El protagonismo que la derecha política y mediática española ha concedido a Venezuela en los últimos meses está sorprendiendo a la mayoría de los ciudadanos. La tendencia a la presencia de este país es tan fuerte que arrastra a todos los medios y todos los programas, incluso cuando quieren denunciar esa misma presencia. El Gran Wyoming, en El Intermedio de La Sexta, ironiza sobre ello precisamente después de dedicar diez minutos a la visita de Albert Rivera al país latinoamericano. Otras veces no pueden negar el abuso de la temática, pero ello no les impide seguir con el asunto. En el Canal Internacional de TVE el periodista le pregunta a la diputada de Podemos Carolina Bescansa si no cree que los medios tratan demasiado el tema de Venezuela. De modo que hablar mucho de Venezuela en los medios es utilizado como percha para seguir hablando de Venezuela. Hasta a la alcaldesa de Barcelona la preguntan por ese país. La situación es tan surrealista que llegó a ser titular de noticia que Pedro Sánchez… no iría a Venezuela (“Sánchez ni irá a Venezuela, ni hará una gira por Latinoamérica”. Público, 26 de mayo). ¿Se imaginan el titular de precampaña electoral en la prensa estadounidense de que Donald Trump no irá a Polonia?
Texto: Pascual Serrano, CubaDebate
Están siendo portada las colas para conseguir leche en Venezuela en medios que nunca contaron que Cuba lleva años suministrándola gratis a los niños de menos de nueve años. Esos medios españoles que no informaron de que la empresa Coca Cola España incumplió la sentencia de la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo que declaraba nulo el despido de 1.250 trabajadores y le obligaba a readmitirlos, llevan a sus portadas que Coca Cola Venezuela no tiene azúcar para fabricar refresco. La expulsión por el gobierno de Marruecos de cinco abogados españoles por solidarizarse con los presos saharauis pasó por nuestros medios sin pena ni gloria, mientras que los políticos españoles pueden dar ruedas de prensa con los familiares de presos venezolanos condenados por delitos de incendio intencional, instigación pública, daños a la propiedad pública y asociación para delinquir. En algún caso culpables, según sentencia judicial, de instigar manifestaciones y acciones violentas que se saldaron con la muerte de 43 personas y cientos de heridos.
Decía el Che Guevara que desgraciados los tiempos en que hay que explicar lo obvio. Y eso es lo que parece que deben hacer los portavoces de Podemos en precampaña electoral española: que lo lógico sería hablar de los problemas de España y no de los de Venezuela. Un país de 31 millones de habitantes que tiene un millón de emigrados, frente a una España que, con 46 millones de habitantes, tiene 2.305.030 emigrantes. Y 200.000 de ellos prefieren estar y continúan en Venezuela. Lo obvio es deducir la mentira que hay detrás del discurso de que los medios venezolanos no tienen libertad, cuando los políticos españoles van a Caracas y los vemos rodeados de decenas de micrófonos de esos medios venezolanos.
En realidad, lo que se está haciendo es utilizar el periodismo, la información y la agenda noticiosa al servicio de una causa política y partidista: combatir a cualquier opción que pueda haber tenido relación con el gobierno venezolano y estigmatizar un proceso político que puede cometer el sacrilegio de demostrar que hay un alternativa al salvaje neoliberalismo imperante. Para ello se produce la perfecta simbiosis entre las posiciones políticas neoliberales y los medios. De ahí el peregrinaje de los políticos a Caracas, tanto tiempo diciéndonos que nos fuéramos nosotros a Venezuela cuando hablábamos bien de aquel proceso y han terminado yendo ellos. La campaña llega hasta a performances como el enorme cartel con el rostro del preso Leopoldo López en la fachada del edificio de la Comunidad de Madrid. Un edificio donde se torturaba y asesinaba mientras era ministro el presidente del partido político al que pertenece quien ordenó colocar el cartel de López.
En varias ocasiones hemos llamado la atención sobre esa estrategia que podríamos denominar silencio/portada, que consiste en mantener de actualidad el país y el gobierno que se quiere presentar como inestable, convulso y en crisis. Mientras tanto, los medios se olvidan del país -y el gobierno- cuyas políticas comparten y de lo que se trata es silenciar cualquier respuesta o movilización social que se produzca. Por eso los españoles conocen quién es el presidente de Venezuela o Bolivia y no sabrían decir quién es el de Perú o México. En realidad tampoco serían capaces de nombrar cuál era el presidente de Venezuela antes de que llegase Hugo Chávez o de Bolivia antes de que gobernase Evo Morales.
No estoy de acuerdo con quienes dicen que la desmedida atención de los medios a Venezuela surge exclusivamente a partir de la presencia de Podemos y como munición contra ese partido. Sin duda influye, pero hace mucho que este país tiene una presencia tan exagerada como tergiversada en la prensa española. Concretamente desde el momento en que comprobaron que gobernaba un presidente que no iba a seguir los dictados neoliberales. Probablemente fuera Chávez el líder latinoamericano que más ocupó los titulares de nuestra prensa.
Resultó muy elocuente la acertada reacción de Juan Carlos Monedero a un periodista que le preguntó sobre Venezuela. El profesor de Ciencias Políticas, en lugar de responder al periodista le preguntó a su vez quién era el presidente de Portugal, a lo que el periodista le respondió balbuceando “¿El actual presidente de Portugal? Eehmm… ahh… Ahora me pillas… no, lo sé, lo sé”.
“No, no lo sabes -le espetó Monedero- no sabes cómo se llama el presidente de Portugal, con el que compartimos frontera, y te permites el lujo de prestarle atención, como siempre, a Venezuela”. Sirva este ejemplo para sugerir que tomen nota algunos políticos de izquierda de los que son constantemente acosados desde la caverna mediática. Si unos periodistas hacen afirmaciones en lugar de preguntas cuando entrevistan, quizás algunos políticos deberían plantearles también preguntas a los periodistas en lugar de respuestas.