La poesía venezolana ofreció un canto de solidaridad para el pueblo de Palestina

En un emotivo recital poético-musical y folklórico “Canto a Palestina”, el Frente de Creación Literaria Oficio Puro expresó su solidaridad con las luchas de otros pueblos del mundo.

Texto: Prensa Celarg

El movimiento de creadores ofrendó canciones, poemas y danzas, en la 156a tertulia quincenal de la programación regular del Frente Oficio Puro, que se trasladó de la Fundación Celarg a la Plaza de San Jacinto, como parte de las actividades propuestas para la Feria del Libro de Caracas, que se realizó desde el 24 al 28 de julio, en la Plaza El Venezolano y sus alrededores.

El evento contó con la participación de la poeta invitada Siboney Del Carmen Rey. Por el Frente de Creación Literaria Oficio estuvieron presentes Ana Gloria Palma, Bárbara Isabellina Ávila, Jeaneth González, Isbenitz Barrios, Dylan y William Guillén, Jinmy Brigitte Ávila, Aníbal Isturdes, Frank Salcedo, Werther Sandoval y la pareja artística que brindó el aporte musical Gardenia Perger y Rafa Gómez. Al final del evento intervino el Grupo de Danza Oficial de Dabke de la Embajada de Palestina en Venezuela.

La actividad contó con un mensaje del secretario general de la Juventud Palestina en Venezuela, Ahmed Qarakra, quien agradeció la solidaridad de los pueblos del mundo con respecto a la lucha del pueblo palestino, que enfrenta un cerco y ocupación militar permanente.

Al final de la presentación de danza, la joven Nur Dahabi Sankari, responsable de Cultura de la Embajada de Palestina en Venezuela, hizo algunos comentarios sobre el tipo de danza que se presentó y la importancia de la resistencia cultural de su pueblo. El Grupo Dabke está conformado por jóvenes, mujeres y hombres palestinos o hijos de palestinos residenciados en Venezuela.

El Frente Oficio Puro hizo lectura de un mensaje especial titulado Canto a Palestina.

Canto a Palestina

Mensaje planetario de la poesía venezolana

Desde el Valle de los Caracas a los pies de la Gran Montaña Waraira Repano, montaña madre, cordillera protectora, parte un barco de luz solidaria y amorosa. Una nave de pira y maíz que cruza el océano saluda a la madre África, al pueblo Guanche, a sus ciudades tan limpias, a sus cimas, cumbres de la antigua Atlántida. Se agita como brisa en las mejillas del pueblo Saharaui, atraviesa el Peñón, las piernas que olvidó Hércules al dar un salto definitivo hacia su estrella. Saluda a la irredenta Jamairiya Libia. Surca las olas mediterráneas donde las corrientes migratorias del sur hacia el norte procuran alcanzar con desespero las playas de Europa. Nuestro barco de arepa y hallaca, con sus velas de hojas de plátano, tiende sus manos, su puente a cada barco, a cada balsa hacia las orillas. En la acera norte del Mar Mediterráneo se escuchan las entusiastas canciones partisanas, imborrables en cabellos de la memoria. Quedan atrás, la Europa, la antigua Grecia y la misteriosa Turquía. Nuestra nave saluda al Helesponto mas continúa hacia el Sur, mira hacia el Canal y a la tierra del Padre Nilo, hacia las costas orientales y en un salto luminoso alcanza Cisjordania,  Gaza, Jericó, Ramallah, Nablús, Salfit, Tulkarem, Jenín, Hebrón, la universal Jerusalén y la mágica Bethlehem, tierras milenarias de la Matria Palestina. La poesía venezolana tiende sus manos de paz. Las lanzas rojas de nuestros ancestros saludan al pueblo en resistencia, a la juventud rebelde, a la infancia que juega en medio de la metralla y el uranio empobrecido; da la mano a los médicos del pueblo; abraza a las madres que ven a sus hijos partir por los caminos de humo y fuego; a las ancianas y ancianos, memoria viva de su historia. Son tierras por las que transcurrió el Maestro Jesús de Nazareth, sin odios, con su mano sabia y su dulce palabra que no discriminaba al otro, y que desde ahí habló de amor y hermandad a todo el universo. La poesía venezolana siembra en estas tierras sus ciruelas de huesito, mangos de hilacha y pomagases, mamones, araguaneyes y jabillos. Y las nobles manos del maestro Aníbal Isturdes plantan las semillas del Samán de Andrés Bello. La nave de amaranto y maíz emprende un viaje de regreso. Ya no somos los mismos, nuestras miradas brillan aún más, nuestro tricolor se agita hermanado con la bandera del olivo y el pañuelo blanquinegro.

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