Colombia cuestionó la locura femenina

A través de un irónico monólogo que trasciende de la comedia a la tragedia, Fabio Rubiano y Marcela Valencia cuestionan la ligereza con que una mujer es llamada “loca”, abordando en escena el humor, la rabia, la infidelidad y las complejidades en torno a la relación de pareja a través de su obra Yo no estoy loca.

Texto: Ciudad Caracas

Una excéntrica, irreverente y atrevida actriz principal, llamada Cielo, defiende constantemente su sanidad ante una sociedad que condena y castiga sus opiniones sin reservas. Las preguntas que de niña debieron tener respuestas, las atónitas situaciones frente a las cuales el mundo enmudece y las denuncias que no se deben pasar por alto son para ella el motivo de su desgracia, representadas en las tablas del Teatro Bolívar con el talento que acostumbra la agrupación colombiana Teatro Petra.

Solo seis sillas adornaron la puesta en escena en la que Marcela Valencia, enfundada en la piel de Cielo, entretuvo a la audiencia del Festival Internacional de Teatro Caracas (FITCCS) por más de una hora, donde se ovacionó la firmeza de los diálogos y la gran expresividad escénica que la actriz utilizó a la hora de narrar la elocuente historia, escrita y dirigida por el dramaturgo bogotano Fabiano Rubiano en compañía de la aclamada actriz.

Teatro para el encuentro

esde tempranas horas de la tarde las funciones de circo y teatro de calle se ganan la atención de quienes transitan desde la Plaza de Los Museos hasta la estación del Metro de Bellas Artes. Ciudad Teatro ha contagiado a Caracas y la ha convertido en un escenario para el encuentro; la fiesta continuará hasta el domingo.

André y Dorine: un amor en tiempos de alzheimer

El silencio reinó en el Teatro Municipal, irrumpido por el teclear afanoso de André, un anciano que aunque ama su oficio en una máquina de escribir, ama también a la mujer –Dorine– que lo llevó a ratos de escenas mudas al pasado.

Kulunka Teatro, agrupación española, dedica esta pieza en pantomima al amor cuando es emboscado por el alzheimer. Toda ella es poesía visual; detrás de caretas de resina, los actores se redescubren y reencuentran.

El humor se hace visible y no choca en lo absoluto con la trama; la sencillez con la que retratan el amor, los recuerdos, las emociones, que una vez hizo reír a estos ancianos, es el hilo para permanecer hasta el final con André hasta el último viaje de Dorine, con su violonchelo, con su música y con su memoria perdida.

Inspirada en la obra del filósofo André Gorz y su compañera Dorine, quien sufría esta enfermedad degenerativa y quienes deciden suicidarse, conserva esta pieza teatral española solo los nombres de la pareja, en homenaje a su historia.

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