esta tierra y de todo el modelo antioligárquico. Por eso, a la vez que va configurándose ese culto oficial que empieza a poner a Bolívar en las estatuas, a fosilizarlo, que lo hace frío y legitimador del orden, que manipula y dice que el orden oligárquico es la materialización de su ideario, que el orden y el progreso son el sueño bolivariano, que la dictadura de Gómez es la concreción de Bolívar y lo hace coincidir, en una operación de manipulación histórica tremenda, con los dominadores de la Cuarta República, que se inicia en 1830.

Entre tanto, al lado de eso, la devoción popular, el Bolívar insurgente, identitario que más que un culto lo convierte en espacio de congregación de todas las ideas de justicia, de redención social y libertad, que se mantiene durante el siglo 19 y el siglo 20. Conviven el Bolívar popular, anidado en el corazón y alma de nuestro pueblo, con el Bolívar oficial, oligarca, que hizo las estatuas, que lo metió en el Panteón y lo alejó de su pueblo. Las celebraciones populares, como el 28 de octubre -día de San Simón- que se creía era la fecha de su cumpleaños, las fueron acabando, las metieron en palacio, las redujeron a ceremonias oficiales de las que ya el pueblo no participaba, si acaso contemplaba al poder que celebraba a ese Bolívar.

Un pueblo con un proyecto

-¿A dónde se fue el Simón Bolívar del pueblo?

-Seguía metido en la gente, lo pintaban, estaba en el cancionero popular, en las coplas, en las décimas, en los altares… Ese Bolívar, justamente, es al que la oligarquía le temió siempre. A ese Bolívar metido en el recuerdo como guía, como referencia, hilvanado a un proyecto político, se hacía peligrosísimo para los dominadores.

Y es a ese Bolívar, al que evidencia Chávez, como sentimiento, cruzado con un proyecto nacional de redención. Chávez convierte a Bolívar, nuevamente, en el Libertador.

-¿Por qué Chávez?

-Las oligarquías le construyeron una prisión a Bolívar. Fue el preso político más antiguo que ha tenido Venezuela. Muere Bolívar y lo convierten en reo. Se inventan uno al que sacan a pasear en las ceremonias oficiales y dejan prisionero a éste. Fue Chávez quién libertó al Libertador.

-Esa afirmación la ha hecho en otros momentos y hay quienes la califican de muy fuerte. ¿Es fuerte?

-Se podría decir que lo despertó, después que lo anestesiaron tanto tiempo. Chávez colocó al Bolívar que estaba preso, en conexión con el pueblo venezolano. Reconectó su acción histórica, su ejemplo, sus ideas con el pueblo venezolano y los proyectos y desafíos del siglo 21. Esa es una de las razones por las que Chávez merece el odio encarnizado de la oligarquía. Por lo que suponía y supone Bolívar como líder de un proyecto en el que hay un pueblo siguiéndolo. Esa era la pesadilla con Bolívar, de lo que les podría volver a ocurrir. Había que engavetarlo, banalizarlo, descalificarlo. “Cumplió su tarea de acabar con el rey de España y ya. Se acabó su tarea”, decían.

-¿Chávez le devuelve la pesadilla a los oligarcas?

– Así es. Un pueblo con un proyecto. Un líder, Hugo Chávez, con el gran líder detrás, que es Bolívar. Doblemente peligroso. Por eso, la batalla alrededor de la imagen de Bolívar no la inventa Chávez. Lo que sí hace es que desafía, disputa ese ícono y gana. Hegemonizamos a tal punto que, hoy en día, el gesto torpe del oposicionismo es quitar a Bolívar, a sus símbolos, no mencionarlo. Eso en medio de la incomprensión de qué hacer con esto. Intentan volver a disputar el símbolo para regresarlo a su prisión.

Ir a la ofensiva

-¿Esa es la tarea asignada a quién hoy preside la Asamblea Nacional?

-Cuando leemos bien sus acciones, es un acto de ignorancia, incomprensión, desconocimiento -no sé- al decir: “Tráiganme al Bolívar clásico”. Lo que está pidiendo es al “Bolívar oficial”, al cuadro que simboliza el culto oficial. Quítenme a este Bolívar que me recuerda -y simboliza- al Bolívar del siglo 21, que Chávez liberó.

-¿Por qué usted califica de ignorancia?

-Porque no hay Bolívar clásico. De Simón Bolívar hay centenares de imágenes. De distintas épocas y distintos artistas, retratistas, caricaturistas. Mandar a eliminar “lo que Chávez inventó” es un absurdo. Chávez no inventó nada, ni siquiera participó en eso. Lo que sí es que con la decisión que él toma, de realizar uno de los actos de verificación histórica más importantes en el mundo, se corrobora que los restos que teníamos allí en el Panteón, son los de Simón Bolívar y con los avances técnicos del siglo 21 se hace una reconstrucción de su rostro, combinando tres elementos: el científico, el histórico y el artístico.

-¿Será que ellos consideran que esos actos son sacrílegos, algo así como un pecado?

-Sí. Cometimos el pecado de quitarles a Bolívar, de bajarlo de las estatuas.

-¿El pecado es de Chávez?

-De todo el pueblo que ha recuperado a Bolívar para sí y no para el secuestro de las oligarquías. Chávez nos dejó también la propuesta de un rostro, allí está, el que quiera usarla que la use. Si Ramos Allup no quiere usarla en la Asamblea, tiene todo el derecho de hacerlo. Lo que no puede es despreciar, ofender, vilipendiar dos imágenes -porque está la del Comandante Chávez también-, la de los dos líderes más importantes que ha tenido este pueblo en 200 años.

-¿Por qué lo hacen?

-Son las típicas acciones de guerra y conquista. El conquistador va y a la vez que controla el territorio, para destruir, someter y consolidar la dominación, ataca los símbolos de los pueblos. Eso lo hizo el conquistador español cuando se metió a los templos de nuestros indígenas, destruyó sus símbolos y los profanó.

Al hacer eso, el conquistador busca vulnerar la entereza, la fortaleza ética de los pueblos invadidos. En todas las experiencias históricas es así, incluso en las más recientes, como Libia e Irak, con los ataques a sus museos, bibliotecas, obras de arte. De esa manera, el conquistador pretende suscitar en los pueblos conquistados, o en proceso, dos cosas: la quietud, la desmoralización o la indignación.

-Estas acciones presentes y todos los ataques contra la Revolución Bolivariana y Chavista, ¿corresponden exclusivamente al santanderismo y antibolivarianismo histórico o está detrás el imperio estadounidense?

-Sí, claro. El imperio estadounidense sabe de símbolos y tiene muy claro los íconos representativos objetos de ataques y desprecios. Han actuado así cuando invadieron Nicaragua, Haití, República Dominicana… y cuando la invasión no ha sido militar sino política, también. Saben que al burlarse o profanar los íconos de los pueblos objetos de ataque, están enviando un megamensaje muy directo. Estas batallas políticas se libran en la historia, en la memoria, en lo simbólico y nosotros, como revolucionarios, no rehuimos a ninguno de esos escenarios.

Chávez nos enseñó a ir a la ofensiva. Cuando él fomenta la incorporación de la octava estrella sabe que está ajustando cuentas con la historia, pero también renovando, poniendo en clave del siglo 21, una simbólica que nos acompaña desde el 19. Pero lo que la hace dialogar con las expectativas del siglo 21 es el proyecto nacional que está en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

“Dos proyectos ha tenido la historia de Venezuela desde la Independencia. Uno es el Bolivariano, el otro el antibolivariano. Lo dijo José Manuel Briceño Guerrero, en su discurso extraordinario, pronunciado con motivo de los 200 años del natalicio del Libertador Simón Bolívar, en 1983: ‘Venezuela nació de espaldas a Bolívar’. La Venezuela posindependentista la funda quienes adversaron a Simón Bolívar, con un proyecto opuesto al suyo. Esa tensión histórica que se generó allí ‘ha permanecido hasta hoy’ (apunta Guerrero Briceño en 1983) y provocó la estampida del presidente de entonces, Luis Herrera Campins y la salida de la cadena nacional por la que se estaba transmitiendo. Sólo cuando aquí, un líder y un proyecto, reconstruyan, retomen y reconcilien a la sociedad venezolana con Bolívar, podrá encontrarse la estabilidad requerida. Esa es parte de la batalla y es lo que está ocurriendo ahora. Dos proyectos históricos: el de la Cuarta República, que se funda en 1830 y pasa por etapas distintas, hasta la última que es la del Pacto de Punto Fijo, con la visión antibolivariana, oligárquica. Y el proyecto actual, que es el de la Revolución Bolivariana que insurge desde principios de la década de los 90, toma el poder y está en el mismo, defendiendo al bolivarianismo con el pueblo”.

Pedro Calzadilla / Historiador

 

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