El Premio Nacional de Cultura, galardón bienal entregado este martes a 11 creadores venezolanos en los espacios de la Casa del Artista, en Caracas, reconoció a mucho más de 330 años de vida consagrados al enriquecimiento cultural de los venezolanos, a la preservación de las tradiciones, el rescate de la memoria y al aporte de nuevos hallazgos para la creación estética. En la ceremonia, los galardonados (Saúl Huerta, en la mención Artes Plásticas; Laura Antillano, por Literatura; Carlos Márquez, Teatro; Juan Carlos Núñez, Música; Franciso Sesto, Arquitectura; José Enrique Castillo, Cine; Pablo Krisch, Fotografía; Ramón Tovar, Humanidades, y Juan Monzón en Danza) recibieron de manos del ministro de Cultura, Reinaldo Iturriza, y la presidenta de la Casa del Artista, Lisset Torres, una medalla y un diploma que representan una vida dedicada a la creación.
Texto: AVN / Fotos: Pedro Mattey, AVN
La ceremonia fue amenizada por las presentaciones de los bailarines de la Escuela de Danza Jean Piaget y piezas musicales interpretadas por Nuevo Mundo Jazz Band.
A los merecedores del galardón 2012-2015 mencionados, se sumaron dos nuevas categorías, Artesanía y Saberes Populares, que fueron inauguradas por la tejedora guaiquerí Teodora Jimenez y el maestro del barro Jesús “Chucho” Coello, respectivamente, como parte del proceso revolucionario que ha llegado también a esta premiación, otrora dedicada a las élites y, por ello, invisibilizadora de tanta cultura popular regada por las regiones venezolanas.
Trabajar, amar y vivir
Para este premio se recibieron más de 700 postulaciones, en las que el único requisito es contar con 30 años de trayectoria, y se desplegó un equipo por cada gabinete cultural estadal que revisó exhaustivamente fotografías, muestras, testimonios, historias, vidas, que dan cuenta de que el trabajo y el amor son la mejor combinación para que la vida se convierta en una trayectoria digna de recordar, replicar y difundir.
“Uno tiene que amar su trabajo para poder vivir”, dijo sencillamente Teodora, quien a los ocho años aprendió el oficio de su abuela, en Santa Ana, Nueva Esparta. Desde entonces se dedica a reivindicar el saber ancestral del tejido en los incontables chinchorros que ha elaborado en su telar, que al principio no fue más que dos palitos de leña que utilizó para tejer su primera hamaquita, muy pequeña, como para una muñeca, de colores azul y blanco.
El evento, conducido por la periodista Marialcira Matute, comenzó con un homenaje a más de una veintena de premios nacionales que fallecieron entre los años 2014 y 2015.
El recordatorio se hizo con un video de impecable realización, elaborado por el equipo audiovisual de la Casa del Artista, que contenía fotografías de personajes como Simón Díaz, Carlos Noguera, Luisa Ritcher, Luis Brito, Luis Pastori, Gladys Meneses, Oswaldo Vigas, Bertha Moncayo, Reina Herrera, Víctor Valera, entre otros. No faltaron lágrimas asomándose en los ojos del público por la nostalgia de recordar tanta experiencia y amor dado a Venezuela.
Posteriormente, un audiovisual con testimonios de los propios galardonados dio a conocer uno detalles más de su realización cultural, más allá de sus obras, de cómo se decidieron a ejercer sus labores para terminar siendo ejemplo de lo que es creer en sí mismos.
Así, Laura, la autora de La luna no es pan de horno, que se considera ante todo incansable lectora, contó que su deseo de ser escritora nació de los intercambios entre su madre Lourdes Armas (pintora) y Sergio Antillano (periodista); mientras que Castillo recordó que su primer dibujo animado Conejín, que fue premiado en el Festival de Philadelphia (1975), fue inspirado por un niño que, en sus años de estudiante para periodista en la UCV, le dijera que nunca había visto una comiquita venezolana.
Entre video y video, entre baile y baile, se fue mostrando el trabajo fotográfico de Pablo Krisch en el mismo telón blanco, que eventualmente se llenaba de luces entre las presentaciones, se mostraron los rostros de los homenajeados fallecidos en 2014 y 2015 y los testimonios de los nuevos premios nacionales.
A la lectura de los veredictos, le precedió un discurso de la presidenta de la Casa del Artista, Lisset Torres, quien desde su sensibilidad casi lírica hizo reflexionar a todos sobre si vale la pena vivir por el arte.
Recordando a un joven que aprendió de su padre el tratamiento del barro con solo 10 años, que a los 16 ya era un albañil de primera (Coello), y que hoy con 86 años ha sido el maestro de más de 300 alarifes que ahora enseñarán a otros más a preservar este oficio autóctono, Torres volvió a preguntar: “¿Vale la pena vivir por el arte?”.
Igualmente lo hizo cuando recordó la labor del profesor, historiador e investigador de la geografía Ramón Tovar, el autor de Venezuela, país subdesarrollado y Geografía de América Latina; cuando describió la trayectoria nacional e internacional del exponente de danza contemporánea Juan Monzón y al hablar del miembro fundador de la Asociación Venezolana de Artistas Plásticos (AVAP), única organización del gremio en el país, que reúne a más de 38.000 creadores, Saúl Huerta.
Posteriormente, los artistas subieron uno a uno al escenario para recibir las preseas y la Casa del Artista estalló en aplausos. Aplausos para aquellos que creen en sí mismos, para aquellos venezolanos que han demostrado que sí vale la pena vivir por el arte en esta tierra caribeña, llanera, amazónica, andina y bendita; aplausos que casi tumban la sala Juana Sujo cuando fueron los turnos de Jiménez, Castillo, Márquez y Núñez. Gran parte del público se puso de pie como muestra de su admiración a los galardonados.
Seguidamente, La canción del Lunerito del Cantor del pueblo, Alí Primera, fue interpretada por el dúo femenino Sur Consciente en honor a los niños y jóvenes, que son los destinatarios prioritarios de todo este esfuerzo por reivindicar la cultura, como lo señaló el ministro Iturriza.
Chávez, maestro y cultor de la Revolución
“Estaré en alma allí. Será un honor inmenso recibirlo en representación de mi padre”, decía el mensaje enviado por la hija de Hugo Chávez, Rosinés, cuando se le informó que para esta edición del Premio Nacional de Cultura se entregaría una mención honorífica post mortem al Maestro, Creador y Cultor de la Revolución Bolivariana; reconocimiento que fue propuesto en el Congreso Nacional de Cultura realizado en octubre de 2014.
En los instrumentos de Nuevo Mundo Jazz Band sonó Linda Barinas junto al zapateo enérgico de los Pioneros del Llano. Las tablas de la Juana Sujo se estremecieron y el público volvió a explotar en alegría como diciendo: “Definitivamente, vale la pena vivir para el rescate y cultivo de la cultura venezolana”.
Como parte de la premiación, desde hace algunos años, a los ganadores se les asigna una pensión del Instituto Venezolano de Seguros Sociales (IVSS), lo que lo convierte en el único reconocimiento en el mundo que otorga una asignación mensual de por vida a cada artista y cultor, atención en materia de salud, recreación, la posibilidad de dictar talleres en todo el país y, en esta ocasión, 100.000 bolívares.
Desde ya está abierta la convocatoria para la próxima entrega, en la que se incluirá la categoría Diseño Gráfico, como parte de la adaptación del galardón, que se entrega desde 1940, a los nuevos tiempos.