Entrevista del Ministro del Poder Popular para la Cultura realizada por el periodista argentino Fernando Vicente Prieto, corresponsal en Caracas de Notas – Periodismo Popular y colaborador en otros medios de comunicación, en el marco del Foro Permanente de Pensamiento y Acción realizado la semana pasada en el Teatro Bolívar de Caracas.
Autor: Fernando Vicente Prieto
El Ministro del Poder Popular para la Cultura nos recibe a la mañana en su despacho, en el piso 25 de la Torre Norte de Plaza Caracas. Mientras desayunamos, conversamos sobre la coyuntura del país y los debates que atraviesan por estos días a la sociedad venezolana y al campo revolucionario en particular.
Están en pleno desarrollo las primeras jornadas del Foro Permanente de Pensamiento y Acción, iniciativa acordada en el Consejo Presidencial de Gobierno Popular para la Cultura, que en la edición de enero está dedicada al tema “Guerra Económica y Contraofensiva Productiva”.
La actividad es organizada por el Ministerio para la Cultura desde una perspectiva amplia, intentando reunir, visibilizar, articular las diversas expresiones del pensamiento y la acción. Sobre este y otros temas relacionados se desarrolla la entrevista.
¿Cuáles objetivos y qué concepción tiene el Foro Permanente de Pensamiento y Acción en relación a la actualidad de la Revolución Bolivariana?
Reinaldo Iturriza: Contra el sentido común que muy interesadamente ha construido la fuerza contraria a la Revolución aquí en Venezuela, el presidente Nicolás Maduro, como en su momento lo fue el Comandante Chávez, es una persona muy sensible al tema intelectual.
Él cree firmemente en el valioso y decisivo aporte que pueden hacer nuestros intelectuales, pero lo más interesante es que problematiza el mismo concepto de intelectualidad. Está desde la figura del intelectual clásico que escribe libros muy buenos, o que produce obras muy extraordinarias, hasta la idea más gramsciana – el presidente tiene un gran respeto por el pensamiento gramsciano en general- del intelectual colectivo.
Yo he recordado de manera pública, en varias oportunidades, algunas de las expresiones del presidente Nicolás Maduro en sus primeros días de gobierno, donde insistía mucho en este tema. Son los momentos en los que hablaba de la necesidad de crear un nuevo sistema de gobierno popular, y problematizaba el tema de la práctica de gobierno. El presidente durante sus primeros días y semanas, en pleno Gobierno de calle, hacía una reflexión en este sentido sumamente interesante.
El propio Gobierno de calle, como iniciativa de Gobierno, obedecía a la urgencia de dar la cara, de crear espacios de interpelación, de interlocución, de vernos con el pueblo, de “reencontrarnos”, si puede caber esa expresión. Llegará el momento en que se calibrará el nivel del análisis que el Presidente hacía en ese momento. Es un hombre que tiene que enfrentarse a las circunstancias de calzarse los zapatos del Comandante Chávez y gobernar, estar al mando.
Como decíamos en estos días, a propósito de un acto en honor a José Martí, “gobernar es crear”. Entonces, para crear es fundamental el ejercicio intelectual. No solamente de nuestros intelectuales, a los que, insisto, el Presidente les otorga un valor muy grande, sino de nuestros jóvenes intelectuales, que son mucho menos conocidos y tienen una producción muchísimo menor a los intelectuales consolidados, y también nuestros voceros y voceras del movimiento popular en sus diversas expresiones.
Si nosotros podemos garantizar la presencia allí de voceros y representantes del alto gobierno, creo que está completo el cuadro. Un espacio donde, por ejemplo, esté un intelectual como Luis Britto García, un joven intelectual como Luis Salas, esté el vicepresidente de la Planificación y el Conocimiento, Ricardo Menéndez y esté un militante o vocero, integrante de una comuna. No quiero decir que ahí esté el todo, pero expresa bastante bien la Venezuela que está luchando por construir una sociedad distinta.
Entonces el Foro es una iniciativa que el presidente aprueba, y ahorita en enero tenemos la primera edición, que la hemos llamado “Foro Permanente de Pensamiento y Acción”, subrayando justamente la necesaria relación entre una cosa y la otra, a la que alude también el concepto de intelectual colectivo. Y lo hemos hecho discutiendo sobre un tema urgente: “Guerra Económica y Contraofensiva Productiva”.
Alguna gente puede llegar a creer que ya no hay más nada que pensar, que discutir, que lo que hay es que hacer. Eso en una medida puede considerarse cierto y justo, pero lo que no puede considerarse correcto de ninguna manera, bajo ninguna circunstancia, es no tener espacios de interlocución.
Creo que no tiene ninguna discusión que en Venezuela esos espacios no abundan, y que el Presidente está haciendo un esfuerzo para garantizar que haya esos espacios de discusión y que tengan un alcance estratégico, como son los Consejos Presidenciales del Gobierno Popular. Pero eso alcanza sólo a un nivel.
A mí me parece que todos deberíamos estar propiciando espacios para la interlocución, donde estos distintos sujetos se encuentren con el ciudadano común, y estos tengan la oportunidad de intercambiar con intelectuales, con ministros, con las personas que están en la comuna. Creo que son iniciativas que contribuyen además al enriquecimiento de la esfera pública. La Revolución Bolivariana es inconcebible sin una revitalización de la esfera pública.
Aquí lo público había desaparecido completamente, aquí lo público era inmediatamente violencia. Antes de la Revolución Bolivariana, ocupar el espacio público para reclamar, para manifestarse, se traducía directamente en violencia. El chavismo se tradujo en la ocupación casi total del espacio público.
Ahora las manifestaciones de violencia más fascistas de la derecha, que se propagandizan sobre todo en el exterior para ilustrar cómo “este gobierno totalitario niega espacios de participación a los estudiantes y a la sociedad civil”, implican absolutamente todo lo contrario.
Es una minoría de la sociedad que quiere poner en riesgo un experimento democrático, una sociedad que comienza a cambiar y que se caracteriza precisamente por la politización de su ciudadanía, por la construcción misma de ciudadanía y por el fortalecimiento del espacio público.
La apuesta estratégica del Foro Permanente es esa, justamente: que sea literalmente un foro permanente donde sea posible la interlocución sobre los problemas fundamentales del país. Hay que terminar de superar la lógica reactiva. Esto salía en el foro, de hecho, como una demanda.
Creo que no hay que entretenerse en asuntos secundarios, que es hacia donde la derecha siempre trata de arrastrarnos: a que perdamos el tiempo en asuntos secundarios. Este Foro Permanente apunta a la discusión sobre los temas fundamentales de esta sociedad, a que nosotros busquemos de manera colectiva las respuestas a esos interrogantes.
¿Cuáles son esos problemas fundamentales, en este momento específico de la Revolución?
RI: Todo lo concerniente a la necesidad de transformar definitivamente nuestro modelo económico. Nadie duda que aquí en Venezuela se ha producido lo que el Comandante Chávez llamaba “una refundación” en términos políticos, que ha habido un extraordinario avance en materia social.
En la primera jornada del Foro (N. de E.: el jueves 29 de enero), Ricardo Menéndez también insistía, en su intervención, en que el avance no había sido sólo en el plano social sino también en el económico, pero apuntando que nosotros seguimos siendo, obviamente, una sociedad capitalista, y que no podemos olvidar nunca nuestra orientación estratégica, que es justamente construir una sociedad socialista. Para eso no hay fórmula, hay retrocesos puntuales, en algunos casos muy importantes, y bueno, naturalmente, hay avances.
Está abierta una discusión que exige la atención de todos nosotros, que nos merecemos todos, sobre el conjunto bastante grande de decisiones tácticas a tomar para consolidar el rumbo hacia un horizonte no capitalista y para neutralizar, que es más o menos lo mismo, los efectos que ha producido el feroz ataque que está sufriendo la economía venezolana en este momento.
Eso, como te decía, respecto a muchas medidas que hay que tomar. Eso está sometido a debate, no puede ser un debate que nosotros lo reservemos a los economistas: no les pertenece a ellos, no es materia de economistas el destino de la economía venezolana. El destino de la economía venezolana es el destino de toda la sociedad venezolana.
Entonces, ese es un problema fundamental: la naturaleza de la estructura económica venezolana. En la inauguración, Luis Britto García hacía un alegato muy interesante en contra del término “rentista”.
A falta de otros términos, bueno, hablamos de “rentismo”, y en esto nos parecemos mucho a todos los países de América Latina, esta fue históricamente una economía de puertos, monoproductora.
A todos nuestros países se les reservó una función muy específica en la división internacional del trabajo y eso tiene profundas implicaciones en la manera como se configuraron nuestras sociedades; desde la manera como se formó nuestra intelectualidad, desde el plano material de las ideas, hasta la manera como se conformó y se estructuró nuestra “clase política”.
La “clase política” siempre ha sido cipaya. Su función era resguardar los intereses del capital extranjero, que sacaban materias primas o algunos bienes manufacturados, porque así lo exigían algunas economías metropolitanas, Estados Unidos y algunos países de Europa, y eso implicaba la conformación de una clase media nacida al amparo que ese modelo económico le reservaba a una parte de la sociedad, pero siempre manteniendo excluida a la mayor parte de la población.
En Venezuela, ya lo sabemos, nosotros venimos de un modelo económico… de un país prácticamente monoproductor de rubros como cacao y café, y en dos décadas, a inicios del siglo XX, nos convertimos en un país que produce fundamentalmente petróleo. Y entonces, durante cien años, esta fue una sociedad donde prácticamente se regaló el petróleo a las principales potencias.
Es decir, nuestra economía siempre ha estado sujeta a intereses que no son los nuestros y eso, por supuesto, siempre ha perjudicado a la población venezolana.
Nosotros ahorita con la Revolución Bolivariana es que estamos apenas comenzando con algunas medidas puntuales y soberanas a recuperar parte de la renta petrolera y mira todo lo que hemos podido hacer. Estamos apenas comenzando, apenas, apenas comenzando.
Con solamente distribuir, recuperar como te digo, parte de todo el trabajo que nosotros hacemos para obtener nuestro petróleo. Transformar esa sociedad, es decir, ubicar o identificar qué papel juega cada uno de nosotros, qué papel juega la intelectualidad, qué papel juega la “clase política”, qué papel juegan las ideas en todo esto. ¿Nosotros vamos a construir una sociedad con las ideas prestadas de otros países metropolitanos?.
Repensar todo esto es repensar los problemas fundamentales del pueblo. Como intelectualidad colectiva, nosotros no podemos rehuir a la discusión sobre estos asuntos. Y bueno, también hay que dedicarle tiempo a otras cosas, pero los problemas fundamentales son estos.
Una sociedad que se plantea transformarse, que se ve profundizando la democracia, tiene que encarar estos asuntos, que tienen que estar sometidos permanentemente a la lucha de ideas.
En relación a los términos “pensamiento” y “acción” con los que se convoca al Foro, ¿cómo se piensa ese pasaje de lo que es el ámbito del debate al ámbito de la acción, a partir de esas conclusiones o de esos elementos que se ponen en juego desde el alto gobierno, desde el poder popular organizado, desde la intelectualidad entendida de forma más clásica?
RI: Theodor Adorno decía que ese es un “falso dilema”. Por eso la reivindicación del concepto de praxis. Él decía que el ejercicio del pensamiento era una acción, una acción decisiva. Pero sin entrar en esos debates y yendo a lo que es el propósito de tu pregunta, nosotros sí creemos que es fundamental que estas discusiones, más allá de poner a circular planteamientos, se traduzcan en propuestas concretas.
Nosotros lo necesitamos, como gobierno, como representantes del gobierno nacional. Creo que el pueblo venezolano lo necesita. El pueblo en general, al que nosotros pertenecemos. ¿Por qué? Bueno, porque es una sociedad que se plantea como horizonte el autogobierno popular.
No estamos hablando del gobierno como una entelequia, sino justamente como una práctica. Nosotros necesitamos “descubrir”, en el ejercicio del pensamiento y en la calle, en el debate, la solución a nuestros problemas. Esto se traduce en el formato de estas jornadas del foro.
Hasta ahora lo que hemos discutido es qué quisiéramos que este foro garantice un espacio de síntesis, tal vez a través de mesas de trabajo, sobre lo que se ha discutido, y su traducción en propuestas.
El Presidente acaba de hacer la convocatoria pública a los economistas para que hagan sus propuestas. Bueno, algo parecido. O mejor dicho, la necesidad es la misma, lo que estamos ahorita resolviendo es el cómo garantizar eso. Porque más allá de que discutir sobre el espacio público ya tiene un valor en sí mismo, para que ese espacio público tenga “eficacia política” -para decirlo con Alfredo Maneiro-, entonces tiene que contribuir a transformar las relaciones sociales existentes. Tiene que contribuir a transformar la realidad. Pero eso tenemos que hacerlo viable nosotros, y forma parte de nuestras reflexiones iniciales ahorita que estamos instalando este primer Foro Permanente.
Pareciera haber una tensión, a partir de la situación muy particular que vive la Revolución Bolivariana en esta etapa, entre la necesidad de generar ámbitos de debate amplios, en el sentido en que lo planteabas, lo cual supone asumir un nivel de crítica, autocrítica, de reflexión profunda sobre aciertos y sobre errores, y las urgencias cotidianas que tiene el gobierno para enfrentar una ofensiva de la derecha. Es decir, la posibilidad de que esa amplia circulación de debates y de críticas pueda impactar coyunturalmente -en lo electoral, además-, sobre el gobierno. ¿Cuál es tu opinión sobre esa situación?
RI: Eso no solamente sucede en Venezuela, es natural en cualquier proceso revolucionario. Hay gente que hace mucho escándalo con esto, de manera interesada, sobre todo las posiciones –con mucho respeto, pero me permito llamarlas así- “ultrosas”.
Es difícil hablar de esto en serio y que no parezca que uno está haciendo un mal chiste de un fenómeno. El ultrosismo es un fenómeno universal de toda revolución. Y el conservadurismo más fuerte, para no utilizar otra palabra con mayor carga. Son extremos que se tocan.
En las mismas filas revolucionarias, el ultrosismo y el conservadurismo son extremos que se tocan, y eventualmente polemizan y esas polémicas a veces copan los espacios. El ultrosismo cuestionando que el conservadurismo está traicionando la revolución, y el conservadurismo diciendo que el ultrosismo está infiltrado por la CIA.
Yo creo que hay que reconocer que estas son tendencias naturales. Hacer una revolución, hermano, es la épica de los pueblos, no estamos hablando de cualquier cosa. A veces se nos olvida el esfuerzo que esto implica. Lo que pasa es que uno no habla del sacrificio. La experiencia de hacer una revolución es una experiencia fundamentalmente gozosa, hermano. O sea, uno no puede concebir la vida si no es así.
Es una experiencia totalmente alegre. A nosotros nos alegra estar en lo que estamos, con todo el trabajo que esto implique. Seguramente muchos de los que estamos en posiciones de gobierno, si esto fuera la Cuarta República todavía, no estaríamos aquí, estaríamos haciendo otra cosa.
Pero también es normal que haya gente que se agote, que se acomode, que entre a una institución y entonces comience a hablar por los intereses de la institución y no por los intereses del pueblo todo. Que comience a valorar la importancia de proyectar su gestión y no la política. Es decir, si una institución no está al servicio de una política revolucionaria, ¿para qué sirve, hermano?
Una gestión no puede estar al servicio de una persona, de un grupo de gente que, como tiene aspiraciones personales, entonces quiere aparentar o quiere demostrarle a todo el mundo que es eficiente. Eso sucede, es de humano. Errar es de humanos.
En una revolución, eso es errar. Acomodarse, comenzar a defender la lógica institucional, la lógica burocrática, que la gente te aborde en la calle y te critique y que tú digas “¡La gente sí critica!”. La gente, ¿no? La generalización, esa práctica tan chocante y tan antidemocrática. “La gente sí critica”, “esta gente sí pide”.
O los funcionarios que creen que dando a los que piden, entonces está haciendo una revolución. Todas esas cosas pasan. Y lo que te digo, siempre está el grupito, el público de galería que siempre está diciendo: “Mira, allá están lo que están traicionando a la revolución”, pero no hacen nada para que las cosas cambien. Como si no se hace lo que ellos dicen, entonces las cosas van mal.
¿Por qué te digo todo esto? Porque bueno, siempre van a haber las fuerzas, los individuos, que opinen que estas son cuestiones secundarias. Para ponerte un ejemplo: “Yo no puedo detenerme a discutir eso que tú llamas ‘los problemas fundamentales’, porque tengo que gobernar, tengo que conseguir el dinero con el que la República va a pagar sus egresos”. Eso es verdad, hay que resolver problemas urgentísimos, pero uno nunca puede dejar de lado la discusión sobre los problemas fundamentales.
Yo insisto en lo de los problemas fundamentales, que son los que delimitan el marco estratégico de lo que estamos haciendo, el horizonte estratégico. Si nosotros, demócratas, bolivarianos, salimos de allí, es como salirnos de la Constitución. Cuando nos salimos de allí, estamos comenzando a ser pragmáticos, estamos imponiendo lo que nosotros llamamos, cuando comenzamos a militar hace 20 años, el “tareísmo”.
Estamos cumpliendo tareas, pero no sabemos por qué. Entonces, el ejercicio mismo de gobierno comienza a hacerse un ejercicio pesado, comienzas a perder de vista cuál es el sentido de lo que estás haciendo. Y la experiencia de gobernar se convierte en una experiencia poco grata. Porque tú sabes que tenemos que pagar estas deudas, pero no sabes muy bien por qué. Y de repente se puede hacer de otra manera, pero tú no discutes eso. Entonces, es absolutamente natural que haya esa tendencia a considerar que estos son asuntos sucedáneos, pero no lo son en absoluto.
La discusión sobre lo estratégico nunca puede ser considerada un asunto de segunda mano. Lo que no se puede hacer, porque es el contrasentido total, es estar permanentemente discutiendo, solamente.
Si vivimos reflexionando permanentemente sobre lo estratégico y dejamos de lado lo táctico, naturalmente vamos a ser derrotados en pocos días. Bueno, entonces creo que en general éste es un espacio bien valorado, en el alto gobierno, en el pueblo organizado.
A veces nosotros hablamos de lo electoral como si fuera otro universo de la política. Bueno, “llegó lo electoral, ya no podemos seguir haciendo lo que hacíamos”. Y es al revés: todo lo que hacemos es para que, llegado el momento de las elecciones, nosotros volvamos a ganar. Todo lo hacemos pensando en eso.
Para que se entienda bien: nosotros tenemos que gobernar bien para seguir legitimando este proceso, para seguir gobernando bien. O sea, no es que vamos a gobernar bien ahorita porque tenemos que ganar las elecciones. Tenemos que gobernar cada vez mejor. Y gobernar, para mí, no tiene ningún sentido si eso no significa poner esta institución al servicio de la creación de las condiciones para que el pueblo se autogobierne.
Ese es otro de los problemas fundamentales de esta revolución. ¿Cómo hacer para que el pueblo se autogobierne? Entonces cuando vamos a hablar de economía, de la medicina, cuando vamos a hablar de cualquier campo, de la cultura, bueno, siempre tenemos que tener en mente que para el chavismo -para el Comandante Chávez, para la política como la concebimos los chavistas-, no tiene sentido hablar de gobierno si no es, al mismo tiempo, hablar de ¿cómo producimos arroz? ¿Cómo producimos los pimentones o las piñas en Lara? ¿Por qué eliminamos la pesca de arrastre? ¿Acaso no la eliminamos para que los pescadores tuvieran más poder, para que ese sujeto tuviera más poder, para que tuviera más posibilidades de gobernar su propia vida, para que tuviera más recursos para vivir bien?. Entonces, no son medidas administrativas.
¿Por dónde pasa, en este momento de la Revolución, el avance decidido hacia un cambio cultural profundo acorde a esos objetivos y a ese horizonte no capitalista?
RI: Mira, cuando hablamos de Revolución cultural, de cambio en lo cultural, me parece importante hacer una precisión: nosotros no tendríamos Revolución Bolivariana si aquí no se hubiera producido una profunda transformación cultural, una transformación cultural que siguió su curso.
Las transformaciones no se detienen, o más bien las dinámicas no se detienen. El propio proceso de subjetivación del chavismo, de conformación del sujeto chavista -que es un momento en nuestra historia prácticamente inexplorado-, implica una importante transformación en el plano cultural.
Tiene que ver con un importante cambio a nivel de la manera que nosotros nos vemos como pueblo, de nuestro autoconcepto como pueblo, de la manera como nos definimos. Yo he dicho en varias oportunidades: me parece que allí radica parte de la grandeza del Comandante Chávez y de su humanidad.
Al Comandante Chávez se le deifica mucho, y eso es un error terrible. Y casi siempre desde la derecha, increíblemente desde la izquierda también en algunos casos, casi siempre desde la derecha se le deifica de la peor manera, siguiendo esa larga, tediosa, predecible y poco creativa tradición de crítica del populismo, que ve en el Comandante Chávez la figura mesiánica, el populista, que tiene dotes extraordinarios.
Como allí hay una masa de ignorantes, entonces se expresa en esta figura, elocuente y tal. Naturalmente, la relación de Chávez con el chavismo es mucho más compleja y obedece a razones que son de este mundo, y no del otro. A razones que son de este mundo: a nosotros como seres humanos.
Chávez contribuye a la humanización de un pueblo que había sido sistemáticamente deshumanizado. Esa deshumanización nosotros la interiorizamos; atraviesa nuestro cuerpo completamente, nos llegó al alma, caló en nuestros huesos. Nosotros de verdad nos creíamos menos, nos creíamos inferiores. Y nos molestaba, que ya era un signo de vitalidad, pero sin embargo nos asumíamos invisibles.
Es fama la tradición levantisca del pueblo venezolano. El venezolano siempre ha sido un pueblo muy combativo. Orlando Araujo, en una obra magnífica, “Venezuela violenta”, decía que él no estaba muy de acuerdo con esa idea. Él decía que los venezolanos más bien habíamos aguantado demasiado, que éramos demasiado pacientes. Demasiado poco levantiscos, más bien. Debate propio de la historiografía nacional.
Con el chavismo eso comienza a cambiar de manera radical, y el Comandante comienza a identificar figuras con las que nosotros podíamos encontrar cierto nivel de identificación. Y comenzamos de repente a identificarnos en Bolívar, que había sido simbólicamente desfigurado, había una idea muy deificada del mismo Bolívar. Había un cierto hartazgo por nuestros símbolos patrios, pero no con nuestros símbolos, sino con la manera como habían sido utilizados.
Es decir, comenzaron a perder sentido, y Chávez les dio otro sentido. La boina roja, el tricolor, Simón Rodríguez, Zamora, Bolívar, que como sabemos son las tres raíces. Comienza a construir una épica, una épica que nada más y nada menos se conecta con la épica definitoria de la sociedad venezolana, que es la épica de nuestros libertadores.
Y en el caso específico del Comandante, con Maisanta, con la guerrilla, con los que de alguna manera fueron los continuadores, derrotados siempre, de la gesta libertadora.
Eso implica una transformación en el plano cultural que, insisto, nosotros no hemos explorado. Ahí pasó algo, ahí se disparó un proceso. Ese “Big Bang” tuvo tanta fuerza que mira hasta dónde llegamos. Mira hasta dónde hemos llegado y todo lo que falta por recorrer.
Para seguir con la metáfora del Big Bang, ahí se creó un universo político y cultural que está expandiéndose todavía. Y nosotros tenemos que garantizar que se siga expandiendo hasta el infinito. Pero, bueno, la política está hecha por hombres, es dinámica, y corremos siempre el riesgo de este extravío, que yo quiero insistir, es absolutamente natural.
Hay que desdramatizar esas tendencias, porque producen muchos equívocos. Mira, por ejemplo, todo lo que implica que hasta ahora nos hayamos “limitado” -entre comillas, porque no ha sido así- a la distribución de la renta. Eso entraña una cantidad de problemas muy importantes. Es decir, no ser capaces de dar la transformación definitiva de la estructura económica, que no es soplar y hacer botellas, porque hay que hacer viable esa aspiración.
El hecho de que buena parte de nuestras conquistas sociales, de nuestros logros sociales, y en esto hay una similitud muy interesante con el peronismo, el hecho de que buena parte de nuestras conquistas sociales se expresen mediante el consumo, eso se expresa en problemas muy concretos vinculados justamente con el consumismo.
O por ejemplo, la lucha por el derecho a la ciudad en una ciudad que no termina de cambiar: la lucha porque el que está en el cerro tenga derechos de estar en la avenida, en una sociedad que no termina de cambiar, para la cual quien está en la avenida es más que quien vive en el cerro, es un problema. Implica riesgo de desclasamiento, implica riesgo de que una parte de nuestra población comience a considerar que como ya puede comer tres veces al día, bueno, es suficiente y que no hay que dar el paso más allá, pensar qué es lo que se consume, o cuánto se consume.
Yo diría que la Revolución Cultural significa ir actualizando estos problemas. Ahorita tiene que ver mucho con que no se nos olvide que el horizonte es el autogobierno, que la Revolución Bolivariana no se trata de que el gobierno nos va a solucionar nuestros problemas.
El gobierno bolivariano tiene la obligación de tomar decisiones, tiene la obligación de gobernar, sí, pero hay otras cosas que son absolutamente ciertas: en el plano económico supone los desafíos que ya te comentaba, y así en todos los campos.
En todos los planos hay múltiples desafíos que tienen que ver, en general, con la necesidad de que en cada frente, en cada flanco, se pueda trazar o definir bien la trayectoria, para tratar de tener una idea, así sea aproximada, de cuanto es el trecho que nos falta por recorrer para terminar de superar la sociedad capitalista.
Así en términos generales, y casi pensando en voz alta, porque éstas no son fórmulas, yo diría que hacia eso apunta la Revolución Cultural. Si tú me preguntas qué significa eso en un ministerio como el de cultura, bueno, significa seguir dignificando a los cultores y cultoras, significa reconocer otras expresiones artísticas y culturales que no son reconocidas por la institucionalidad, construir con esos sujetos la política que haya que construir, implica hacer a un lado esa noción según la cual nosotros somos los que vamos a llevar la cultura al barrio, como si en el barrio no hubiera cultura.
Todo lo que está construido sobre ese principio falaz de “civilización o barbarie”, superar ese principio, creo que es fundamental también. Tiene muchísimo que ver con seguir rescatando nuestro acervo inmaterial, nuestros pensadores, nuestros artistas.
Aquí la cultura, como toda la sociedad en general, se construyó de acuerdo a unos valores bastante demarcados por la línea que separaba la cultura alta de la cultura popular. De manera que hay que seguir avanzando en la democratización radical de la cultura.
Recién mencionabas la importancia de la batalla de ideas, incluso a escala internacional, y cómo eso influye, condiciona, dialoga con la realidad de la Revolución Bolivariana a escala nacional. ¿Cómo te parece que se pueden articular diferentes dispositivos para dar esa batalla de ideas, teniendo en cuenta lo que es el conglomerado de intelectualidad, de ONGs, de “expertos”, que se articulan desde hace dieciséis años en los medios hegemónicos del Estado Español, de Miami y de las grandes cadenas de América Latina?
RI: Nosotros tenemos la obligación de fortalecer vínculos con los movimientos a escala global. En eso avanzamos, pero luego experimentamos un retroceso, hay que recuperar el terreno perdido. No solamente fomentando la solidaridad con el proceso venezolano, va mucho más allá de los actos de solidaridad, de los pronunciamientos.
El Comandante lo decía a propósito del ALBA, aquella idea del “ALBA de los Pueblos”. Tiene que haber un vínculo cada vez más orgánico con los movimientos, con el movimiento popular como solemos decir en América Latina, como condición incluso de supervivencia de este experimento y de la emergencia de nuevos experimentos.
El socialismo no será en un solo país, lo sabemos perfectamente bien. Creo que ese debate está más que zanjado. Ahora mira, en el campo cultural, mucho más. Está Telesur como una experiencia, guardando las distancias y al margen del balance que se puede hacer, que en general es positivo, hay que replicar esa iniciativa en otros órdenes.
Hace pocos días me reunía con el Viceministro de la Cultura de Cuba y hablábamos sobre el Fondo Cultural del ALBA. Y ahí compartíamos el diagnóstico de que es muchísimo lo que nosotros podemos hacer con ese y con otros instrumentos. Nos falta muchísimo, aquí en Sudamérica y en todo Latinoamérica. Nos falta estrechar mucho más los lazos. Creo que nosotros avanzamos mucho en estos años, pero falta todavía.
Tenemos una poderosísima herramienta que es la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad, que tiene como reto, entre otras cosas, crecer en cada uno de los países donde tiene presencia. Como te decía, no solamente para que esta reunión nos sirva de vehículo de transmisión de noticias, informaciones, que ya es muy importante porque justamente sucede lo que tú comentabas con los conglomerados, sino para que se enriquezca la experiencia venezolana también, para aprender de otras experiencias.
Es una cosa muy obvia la que estoy diciendo, pero bueno, a veces se llega a concebir que basta con un acto de solidaridad, que es muy importante, o basta con difundir información, que ni siquiera lo estamos haciendo de manera eficaz.
Nosotros nos reunimos el 5 de enero de este año, todo el ministerio, todas las instituciones que la integran. Y bueno, ahí discutíamos las líneas estratégicas para este año y hablábamos de las cuatro líneas estratégicas. Y alguien decía: “Falta lo internacional”. Lo internacional tiene que estar allí, nosotros no lo podemos seguir descuidando, y lo incluimos.
Y estamos comenzando a construir una política, estamos consolidando una política en materia internacional. Todo esto que ya te decía, de todas estas transformaciones que han operado en el plano cultural, si nosotros no hemos terminado de reconstruir, de explorar, ese momento de nuestra historia, bueno imagínate qué quedará para la escala internacional.
Pero más allá de eso, yo creo que sí hay una tendencia entre nosotros a la autorreferencia. A ser autorreferentes, a considerar que lo que está sucediendo en Venezuela es el centro del mundo, y eso es un peligro contra el que hay que prevenir, porque podemos quedar aislados.
No está de más ese llamado de atención, y además es mucha la gente que está interesada en conocer, solamente ese puro interés de conocer lo que está pasando aquí es revolucionario. Porque justamente, no solamente es poco lo que se conoce, sino que se conoce muy mal. Porque bueno, a los poderes fácticos del mundo no le conviene que se conozca. Es un campo de trabajo al que tenemos que dedicarle mucho esfuerzo.