Sin trabajo, no hay valor, dice una máxima de la economía clásica; sin embargo, en la Venezuela asediada, el «cuarto agente económico», es decir, el imperialismo, se ha encargado de dinamitar el valor del trabajo, mientras, paradójicamente, el precio de los productos ascendía rápidamente. ¿Cómo es posible que lo trabajado (el producto) valga más que el trabajo que lo produce (el salario)?
Texto: Filven 2021
La mano (in)visible del Mercado es permanentemente develada y desenmascarada en los trabajos de la profesora Pasqualina Curcio y en los agudos comentarios de Luis Britto García y Judith Valencia. No se trata de una situación particular de Venezuela, sino que forma parte de las lógicas de reproducción y acumulación del capital. Bien lo dice la profesora Judith Valencia: «No estamos en crisis, nos hacen la guerra porque el sistema está en crisis».
Venezuela se levantó y dinamitó un consenso, demostrando que otro mundo es posible; Venezuela visibiliza la crisis del sistema. Eso tiene sus costos. El problema, insiste Valencia, «no es de teoría económica o de crítica, el problema es político». Por eso mismo, la profesora plantea que se trata de un asunto para discutir entre todas y todos, no sólo entre teóricos e intelectuales. «El enemigo se nutre de la ausencia de debate», sentencia.
Sus palabras encuentran eco en las de Britto García, quien -medio en broma, medio en serio- propone a la audiencia crear «Trabajo today», un portal capaz de fijar diariamente el precio del trabajo, es decir, el salario, de manera que se garantice el buen vivir de los trabajadores. Britto sabe que el capitalismo no funciona así, de lo contrario sería justo, por eso nos dice que en este sistema «lo único que no es inflacionario es el trabajo. El producto del trabajo es el que sube de precios y el trabajo en sí, no».
En capitalismo todas las ventajas son para el empresario, quien impone sus normas. Un poco más en serio, Britto nos convoca a un ejercicio de despliegue que evoca nuestras más profundas raíces chavistas: Frente a la intervención imperialista, intervención política de las fuerzas sociales. Nuevamente se encuentra con Valencia, quien define este movimiento como un «despliegue de la soberania colectiva».
Todo parece indicar que solos, individualmente, no se supera el capitalismo. Britto recuerda que los dueños de los medios de producción son mucho menos que los trabajadores, así que la tienen más fácil para «cartelizarse». Sin embargo, este hecho debería más bien recordarnos la fuerza de los trabajadores: «¿Se imaginan un día sin mexicanos en California?», ejemplifica, mientras nos anima a utilizar toda la potencia transformadora del trabajo.
Es a partir de esta fuerza que la profesora Pasqualina Curcio, en su libro «Teoría General de los que precios, el salario, la producción y el dinero» sugiere invertir el orden económico que nos aparece natural desde la teoría clásica y neo-clásica: No se trata sólo de aumentar la producción, pues sin salarios justos, no hay demanda suficiente y se produce un estancamiento. De manera que, al parecer, todos los caminos conducen a Roma: Para contener el ataque imperial, el trabajo debe adquirir nuevamente el valor que tiene en el proceso productivo y, para ello, se requiere activar las fuerzas organizadas de los trabajadores.