Vietnam en moto (O el re-conocimiento del otro)

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Para cambiar de dirección en Vietnam resulta innecesario frenar o voltear a los lados -como imperiosamente ocurre en Occidente-, pues sólo basta con iniciar el movimiento para que el «cardumen» habilite el espacio. Este hecho tan «curioso» resulta impensable para el occidental, quien requiere frenar y ver antes de cambiar de dirección, pues sabe que el otro no cederá su espacio.

La mirada Moderna/Colonial funda lo que hoy conocemos como «Oriente», al mismo tiempo que reafirma la idea de Occidente como un «no-lugar», capaz de juzgar y clasificar al resto del mundo. Todo ello forma parte de la «hybris del punto cero», esa arrogancia eurocéntrica que bien describe Santiago Castro-Gómez.

Prensa Filven

Los intentos por «des-colonizar» el pensamiento, como sabemos, son de reciente data y la Filven en todas sus ediciones ha sido espacio por excelencia para profundizar en torno a esos debates. Lo cierto es que el sentido común venezolano aún lleva inscrita las huellas coloniales. Para muchas personas, la superioridad de Occidente -del cual se creen representantes- les habilita a menospreciar aquello que no conoce y le resulta diferente. La presencia de Vietnam como país invitado de la Filven 2021, abre la oportunidad para pensar-nos.

Hasta los primeros años de la Revolución Bolivariana, cuando las aceras de la capital se encontraban ocupadas por miles de trabajadores independientes sin opciones de trabajo formal, los espacios de la Plaza Caracas y la Plaza Diego Ibarra eran conocidos como «Saigón», en referencia a la supuestamente «caótica», «sucia» y «desordenada» ciudad vietnamita bautizada también con el nombre de Ho Chi Minh.

Si las políticas sociales de la Revolución no se hubiesen ocupado de recuperar los espacios y ofrecer nuevas oportunidades a sus ocupantes, seguramente aquel sobrenombre seguiría vigente. Lo extraño, como resulta obvio, es que la mayoría de los habitantes de Caracas nunca ha visitado Vietnam, de manera que este prejuicio cultural probablemente se encuentra asociado al discurso e imaginario mediático.

Cuando los «occidentales» visitamos Vietnam vamos buscando aquello que los medios han difundido, de manera que intentamos reafirmar nuestras creencias. Una de las experiencias que usualmente sirve para ello es la cantidad de motos que circulan en las calles de Vietnam. Una mirada apresurada desde el ojo colonial encuentra en ello una evidencia de «desorden» que confirma su pre-juicio.

Sin embargo, quien se atreva a manejar una moto en Vietnam se dará cuenta de que en el aparente caos existe una forma de relación impensable para la lógica Moderna/Colonial. Frente al egocéntrico «sálvese quien pueda», que obliga a cada quien a cuidar exclusivamente de sí mismo sin importar el otro, las motos que circulan en Vietnam parecen constituir un sólo cuerpo, cuyas partes se mueven armónicamente siguiendo el movimiento de los otros.

El mejor símil para ello se encuentra en la lógica del cardumen de peces, cuyo sincronizados movimientos parecen ser planificados por algún orden superior: ningún pez choca con el otro y anticipan todos el movimiento de cada integrante, de modo que parece una danza perpetua. En las calles de Vietnam, como resulta obvio, cada moto tiene un destino diferente, sin embargo, a pesar de la alta densidad (una detrás de otra y una al lado de la otra) los choques son casi inexistentes.

Mientras en «Occidente» cada vehículo debe cuidar de sí mismo, en Vietnam cada moto cuida de la otra, provocando un movimiento anticipatorio que permite entrar y salir del «cardumen» sin afectar el movimiento general. En términos prácticos, para cambiar de dirección en Vietnam resulta innecesario frenar o voltear a los lados -como imperiosamente ocurre en Occidente-, pues sólo basta con iniciar el movimiento para que el «cardumen» habilite el espacio. Este hecho tan «curioso» resulta impensable para el occidental, quien requiere frenar y ver antes de cambiar de dirección, pues sabe que el otro no cederá su espacio.

La lógica del cardumen abreva, por supuesto, de la cultura histórica del Vietnam profundo, dónde el otro no sólo es respetado sino considerado como parte de sí mismo. El viajante -turista- eurocéntrico provoca un choque en las calles de Vietnam y responsabiliza al «caos» y el «desorden» del inferior pensamiento «oriental». Ello nos demuestra que encontrarse con el otro no es suficiente, es necesario re-conocerlo, esto es, mantenerse abierto, con la escucha activa para volver a conocerlo en cada encuentro.

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