El reconocido músico se estrenó como Director de la monumental agrupación conformada por jóvenes pertenecientes al Sistema Nacional de Orquestas, y lo hizo con un repertorio fuera de serie.
Texto: Correo del Orinoco (Ángel Méndez)
El saoco y la sabrosura pudieron más que una inoportuna e impertinente gripe. Remedios caseros y un reposo militar permitieron que este cronista asistiera a uno de los mejores espectáculos que se hayan presentado en el auditorio de la CANTV en el ciclo ¡A sonar Orquestas!: la Latinocaribeña Simón Bolívar, dirigida a partir de ahora por el maestro Alfredo Naranjo, poseedor de un amplio conocimiento musical adquirido tanto en la Academia como en la calle y quien ha tenido la dicha de compartir con luminarias de la canción latinoamericana.
CAMBIO DE PALO PA’RUMBA
Cada músico tiene su manera de interpretar las melodías que atrapa en su cerebro y Alfredo tiene la virtud de llevar a un pentagrama los distintos géneros musicales con el adobo de su “Guajeo”, crisol musical donde logra transformar un viejo bolero en otra cosa sin quitarle la esencia que de por sí lleva la melodía. Nos preparábamos para algo nuevo, y así fue.
De entradita los muchachos de la Latinocaribeña le dijeron al público lo que traían en la bola: pura dulzura: salsa al estilo Naranjo, salsa con jazz. Una propuesta de altura, dinámica y sin desperdicio desarrollada en la mismísima “Alma Llanera”, que cantó Carlos Ontiveros, para después permitirnos apreciar “El Cumaco de San Juan” en la voz de quien se perfila como uno de los mejores soneros de la actualidad; un joven vocalista formado en los talleres de percusión de Manuel Moreno en la UCV como lo es Mauricio Marín. “Yo soy un negrito fino, fino, pero bien fino…” Demás está decir que el arreglo corrió por cuenta de Alfredito Naranjo. Al llegar a este punto, los bailadores de siempre, quienes se mueven hasta con los aplausos -eso te quedó bien José Gregorio Acero- debieron apretar en ritmo del merengue caraqueño.
Alfredo, quien verdaderamente se gozó su debut con la Latinocaribeña, presentó a Jeferlin Olivares, una niña que da sus primeros pasos en el mundo de la canción. A ella le tocaron dos temas nada fáciles como lo son “Déjala bailar” y “Barlovento”, marcado el primero por Soledad Bravo y Orlando “Watussi” el segundo. El público aplaudió cada interpretación y Alfredo no mezquinaba la ejecución musical al recalcar, una y otra vez, que se encontraba ante una agrupación conformada por los mejores músicos de Venezuela. Quizás la ventaja que ellos tienen hoy día en comparación con quienes se formaron hace unos cuantos años, reside en que aparte de las enseñanzas académicas, la calle y la nocturnidad son un efectivo aprendizaje… y no tienen que esconderse para cantar salsa.
ROMPESARAGUEY Y TIERRA MIA
La parte docente no escapó del espectáculo. Naranjo presentó una pieza de Héctor Lavoe cuya entrada es todo un poema. Explicó que esos primer acordes en sí son toda una pieza musical y para ello utilizó las voces de la Latinocaribeña quienes le darían paso a Jeison Ascanio, quien se atrevió y se montó en esta famosa canción que hiciera famosa “El cantante de los cantantes”, Héctor Lavoe. Jeison cumplió el cometido y se apegó con sobriedad al fraseo planteado por el de Ponce.
Y llegó la que esperábamos: Verónica Verdú, “La sonera de Barlovento”, como la calificáramos en un reportaje anterior. Si alguien tenía dudas de las cualidades de Verdú, ayer fueron disipadas. Es SONERA, con mayúsculas. Sube hasta donde le da la gana y lo hace sin desafinar. Tiene escena y se conecta con el público que ayer le brindó una muy merecida ovasión. Primero por su interpretación de un bolerazo, “Tierra mía” y más tarde con el epílogo realizado en compañía de Mauricio Marín. El binomio nos sorprendió con un tema que tuvimos el privilegio de escuchar con Celia Cruz y Pete “El Conde” Rodríguez y más tarde con Mariana “La Sonera” y Rodrigo Mendoza: “Encántigo”.
Ambos se lucieron jugando con primeras y segundas voces, pero la guinda se la colocaron en el fraseo donde cada cual demostró que no nos equivocamos al juzgarlos como la generación de relevo. No hay comiquitas, señores. ¡Estos son! Por su parte, Alfredo se vaciló su dirección. Pidió aplausos, levantó los brazos, acompañó a los soneros en la coreografía. En síntesis, era lo que estaba faltando en la Latinocaribeña. Uno, como simple espectador, lo agradece. Bien por Alfredo, por los muchachos de la Latinocaribeña y bien por la Conexión Cultural Cantv. ¡Saravá!¡