El concepto “crisis humanitaria”, según la Organización de Naciones Unidas, está relacionado a situaciones de emergencia producto de desastres por eventos naturales (terremotos, inundaciones y tormentas) y a conflictos armados de alta intensidad que ponen en peligro la vida de millones de personas. No es un término ingenuo o desprovisto de fines políticos, ya que los aparatos militares de los países centrales (la OTAN y el Pentágono) aprovechan los desastres naturales o situaciones de conflicto interno como una autopista para la intervención a países soberanos, utilizando a la ONU como soporte legal y a las ONGs como propagandistas. Los de Haití (2010) y Somalia (1993) son algunos de los casos más estremecedores de cómo una situación de dificultad específica deriva en violaciones a la soberanía por parte de fuerzas políticas y militares extranjeras.
En el manual TC 18-01 de las Fuerzas Especiales del Pentágono sobre la Guerra No Convencional, la “asistencia humanitaria” (sea ésta un canal o puente) aparece como la fase donde debe “desembocar” el conjunto de operaciones de sabotaje económico y político a la vida de la población. En ese marco operacional, el general John Kelly, exjefe del Comando Sur, expresaba en CNN: “Lo que me mantiene despierto en la noche con respecto a Venezuela es que si hay alguna crisis humanitaria importante, es decir, un colapso de la economía al punto de que necesiten desesperadamente alimentos y medicamentos, entonces podríamos reaccionar a eso. Y lo haríamos”.
En tal sentido, la guerra económica, el sabotaje a los servicios públicos y el financiamiento de acciones violentas (saqueos o disturbios) posteriormente cartelizadas a escala planetaria bajo la matriz del “hambre” y del “Estado fallido”, diseñan el escenario (mediatizado) y fabrican la “necesidad” para que los actores políticos de la derecha venezolana coordinen, negocien y planifiquen una intervención dosificada por “razones humanitarias” a discreción de los centros de poder global: Estados Unidos y Europa. Se hace necesario reafirmar que los actores que más hablan sobre “crisis humanitaria” son los mismos que financian saqueos y protestas violentas. Voluntad Popular hace el trabajo sucio para que Lilian Tintori, la primera dama de dicho partido político, pueda desplegarse por el mundo a hacer lobby en nombre de la “crisis humanitaria”.
El manual en cuestión refiere que “las crisis humanitarias o las condiciones que se presentan durante el curso de las operaciones de Guerra No Convencional deben desembocar en asistencia humanitaria. Dichas operaciones involucran estas asistencias para beneficiar a las poblaciones que sienten simpatía o potencial simpatía por algún esfuerzo particular de la Guerra No Convencional”.
Esta cita resume el carácter político de este concepto y las maniobras de operadores como José Manuel Olivares (Primero Justicia), Luis Florido (Voluntad Popular) o Lilian Tintori en el extranjero. El pasado 19 de abril, el canciller de España, García Margallo, ofreció “ayuda humanitaria” a Venezuela sin pasar por los filtros requeridos por la ONU, esquivando el consentimiento del Poder Ejecutivo venezolano, actuando como un vasallo de Washington para sentar un precedente de violación de nuestra soberanía.
Las autoridades no electas (dado que Rajoy sigue sin consenso para formar gobierno) y los principales lobbys mediáticos y económicos del Reino de España son actores de la Guerra No Convencional, en tanto cumplen con la función de generar un fuerte asedio propagandístico, diplomático y financiero contra Venezuela.
La “empatía” de la que habla el manual del Pentágono sobre la Guerra No Convencional radica en que la “ayuda humanitaria” extralegal y engañosa del Reino de España tenía como objetivo cristalizar su papel como “salvador de Venezuela” ante la opinión pública antichavista nacional y global, suplantando las facultades de las autoridades legítimas del país para resolver los problemas internos.
No contar con el chavismo como un sólido sujeto político e histórico sigue siendo el boquete de este manual, su desaguadero permanente, el tormento de sus planificadores.