El megáfono: crónica de Ernesto Villegas

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Ernesto Villegas. Foto: Twitter @AquíConErnesto

Como parte de la conmemoración de la partida física del Comandante Hugo Chávez, el ministro de cultura, Ernesto Villegas publicó en su cuenta en Instagram @ernestovillegaspoljak una crónica recordando los hechos vividos durante la llegada a la Academia Militar del féretro con sus restos, escoltado por el pueblo venezolano.

Texto: Instagram @ernestovillegaspoljak

El féretro entró a la Academia Militar. Tras de sí, los grandes portones se cerraron con dificultad, pues no era esa la voluntad de la multitud que lo había traído en avalancha desde el Hospital Militar, a unos 11 km de allí. Se requería tiempo para reabrirlos y dejar pasar, en fila, a millones durante 10 días más.

“¡Queremos entrar!”, tronaban mientras los portones crujían amenazantes hacia adentro. Guiado por unos oficiales subí unas escaleras, traspasé como pude una estrecha ventana y, parado sobre la cornisa, pude observar una impresionante multitud que se perdía de vista. La tristeza venía dando paso en sus rostros a la frustración y la rabia.

“¡Queremos entrar”, insistían. A mi lado estaba Pablo Siris, un colega periodista uruguayo, sumado al equipo de este novato Ministro de Comunicación e Información, nombrado por Chávez, cuatro meses atrás. Junto a nosotros, tres militares. Uno de ellos, el oficial de planta de la Academia, era -lo sabré después- un consumado poeta que ahora lleva insignias de Coronel, Manuel Vivas.

Otro, un general cuyo nombre no recuerdo, quien mandó a un subalterno a buscar un megáfono. Pero el aparato no funcionó. Mis palabras y gestos llamando a la calma de poco sirvieron. Nadie escuchaba. Así pasamos minutos eternos. Entonces, a lo lejos, otro megáfono brotó de la multitud.

Por encima de las cabezas la gente fue pasándolo de mano en mano hasta el borde del saliente, donde estábamos encaramados. Una vez en las mías, pedí serenidad, expliqué que pronto se abrirían los portones para que el pueblo pasara a reencontrarse con su Comandante.

Las palabras comenzaron a surtir efecto. Los portones dejaron de crujir. Se impuso la razón.

El altavoz tenía calcomanías del Sistema Bolivariano de Comunicación e Información, en cuyo lanzamiento habíamos repartido miles entre comunidades populares. Usualmente escéptico, fue la primera de muchas veces que he creído percibir la mano de Chávez detrás de prodigios inexplicables en esta década.

Años después, el coronel-poeta Vivas me obsequió aquel megáfono. Desde entonces, lo atesoro como símbolo y recordatorio de aquellas horas transcurridas hace hoy 6 de marzo exactamente 10 años.

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