Al conmemorarse 200 años de su natalicio este 1 de febrero, la Biblioteca Nacional publicó en su sitio web más de 50 objetos que incluyen discursos, correspondencia, ensayos, poesía y tratados de derecho y política. Veintitrés de ellos fueron recuperados de la Casa Museo Cecilio Acosta en San Diego de Los Altos, donde se encontraban en condiciones que no eran las más adecuadas, informaron tanto el ministro de Cultura, Ernesto Villegas, como el director de la Biblioteca Nacional, Sady Loayza. Los mismos pueden encontrarse en la Biblioteca Digital de Venezuela César Rengifo, haciendo click aquí.
Texto: Alba Ciudad (LBR) y Prensa BNV (Jufany Toledo)
Fotos: Ronald Montaño y @VillegasPoljak
Días atrás, el ministro del Poder Popular para la Cultura, Ernesto Villegas, compartió fotos y videos de las y los trabajadores de la Biblioteca en pleno proceso de digitalización. “Personal de la Biblioteca Nacional digitaliza los archivos personales de Cecilio Acosta en vísperas de su bicentenario. Los documentos fueron rescatados de su casa en San Diego de los Altos, donde el anterior gobernador de Miranda (Henrique Capriles) los tenía en condiciones inadecuadas para su conservación”, escribió en su cuenta Twitter el pasado 29 de enero.
Personal de @BiblioNacional digitaliza archivos personales de Cecilio Acosta en vísperas de su bicentenario. Los documentos fueron rescatados de su casa en San Diego de los Altos, donde el anterior gobernador de Miranda los tenía en condiciones inadecuadas para su conservación pic.twitter.com/EvnLgTTYNS
— Ernesto Villegas P. (@VillegasPoljak) 29 de enero de 2018
“Estos son los documentos que rescatamos de la Casa Museo Cecilio Acosta, en convenio con el gobernador (de Miranda), Héctor Rodríguez”, explicó Sady Loayza, director de la Biblioteca Nacional.
“Nos trajimos los documentos originales de Cecilio Acosta para digitalizar, pasar por un proceso de conservación, y lo más importante: para rescatar la memoria del pueblo mirandino”. Indicó que van a ser parte de la colección de la Biblioteca Nacional, que los va a custodiar, “y nosotros vamos a llevar allá una reproducción facsimilar de todos los documentos de Cecilio Acosta”.
Indicó que la humedad relativa de la casa museo no era la más óptima para mantener un material como este. El ministro Villegas resaltó que fue gracias a la victoria de Héctor Rodríguez en la gobernación, que fue posible detectar y rescatar estas obras.
Villegas compartió imágenes en otro tuit de los documentos siendo digitalizados. Indicó que eran 23 en total los recuperados de la casa de Cecilio Acosta en San Diego de Los Altos, donde -denunció- estaban en condiciones inadecuadas.
Cecilio Acosta nació el 1° de febrero de 1818 en San Diego de Los Altos, estado Miranda. Hijo de Ignacio Acosta y Juana Revete. A temprana edad pierde a su padre y se viene con su madre a vivir en Caracas, ciudad de la que nunca salió. Tampoco abandonó a su madre, siendo hijo único, con ella vivió hasta su muerte en una humilde casa del centro, ubicada entre las esquinas de Velásquez y Santa Rosalía, la partida de su madre constituyó un duro golpe para él, ya que nunca se casó ni tuvo hijos; y su salud fue siempre precaria, por lo que su ausencia tal vez haya precipitado su enfermedad y muerte.
Su llegada a Caracas ocurre en un momento histórico crucial, cuando se estaba dando la separación de la Gran Colombia, y en torno a Páez se reúnen un grupo de hombres muy ilustrados que tratan de darle un rumbo de gran civilidad a la república, hecho que ejerce influencia sobre Acosta, un hombre profundamente religioso y temeroso de Dios; ya que su formación inicial estuvo a cargo del presbítero Mariano Fernández Fortique, por quien sentía gran respeto y admiración.
Así fue don Cecilio, un ciudadano ejemplar del Siglo XIX, que junto a Juan Vicente González, Fermin Toro y Rafael María Baralt, formó parte de la generación “Independencia y República”; y además fue redactor del Código Penal de Venezuela. Sin lugar a dudas, uno de los más importantes humanistas y civilistas de la historia de Venezuela; y a pesar de su origen humilde, se esforzó por procurarse una excelente educación y una sólida formación intelectual.
Gracias a la influencia del presbítero, ingresó al Seminario Tridentino de Santa Rosa en Caracas, tiempo que le permite adquirir un elevado nivel de latín, el cual leía y escribía a la perfección, así como una importante formación clásica, leyendo a grandes pensadores, poetas y doctores de la Iglesia, como Santa Teresa de Jesús, Santo Tomás y Fray Luís de León, entre otros. Allí también realizó estudios de teología, historia universal e historia santa, que le allanaron el camino para su posterior formación profesional.
En 1840 decide abandonar el seminario para iniciar estudios de agrimensor (topografía) en la Academia de Matemáticas fundada por Juan Manuel Cajigal, una carrera poco común en la época y si se quiere disonante con su formación en el seminario; pero a finales de ese mismo año, y en forma paralela, se inscribe en la Universidad Central de Venezuela para estudiar filosofía y derecho.
A pesar de sus recurrentes problemas de salud y de sus vicisitudes económicas, en 1848 obtiene su título de abogado. También ejerció la docencia y el periodismo, y se dio a conocer por los escritos y reflexiones que publicó en los periódicos “La época” y “El Federal”, sobre la tensa situación política que se vivía en el país, polarizado entre liberales y conservadores; sin embargo, nunca figuró en diatribas políticas ni evidenció parcialidades; aún cuando en algunos de sus textos se aprecia su amor a la libertad y la defensa a las clases trabajadoras.
Acosta escribía en un tono de altura, más bien admonitorio, ofreciendo recomendaciones de civismo y civilidad, le hablaba a sus conciudadanos de una forma impersonal, como si no formara parte de la misma realidad, recomendando como debía ser una República, que en poco o nada se parecía a la que él mismo estaba viviendo. En sus artículos se dirigía a los venezolanos, como si no formara parte de ellos. De hecho, y a pesar de su bien ganado prestigio intelectual, nunca ostentó un cargo público de importancia, ni figuró en altas decisiones políticas.
Cecilio Acosta condenó siempre la violencia, era un hombre de paz, de estudio y de lectura, que marcaba distancia con las revueltas, movimientos violentos y cualquier ruptura del orden. Sus ideas progresistas y de avanzada, eran para entonces muy mal vistas por los hombres enardecidos y apasionados por la revolución; tal vez por ello solía escribir en un tono impersonal y hacía uso del género epistolar para dar a conocer sus ideas, sin que estas fuesen percibidas como una proclama o un artículo de opinión.
Ejemplo de ello, es uno de sus más importantes ensayos, publicado en 1856, “Cosas sabidas y por saberse”, en el que a través de una carta (sin destinatario aparente) expone, entre otras, sus ideas y recomendaciones, acerca de lo que debía ser la educación. Sobre ellas, su pensamiento era coincidente con el de don Simón Rodriguez, en cuanto a que había que alargar la educación primaria y poner allí el énfasis educativo, e igualmente más en el taller que en la universidad, en que se debía educar y formar al hombre para el trabajo, en la educación técnica, el ferrocarril, las máquinas de vapor y otros temas de provecho y utilidad común. Era un gran crítico de la educación que se impartía en ese entonces.
“Enséñese lo que se entienda, enséñese lo que sea útil, enséñese a todos; y eso es todo.¿Qué gana el que pasa años y años estudiando lo que después ha de olvidar, porque si es en el comercio no lo admiten, si es en las fábricas tampoco, sino quedarse como viejo rabino entre cristianos?¿Hasta cuando se ha de preferir el Nebrija, que da hambre, a la cartilla de las artes, que da pan, y las abstracciones del colegio a las realidades del taller?”… “Hay que insistir en la educación cívica y la instrucción académica para los venezolanos”.
Sus escritos estuvieron dispersos y algunos de ellos formaron parte de antologías. Muchos años después de su partida, entre 1908 y 1909 fueron compilados y se publicaron sus Obras Completas, con prólogo de José Martí. Posteriormente, en 1981 la Fundación Casa de las Letras Andrés Bello, publicó la edición definitiva de sus Obras Completas, con poesías, cartas, estudios sociológicos, ensayos políticos, económicos, de derecho internacional, lingüísticos y de educación, con temas clave para promover el desarrollo, la civilización, el discernimiento jurídico y el progreso del país.
Se le recuerda como un hombre ensimismado y de escasa vida social; pero importantes personajes de la historia, la política y las letras, le dedicaron artículos que dan cuenta de la talla de este venezolano insigne, amigo de Arístides Rojas, Eduardo Blanco, y Lisandro Alvarado, entre otros; y hasta el prócer de la revolución cubana, José Martí, durante su breve estadía en Caracas, se admiró por su grandeza moral, su honestidad, cultura e inteligencia; lo cual plasmó en un ensayo que escribiera días después de su muerte, titulado “Cecilio Acosta”, y que fue publicado el 15 de julio de 1881, en el segundo y último número de la Revista Venezolana que editaba Martí, a quien días más tarde, el presidente Antonio Guzmán Blanco, le solicitó abandonar el país.
A pesar de su legado y de contar con el cariño, respeto y admiración de sus alumnos, murió en la más absoluta pobreza en Caracas el 8 de julio de 1881, a la edad de 63 años. Los honores los ha tenido post mortem; ya que varias calles, avenidas, colegios, instituciones educativas y municipios del país llevan su nombre; y el 5 de julio de 1937, sus restos fueron llevados al Panteón Nacional.