El ministro del Poder Popular para la Cultura dedica su columna semanal en CiudadCCS al tema del autoexilio por parte de cierto grupo de venezolanos que se han dejado influenciar por la propaganda negativa contra el país. “El éxodo comenzó a ser noticia en 2005, es decir, mucho antes de que fuese una realidad. El sentimiento de autoexilio es consecuencia del bombardeo propagandístico del miedo pero también de la exaltación de nuestro cerebro primario donde la naturaleza escribió la indeleble vocación por la huida. Había que dejar el país sin jóvenes y para eso los medios le virtualizaron el país”.
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La propaganda contra la Revolución Bolivariana tendrá que ser objeto de estudio algún día. En ella se sistematizan todas las formas de agresión simbólica usadas contra cualquier enemigo en tiempos de guerra. De la tergiversación a la mentira son miles las fórmulas empleadas para frustrar su realización. Empecemos por afirmar que ésta no es una confrontación de un gobierno contra una oposición política sino contra un aparato mediático que crea y disuelve la imagen de un antagonista a la conveniencia del mercado opositor, como se hace con un producto comercial. Esto le imprime un carácter particular a nuestras tensiones que se expresan en la lucha por dominar la percepción de la realidad. El tema es atractivo por sus múltiples flancos, yo querría acotarlo en uno muy particular que tiene que ver con la configuración del pesimismo y el autoexilio.
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Con todos los imperfectos que puedan encontrarle a la Revolución, la verdad es que ningún proceso político alcanzó jamás niveles de bienestar social en tan poco tiempo: la reducción de la pobreza extrema de 34% a 4% es una cifra (certificada por la misma comunidad internacional que nos asedia) que habla sola. Ocurre que ningún otro gobierno se planteó la renta petrolera en función de pagar la inmensa deuda social y no del desarrollo del capital. Pese a los resultados estadísticos y reales no se registra en los medios de comunicación más que pesimismo y negación. Y temprano se orientaron las matrices, ante los reiterados fracasos electorales de la prensa, hacia la inoculación del éxodo.
Si bien las cosas estaban mejorando sensiblemente para todos, la opinión pública inventaba de un futuro desolador, de un regreso a la dictadura, de un país sin oportunidades. Una estética de la duda y la tristeza, una seudopolítica romántica, nihilista, se fue fraguando de a poco. Los titulares de ayer que “predecían” el apocalipsis nacional fueron redactados por laboratorios expertos en percepción de la realidad, digo bien, en crear las condiciones afectivas para ello. Y el éxodo comenzó a ser noticia en 2005, es decir, mucho antes de que fuese una realidad. El sentimiento de autoexilio es consecuencia del bombardeo propagandístico del miedo pero también de la exaltación de nuestro cerebro primario donde la naturaleza escribió la indeleble vocación por la huida. Había que dejar el país sin jóvenes y para eso los medios le virtualizaron el país. La estadística de autoexilio es aún baja en relación a lo real pero de cara a la debilitada militancia opositora parece ser hoy su dilema demográfico.
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Ahora leo, de los mismos laboratorios, noticias sobre lo mal que lo pasan los venezolanos en el exterior. Que deben negar su origen, falsear su acento y asumir empleos “denigrantes”. Que lo mejor será que vuelvan. Y en artículos de opinión de la misma calaña se leen reproches a los que se fueron. Aquel epíteto de “cerebros en fuga” dio paso al de “cobardes y egoístas”. Porque es obvio que ha cambiado el producto, el eslogan ya no es “este país no vale la pena” ahora ensayan el “lucha por tu país”.
El autoexilio como fórmula para debilitar la Revolución los ha dejado a ellos sin mercado local que compre la pomada, y, sobre todo, sin soldados dispuestos a sacrificarse por ellos. La propaganda antigobierno que en el fondo es discurso antinacional, busca resemantizarse. ¿Es tarde para que se vistan de país? Diría que sí, pues, mientras la MUD les convoca a la violencia en las calles, sus muchachos sólo oyen el llamado “Pasajeros con destino a Panamá”.