Freddy Ñáñez: “Nos corresponde en la cultura labrar los afectos y la sensibilidad”

BS_1302En entrevista para CiudadCCS, el nuevo titular para el área cultural del Ejecutivo Nacional manifestó que es necesario enfrentar la guerra económica y su propaganda con políticas que afiancen los verdaderos valores del pueblo venezolano, como la solidaridad y la cooperación.


Texto: CiudadCCS (Luis Rivero Donalle)

Freddy Ñáñez, recientemente nombrado como ministro del Poder Popular para la Cultura, se considera un soldado de la Revolución y un hombre que está dispuesto a enfrentar los retos que le son inherentes a esta nueva responsabilidad que comienza en la alborada de 2016, un período que está llamado a ser, según lo ha manifestado el presidente de la República, Nicolás Maduro, el renacimiento del bolivarianismo.

En su verbo hay un aspecto fundamental: la presencia constante de un interés por aportar a la construcción de políticas culturales diversas que multipliquen afectos y contribuyan a la defensa de la venezolanidad, de los símbolos y de los valores que hilvanan lo que es la identidad de la nación en el momento histórico actual. “A nosotros nos corresponde, en el ámbito de la cultura, labrar los afectos y la sensibilidad, volver a invocar los elementos más nobles que han caracterizado a este pueblo: el altruismo, la cooperación, la solidaridad y el reconocimiento de que solo en conjunto, solo en comunidad, es que lograremos las grandes conquistas”, manifiesta Ñáñez.

Esa búsqueda concreta viene dada por el más grande reto que el entrevistado avizora en el tiempo actual: “Para hablar del gran desafío del Ministerio para la Cultura tendríamos que entender que ese desafío hace parte de un desafío superior o integral que tiene que ver con afrontar y superar una guerra económica brutal, acompañada de su correlato propagandístico, también salvaje, que ha horadado la salud pública, la tranquilidad, los afectos de un pueblo que ha logrado durante estos últimos 16 años una fórmula política dentro de la Constitución Bolivariana para poder conquistar más justicia y más derechos y para visibilizarse dentro de las dinámicas de la República como sujetos y no como simples objetos o sombras de la historia”.

Asimsimo, Ñáñez sostiene: “Al Ministerio del Poder Popular para la Cultura le corresponde ubicar dentro de ese espectro que es la calle los problemas fundamentales de nuestro pueblo e interpretarlos y construir con nuestro pueblo un campo de sensibilidad que nos pueda servir de fortaleza para enfrentar el terrible discurso de la guerra económica. ¿Cuál es el terrible discurso de la guerra económica?: Que no importa más nada en esta vida sino salvarse a uno mismo y que cualquier precio es poco con tal de uno capitalizar las oportunidades y de soslayar los valores entrañables de nuestro pueblo. Esos valores siempre han sido la solidaridad, la cooperación, la identidad colectiva, el respeto de las diferencias y la paz”.

Aparte de abonar en el campo de la sensibilidad, Ñáñez manifiesta que en cuanto a la razón hay que aportar capital virtual para pensar y generar alternativas concretas desde la cultura para superar definitivamente un modelo rentista que fue inoculado en el país en el pasado y que generó una dependencia extrema por la comercialización de hidrocarburos. “Es necesario tener nuevas ideas, como decía Simón Rodríguez, para poblar este territorio con este mismo pueblo pero con una nueva expectativa y una nueva cultura que definitivamente tiene que ser la cultura del trabajo”, enfatizó.

—Para los liberales el trabajo cultural es un negocio, es la privatización de los afectos. ¿Es posible una economía cultural no mercantilizada?

—Existen fuera del capitalismo neoliberal muchas prácticas de mercados cooperativos, en las comunidades indígenas, en las comunidades rurales, en distintos países que están al margen de este lado norte del mundo, las cuales nos pueden dar experiencias interesantes en cuanto al hecho cultural en el contexto de una economía socialista. ¿Qué significa una economía socialista? Significa que los recursos no están en función de la escasez, sino en función de la satisfacción de las necesidades que tenemos todos los habitantes. En ese sentido, la producción y el modelo de consumo no están fundamentados ni en la explotación ni en la usura, sino que están fundamentados en el bienestar común. Para nosotros el arte y la cultura no son acontecimientos ni bienes susceptibles de mercantilización, son bienes susceptibles para ser entendidos como riquezas espirituales de los pueblos y que pueden generar algunos recursos para su sustento, para sostener su sistema natural y orgánico, y que pudieran convertirse también en referentes de vida.

En medio de la reflexión, Ñáñez recuerda al poeta Celso Medina. Evoca un concepto que enarboló este escritor, quien consideró que, después de la Segunda Guerra Mundial, triunfó el llamado realismo liberal. “El realismo liberal es la reducción del mundo a una narratividad donde la existencia humana se concreta y se realiza únicamente en los paradigmas del individuo, sus deseos y la propiedad (…) El realismo liberal naturaliza lo que en el ser humano es el más grande artificio, que es precisamente el canibalismo espiritual, el canibalismo social, el individualismo exacerbado, porque el capitalismo y el liberalismo apelan a la sinrazón, al sinsentido, a la banalización del ser humano”.

—La derecha es mayoría en la Asamblea Nacional. Esta facción ya ha asomado pretensiones derogatorias de leyes sociales que fueron aprobadas para el beneficio del pueblo. ¿Qué se va a hacer desde el Gobierno Bolivariano, en su área específicamente, para defender esos derechos ganados?

—Nosotros no solamente vamos a defender lo conquistado en materia de derechos. Recordemos que esta es la primera Constitución de la República que contiene la palabra cultura explícitamente como un derecho. Es la primera Constitución de la República que reconoce culturalmente hablando al país como un universo múltiple, plural, desde el punto de vista étnico, lingüístico y cultural. De tal manera que simbólicamente lo cultural y lo artístico y la sensibilidad hacen parte del espíritu de nuestra Carta Magna. Defender los derechos conquistados es una obligación que tiene el Ejecutivo. (…) Yo asistí hace poco a un foro sobre la Constitución —no soy experto en leyes— y ahí comprendí que el carácter progresivo que tiene la Revolución Bolivariana no puede ser violentado porque entonces sería ilegítimo por más mayoría que tenga la reacción dentro del Parlamento. Tenemos un Presidente leal a las ideas y al espíritu bolivariano de la Constitución y un gobierno que tiene la responsabilidad de proteger al pueblo cuando este se vea amenazado por cualquier artimaña legal para robarle lo que tanto le ha costado conquistar por la vía pacífica. Por eso, no solamente vamos a defender lo conquistado, sino que vamos a ir por la conquista de lo que le corresponde al pueblo venezolano en materia cultural; las cosas que aún faltan por trabajar.

—¿Qué falta por trabajar?

—Nos falta generar reglamentos de leyes, reglamentos para que la ley orgánica pueda aterrizar y puedan servir de herramientas para que los cultores y el pueblo venezolano que se sirve de este beneficio pueda tener mayor eficiencia a la hora de producir más cultura y a la hora de tener acceso a los bienes culturales. Además, hay leyes que todavía no hemos repensado como la Ley del Libro, que hay un proyecto que está muy avanzado, o la Ley de Cine, en la cual todavía hace falta seguir incorporando criterios para que nuestro cine se fortalezca con autonomía y para que el cine —que es una industria muy poderosa en el mundo— también pueda tributar para los ingresos del país. Nosotros nos estamos viendo en este contexto donde debemos empezar a entender nuevas formas de la productividad, como un músculo que puede aportar también cosas importantes, más allá de lo simbólico que aportan los artistas, que no es poca cosa. Pero también vemos que hay una potencialidad en nuestro cine, tenemos una distribuidora, tenemos una productora, tenemos hermosos paisajes, tenemos el personal técnico capacitado para que acá se ruede cualquier película de cualquier productora latinoamericana o europea, tenemos también la posibilidad de ver bibliotecas o editoriales con tan alto prestigio como la Biblioteca Ayacucho, que es una colección que circula en Venezuela subsidiada y que va a seguir siendo así, pero que pudiera también en el contexto del Mercosur, por ejemplo, circular por nuestro continente, porque es una biblioteca que se creó para pensar el continente americano. Tenemos también la posibilidad de los discos que se producen e incluso los músicos y los talentos que hay en Venezuela puedan también hacer parte de este modelo productivo porque un desafío muy concreto es cómo entender la economía cultural y la cultura productiva, cómo comprenderlo dentro del marco de un proyecto que es el socialismo del cual no nos va a desviar nadie.

—Los liberales tienden a concentrar las actividades culturales en grandes ciudades para garantizar el lucro a partir de la privatización. En Venezuela, por su parte, existen los Gabinetes Culturales estadales. Eso plantea una interrogante: ¿Cómo van a seguir adentrándose en las regiones?

—¿Por qué nace el Ministerio para la Cultura dentro de la Revolución? Nace para superar al Conac (Consejo Nacional de la Cultura), que era entonces el órgano rector de la cultura nacional. Pero el Conac era el ente rector de la cultura caraqueña, de lo que se hacía en Caracas. Y el proyecto del Comandante Chávez era “descaraqueñizar” la cultura, eso quería decir que las políticas culturales trascendieran a las grandes ciudades y a las élites que se habían apropiado de la renta cultural. No solamente hablamos de una marginación del resto del territorio, sino de una estratificación de las políticas públicas a un pequeño sector con un gusto particular y que ejercían el realismo liberal (…) El Ministerio nació para ser ente rector de las políticas públicas de todo el país. Ahí está el otro gran desafío en lo institucional: lograr que el Ministerio articule con las otras instituciones de cultura a nivel municipal y regional donde corresponda, donde se pueda, donde tengan una visión de la cultura no neoliberal y no mercantilista, porque el Ministerio de la Cultura requiere la territorialidad de las políticas públicas. (…) Hoy es una realidad que necesitamos tonificar, reinventar —me refiero al método político—, cómo nosotros nos vamos a relacionar con las comunidades. Los gabinetes van a tener una importancia superlativa como espacio, como punto para el círculo, como punto para desplegarlo, pero necesitamos reinventar el método. Tenemos que tener un método porque han madurado muchísimo nuestros movimientos sociales, nuestros consejos comunales y porque tenemos una realidad distinta a la que teníamos cuando nació el Ministerio. Por eso debemos saber interpretar este momento. Insisto: no venimos a inventar nada, sino a reinventar. Las cosas que ha hecho la Revolución en materia de política cultural son hermosas.

—Dos de esos programas que se han creado son la Misión Cultura y el Sistema Nacional de Culturas Populares. ¿Cómo se repotenciarán?

—Nosotros, más que instituciones de esas que son rígidas, nos estamos repensando como un programa múltiple que tiene un objetivo fundamental: seguir trabajando sobre la sensibilidad, seguir trabajando sobre el pensamiento y convocando al pensamiento de nuestro pueblo. Queremos ahora evitar la fragmentación que solemos tener en las instituciones. Aquí de lo que se trata es que se transversalice una misión que tenemos: defender el imaginario de lo nacional, defender el imaginario heroico de nuestros libertadores, defender la diversidad cultural que nos asiste, defender la identidad nacional.

—¿Cuál será la importancia de lo formativo en su gestión?

—Es superlativa, sobre todo por el momento que vive el país. Insisto en que las políticas culturales que está planteando el presidente Nicolás Maduro no son aisladas en el momento que vivimos, es decir, son una respuesta orgánica a esta guerra que nos han hecho. Pensar es un trabajo. Yo soy del criterio que el pensamiento no es lo más común en el ser humano. “Pienso ir al centro comercial”, eso no es un pensamiento. Pensamiento es la interpretación e inscripción de mi sentido a la realidad y eso requiere trabajo, trabajo espiritual, trabajo intelectual. Crear es trabajar. La creación es un trabajo (…) Por lo tanto, los talleres nos sirven, la formación nos sirve para que quienes tienen una sensibilidad y se están acercando a un oficio lo desarrollen rigurosamente y que no haya un arte para el pueblo, como decía el filósofo colombiano Estanislao Zuleta, sino más bien un pueblo de artistas. Esa es la meta que tiene la Revolución Bolivariana.

—¿Va a seguir al frente de Fundarte?

—Me da mucha nostalgia responderte. No, ya yo estoy asumiendo esta tarea que me entusiasma muchísimo, por lo que no puedo estar en Fundarte. Lo que nos ha enseñado el presidente Maduro es a trabajar en equipos múltiples. No abandonaremos jamás lo que se ha hecho en Caracas. Creo que va a ser una fortaleza que podamos con Fundarte hacer convenios, mantener lo que se ha logrado y compartir responsabilidades que es una cosa muy importante.

Propone crear un circuito nacional de salas

Antes de ser nombrado como ministro del Poder Popular para la Cultura, Freddy Ñáñez se desempeñaba como presidente de la Fundación para la Cultura y las Artes de la Alcaldía de Caracas. Esta institución, bajo la inspiración del mandatario local, Jorge Rodríguez, se encargó de recuperar el derecho a la ciudad con su expresión en lo territorial. Son numerosos los espacios que fueron rescatados de la desidia del pasado para ahora ser lugares de encuentro.

“Esa política pública es muy posible realizarla con convenios, que es lo que nos proponemos, con convenios con gobernaciones y alcaldías que quieran trabajar por el país para crear un circuito nacional de salas, ya no en el municipio Libertador nada más, que creo que fue una experiencia exitosa; o para la recuperación de algunos cines emblemáticos de otras ciudades y otros pueblos”, manifiesta Ñáñez.

En ese sentido, el entrevistado agregó: “Cuando nos trasladamos a otros lugares entendemos que nuestra geografía es plural y diversa y que en cada geografía hay una singularidad qué atender y será la singularidad de ese lugar la que nos diga cuál es el tono y cómo se recuperan las cosas. No se trata de homogeneizar lo que se hizo en Caracas o de exportar lo que en Caracas hicimos, sino que la experiencia nos sirva para poder avanzar en la recuperación de espacios públicos en la medida en que los lugares nos lo planteen o configuren, y el abordaje cultural que sí es universal de esos espacios para generar ‘amenidades’, como dice la Ministra Isis Ochoa”.

Petareño y andino

Freddy Ñáñez nació en Petare. No obstante, cuando era apenas un niño se mudó a los Andes venezolanos, específicamente a Santa Ana del Táchira. Cuenta que ese cambio generó en él un desarraigo, pero que en ese mismo estadio empezó a amar la andinidad. “Ahorita yo sí siento un gran compromiso en lo particular con lo que podamos hacer en los Andes y, sobre todo, en la frontera con Colombia, porque allí hice mi incursión en el arte y en el arte de servir. Allí me formé como titiritero”.

Sobre esto último sostiene que los títeres significan todo, pues con estos, de la mano de Carlos Tovar, fue que comprendió que el arte es un servicio público. Además, confiesa que se siente feliz por esta nueva responsabilidad que le ha tocado asumir, a pesar de que sabe que compartirá un poco menos con su hijo Ludovico: “Lo veré menos, pero él verá país. La esperanza es nuestra divisa”.

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