El pasado 17 de mayo pero hace 25 años, la Organización Mundial de la Salud retiraba la “homosexualidad” de su lista de enfermedades y trastornos mentales. Por esa razón, desde el año 2004 se está celebrando en varios países del mundo el Día Internacional Contra la Homofobia y la Transfobia (IDAHOT, por sus siglas en inglés), como una manera de convocar a los gobiernos, medios masivos de difusión, organismos internacionales y a la opinión pública, a trabajar por la garantía del derecho de las personas con sexualidades disidentes de la heteronorma a vivir en plenitud y sin padecer ningún tipo de discriminación.
Autor: Víctor Fernández, Desde La Plaza
Hasta el año 2014 en Venezuela este día ha pasado sin mucho revuelo. Algunas organizaciones vinculadas a esta lucha han hecho actividades modestas, dignas, ajustadas a sus posibilidades, con contenido político algunas y otras más de índole artística, pero ninguna de impacto masivo como para influir en la opinión pública.
El día que no fue
El 2015 parecía que iba a romper con ese ritmo. Por iniciativa de varias organizaciones, entre las que están Divas de Venezuela, Diversidad UBV, el Ejército Emancipador y Venezuela Igualitaria, así como de individualidades militantes de la diversidad sexual, el Diputado y Primer Vicepresidente de la Asamblea Nacional, Elvis Amoroso, dijo para la versión digital del diario Correo del Orinoco (25/03/15) que se iba a declarar el 17 de mayo como “Día a la no discriminación por orientación sexual, identidad y expresión de género”. Las organizaciones impulsoras convocaron para el 12 de mayo a la sede de la Asamblea Nacional porque en esa sesión, previa al día en cuestión, se iba a discutir el proyecto de ley. Pero eso no ocurrió.
El lunes 11 de mayo las organizaciones fueron notificadas que el punto no entraría en la agenda de la sesión del día siguiente. Mollie Aguirre, militante de Diversidad UBV, comenta que entre los argumentos que les dio el Diputado Elvis Amoroso, quien apoyó y sigue apoyando esta propuesta, está que el 50% de las y los diputados no estaba de acuerdo con el proyecto de ley. “Yo realmente creo que es un problema relacionado con las creencias religiosas y con el tema de la cultura. En la medida en que logremos alcanzar esos espacios de toma de decisiones –por eso creo que la participación política de la comunidad sexo-diversa es bien importante- en esa medida es que vamos a poder cambiar esa manera de pensar”, afirmó la compañera en entrevista exclusiva para este reportaje, junto con la reflexión: “En víspera de una nueva elección de diputadas y diputados, es la hora de preguntarles a esos candidatos y candidatas qué opinan del tema, y ahí ver”.
Otro de los argumentos fue la oposición de algunas organizaciones de diversidad sexual a ese proyecto de Ley. Giovanni Piermatei, presidente de la Asociación Civil Venezuela Igualitaria, comentó en entrevista exclusiva para este reportaje que desconoce las razones para oponerse a esta iniciativa: “Era una declaración que nos iba a beneficiar a todos y a todas sin distinción de partido político ni de identidad de género. No había nada por qué estar en contra”.
Sobre este proyecto de Ley, Piermatei explica que contiene 17 artículos que en suma son una exhortación del poder legislativo a los demás poderes del Estado para sensibilizar y concientizar sobre la homofobia, transfobia, bifobia, lesbofobia e interfobia.
Resistencia parlamentaria
Este proyecto es el segundo presentado por las organizaciones de diversidad sexual ante la Asamblea Nacional que queda sin respuesta. El 31 de enero del año 2014 se introdujo por iniciativa popular, es decir, con las firmas del 0,1% del Registro Electoral según establece el artículo 204 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el proyecto de ley de Matrimonio Civil Igualitario, que perdió vigencia al no haber sido discutido durante ese año en función de lo pautado por el artículo 205 de la misma Carta Magna. “Las razones que argumentan -de por qué no fue discutido- son que las firmas no fueron validadas por el CNE, que el parlamento en pleno no está preparado para debatir este tipo de leyes en Venezuela, y que hay que trabajar con la sociedad para poder tener el respaldo de la población, lo que rechazamos desde Venezuela Igualitaria y todas las 47 organizaciones que respaldamos el proyecto de ley al momento de la entrega puesto que no necesitamos el apoyo de toda la población para ejercer el goce pleno de nuestros derechos humanos”. Así lo afirmó Piermatei, quien también participó de esa acción.
El portal de IDAHOT señala que no todos los países donde se realizan campañas en función del 17 de mayo se ha oficializado este día para luchar contra las fobias que condenan las sexualidades disidentes. Es más, afirma que la celebración también se realiza en 37 países donde los actos homosexuales son ilegales. Esto quiere decir que la poca participación en Venezuela es, en principio, porque la mayoría de las personas desconocen esta acción, o que aún conociéndola no le dan mayor relevancia.
Sobre las razones de la poca participación de la comunidad sexo-género diversa en la lucha por sus derechos, Rummie Quintero, trangénera presidenta de la Asociación Civil Divas de Venezuela, ve como causa la ausencia de políticas públicas por parte de los poderes del Estado, y el enajenamiento que inocula el capitalismo: “El sistema ha creado unos guetos para que la gente se radique en ellos y no salga”, afirmó en entrevista exclusiva para esta investigación.
Qué es la homofobia
Daniel Borrillo, en su libro “Homofobia: historia y crítica de un preconcepto”, sugiere que la primera persona en usar el término pudo ser K. T. Smtih en un artículo de 1971 donde intentaba caracterizar la personalidad de alguien que no toleraba estar en presencia de un(a) homosexual. Desde entonces se harían varias propuestas conceptuales, destacando el aporte de Pierre Bourdieu cuando en su ensayo “La dominación masculina” sostuvo que, además de la violencia física y verbal hacia la persona homosexual, la homofobia es principalmente un tipo de violencia simbólica que generalmente no es percibida por sus víctimas y que es un dispositivo de la jerarquía sexual-social. Borrillo resume las distintas miradas en dos dimensiones de la homofobia: una personal, de naturaleza afectiva que se manifiesta en el rechazo hacia el o la homosexual, y otra cultural, de naturaleza cognitiva, donde el objeto no es la persona homosexual sino la homosexualidad como fenómeno social.
Pero, ¿por qué molesta la homosexualidad?
Lo primero es aclarar que la homosexualidad, como categoría, no tiene más de doscientos años (1869). Según Paolo Zanotti, en “Gay: la identidad homosexual, de Platón a Marlene Dietrich”, en todas las civilizaciones anteriores las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo no tuvieron una categoría científica. La más cercana fue y sigue siendo religiosa, como sodomía o pecado nefando en el judeo-cristianismo, y antes de eso, en la mayoría de los casos no tenían un término específico porque no eran tan relevantes como ahora. Si bien varía cuan reprochables o legales eran, no había un consenso social como el actual donde se esperase que alguien tuviera relaciones sexuales exclusivamente con hombres o con mujeres.
Hoy la homosexualidad molesta porque cuestiona la supremacía que la masculinidad se otorgó a sí misma. Teniendo por esencia la fortaleza física, se definió esa característica más frecuente en hombres que en mujeres como vital para la supervivencia. Lo masculino como la guerra, la agresión, como el dinero para poder comprar, como la mano de obra necesaria para que las fábricas produzcan. Así se constituyó como autoridad, y como tal requirió y requiere de una otredad que le reconozca: la mujer. Para que esa relación de dominación tuviera legitimidad, era necesario que la mujer se concibiera como débil, irracional, incapaz de valerse por sí misma para sobrevivir y por ello condenada a la casa, a lo privado, a lo doméstico. Entonces, en contraposición a lo masculino, se define lo femenino.
Cuando se va por la calle, difícilmente se puede saber si ese hombre o esa mujer que va adelante ha tenido relaciones homosexuales. Solo podemos “suponerlo” porque camina, se viste o habla como una persona del género contrario. Es decir, lo que realmente molesta es que un hombre o una mujer no se comporte según la norma establece, y es ahí cuando se convierte en una amenaza, porque un hombre que no quiere competir, que no quiere imponerse, evidencia que esa supremacía masculina no es necesaria ni natural. Mientras, una mujer que no se viste ni maquilla pensándose como objeto de deseo de los hombres también representa un peligro, ya que de ahí a reconocer que no tiene por qué estar al servicio de los hombres hay un solo paso. El sistema en que vivimos necesita del trabajo gratuito de esa mujer para garantizar la vida de ese hombre que es mano de obra. Necesita que esa forma de opresión se reproduzca en su descendencia; y necesita que la propiedad de la fábrica quede en manos de las mismas familias a través del apellido de los hombres.
La mentira de lo biológico
En “Lesbofobia”, Olga Viñuales afirma que es mentira eso de que la sexualidad existe solo para procrear. Acuña esa mirada biologicista precisamente al período de la Revolución Industrial donde el modelo de familia se hizo indispensable para sostener el nuevo aparato económico. Para ella, el impulso sexual es igual que otros supuestos instintos. Hay una parte que es innata: las ganas; y otra que es aprendida: nuestras fantasías eróticas. “Con la sexualidad ocurre lo mismo que con el hambre, es una necesidad universal que puede satisfacerse de múltiples maneras”, señala la autora.
Por su lado, Borrillo sostiene que la homofobia es producto del heterosexismo, entendido este último como esa corta mirada que reduce todo a la relación reproductiva macho-hembra, como si todas las veces que una mujer y un hombre tienen relaciones sexuales están procurando la fecundación. Lo cierto es que el heterosexismo pone en un mismo saco elementos que, primero, son diferentes, y segundo, no siempre están asociados. Así, confunde el sexo, resumido en los genitales y los cromosomas, con el género, que es el comportamiento que se espera en función del sexo con el que se le identificó a una persona al nacer, es decir, lo masculino para el hombre y lo femenino para la mujer. Y por otro lado vincula esta identidad con la práctica sexual, imponiendo que se debe sostener una relación sexual con el contrario, cuando realmente también se puede tener una relación con alguien del mismo sexo. En todo este juego, la homofobia ocupa el lugar del vigilante para que esa mescolanza nunca decante y no quede en evidencia que son cosas distintas el cuerpo, la identidad y el deseo.
Cómo se vive la homofobia
En una consulta realizada a 25 personas en las cercanías a un bar donde se encuentran las y los homosexuales para socializar sin temor de ser agredidxs, 20 respondieron haber sido víctimas de violencia física o verbal, siendo la humillación una experiencia compartida casi en todos los casos (17), seguida de lejos por la amenaza de golpes (06) y los golpes (02). Sobre la frecuencia de estas agresiones, casi la mitad dijo que le ocurrieron muchas veces (08), la otra mitad dijo que pocas (09), y solo tres que las viven todo el tiempo. Cuando se les preguntó sobre dónde ocurrieron las agresiones, lideraron los espacios públicos (13), seguidos por el lugar de estudio (10), y la zona de residencia (07). Finalmente se les consultó si habían hecho la denuncia ante alguna autoridad, y 19 de las 20 personas agredidas dijeron que no porque: le restaron importancia (09), porque pensaron que no les iban a recibir la denuncia (03), le tenían y siguen teniendo miedo a la autoridad (03), desconocen donde hacer la denuncia (02), les dio flojera (02) y un caso por miedo al agresor. Tres no explicaron porque no denunciaron, y la única persona que sí denunció dijo que hubo respuesta efectiva y que el acosador estuvo preso por varios meses.
Pero a esta dimensión vivencial que es asumida por quienes al estar en un espacio de socialización se identifican como homosexuales, hay que sumar aquella interna que a decir de Mario Pecheny en su investigación “De la no discriminación al reconocimiento social” es la más común. Este autor comenta que al negarse discursivamente la homosexualidad porque se asume que nadie es así en la casa, ni en la escuela, ni está en la televisión o en las canciones del momento, la persona que siente deseo por otras del mismo sexo crece con la angustia de no corresponder a la norma. A diferencia del racismo, donde es evidente la razón por la cual te consideran inferior y además suele ser compartida por tu núcleo familiar, la homosexualidad se puede ocultar y negar, especialmente en el hogar. Este hecho hace que la persona arrastre hasta el momento de su aceptación pública la duda sobre el cariño de sus seres queridos así como la estabilidad o desarrollo de su vida laboral. Es esta homofobia silente la que tortura a niñas, niños y juventudes que no tienen las herramientas para leer a su entorno como reproductor de un estigma, y mientras las adquieren viven con una culpa que afecta sus relaciones sociales y desempeño escolar.
En ambas situaciones, antes y después de la aceptación pública, es el hecho de lo público la clave de esta discriminación. Al respecto, Pecheny afirma en su investigación: “Incluso en sociedades o Estados intolerantes, las actividades sexuales non-sanctas pueden ser practicadas gracias al refugio de la oscuridad o de las paredes del cuarto. Lo que plantea mayores problemas es la manifestación de la homosexualidad como relación amorosa, cuyo reconocimiento social y político parece estar aún hoy muy lejano. En este sentido, como señalan los testimonios en todas las investigaciones consultadas, la influencia de la discriminación se percibe más en el cercenamiento de algunos gestos cotidianos, como por ejemplo la posibilidad de caminar tomados del brazo en la calle o de besarse en público”.
Qué hacer para luchar contra la homo-transfobia
Rummie Quintero da prioridad a la formación, empezando desde la educación inicial: “Si la cultura no se transforma a través de la educación, por más que tengamos avances legislativos va a seguir existiendo la homo-transfobia. No obstante, las leyes son muy importantes porque nos dan protección jurídica”, agrega.
Mollie Aguirre coincide en la urgencia del cambio cultural: “La más urgente, la más necesaria, para mí, sería una política comunicacional. Desde no solo la prensa y la radio, sino también la televisión. Supremamente importante. Nosotros tenemos que hacer programas educativos sobre el tema donde se incluya a todo tipo de personas y se hable de la diversidad. Se respete y se resalte como normal y natural”.
Ambos puntos son compartidos por Jeff Ortigoza, de la Red Arte Diverso, cuando sostiene: “Un gran paso sería que en nuestro sistema educativo se acepte que el mundo no está compuesto solo por heterosexuales”, y además considera vital trabajar en la unión de la comunidad sexo-género diversa: “Si no nos discrimináramos entre nosotros. Si no se rechazara a los transgéneros o a los más afeminados por parte de los más masculinos, nos podríamos mostrar como una gran comunidad”.
Por su parte, Giovanni Piermatei comentó la importancia de la Ley de Identidad de Género para legalizar a las personas trans, de una Ley Antidiscriminación que ataque el estigma, y la aprobación del Matrimonio Civil Igualitario, sobre el que explicó: “Nuestras relaciones son dignas y deben estar amparadas por las instituciones que protegen a la familia, indistintamente si las parejas son del mismo o distinto sexo”.
Víctor FHA. Periodista
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