A mí cuando me hablan de “injerencia cubana” en Venezuela pienso más en Delia Fiallo que en Fidel Castro. La señora, a través de sus telenovelas, influyó más en el imaginario de los venezolanos y venezolanas de la segunda mitad del siglo XX, que el comandante de la Sierra Maestra. Como repiten los más recalcitrantes dirigentes de la oposición, en Venezuela hay una injerencia cubana, pero no viene de La Habana, Cuba, sino de Miami, EEUU.
Autor: Ylich Carvajal Centeno
Fuente: Panorama
Desde los tiempos del “ta´ barato dame dos”, Miami —que es hechura del exilio cubano furioso anticastrista— ha tenido una enorme injerencia en la vida social, cultural, política y económica de Venezuela. Se ha constituido en un referente para algunos sectores medios del país que la tienen como su “Meca”, de la que no sólo han copiado el estilo de vida, sino que, además, les ha contagiado el odio viral por la revolución cubana.
Tras 50 años de propaganda anticastrista, mentarles a “los hermanos Castro” equivale a nombrar a El Silbón en los llanos una tarde de Cuaresma. Lo que el régimen “castrocomunista” simboliza para estos sectores está tan arraigado en su imaginario, que ni el hecho cierto de que muchos de ellos, sus familiares y amigos acuden a los CDI y SRI para recuperar su salud, ha logrado moverles el piso ideológico. Pues la realidad no es la mera realidad tangible, sino la lectura que haces de ella con el abecedario de tu ideología, con tu estética y sensibilidad, por lo general malogradas por la ideología.
Muchos “clase media” venezolanos asocian hacer colas, la escasez de alimentos y de productos de higiene personal con la idea reducida que tienen de Cuba y cuando el Gobierno habló de crear una tarjeta de abastecimiento, les evocó la libreta de racionamiento que ya no existe en la isla.
Porque la idea de Cuba que la propaganda de derecha ha creado en la mente de algunos venezolanos no calza con la realidad, por ello, mientras María Machado culpaba al “castrocomunismo” de que ella perdiera su condición de diputada, Raúl Castro anunciaba al mundo que la isla se abrirá a los capitales extranjeros.
Pero este ritornelo trasnochado del “castrocomunismo” que enardece a sectores medios y los convoca a la guarimba, es absolutamente inocuo en los sectores populares que, si bien han sido objeto también del adoctrinamiento de la ideología de derecha, ven a la misión cubana en Venezuela como un aliado en la reivindicación de su derecho a la salud y no como un enemigo del estatus social modelado por Miami al que aspiran los sectores medios.
Esa injerencia cubana, que se oculta tras el discurso contra los hermanos Castro, explica cómo Roberto Alonso, que es algo así como un Igor –el abyecto lacayo del doctor Frankenstein- al servicio del stablishment del exilio cubano, logró el patrocinio para sus guarimbas.
Fue esa injerencia cubana, que tiene voceros en el Congreso de los EE UU como el senador Marcos Rubio, la que impuso a la MUD el discurso disociado de “Maduro dictador” y en consecuencia, el desconocimiento de las instituciones del país, lo que serviría de justificación para un pretendido golpe de Estado, pero que ha terminado entrampado a la oposición.
Y es esa injerencia cubana la que decidió sustituir el liderazgo de Henrique Capriles, a quien Alonso llama desde traidor hasta “rosado rosadito”, y apostar todo al “duro” de Leopoldo López y a María Machado, provocando la ruptura en la MUD que ya nadie se molesta en ocultar. Para aliados cubanos como esos, prefiero a los hermanos Castros.