Diálogos conflictivos, por Freddy Ñáñez

mg_60811452320001Este martes, el ministro de cultura Freddy Ñáñez, escribió en su espacio en el diario Ciudad CCS, hablando del diálogo conflictivo, en el que invita a que “seamos dignos de este diálogo conflictivo que propone la aventura humana, y abracemos la política”. Además se plantea interrogante como: ¿no es la naturaleza misma un elogio del disenso?, refiriéndose a las partes existen y que existirán en su natural dispersión y desencuentro. A continuación el texto completo.

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Evitar la guerra ha sido siempre la función de la política y aún cuando se diga que ésta es la continuación de la primera es fundamental entender que son también formas opuestas. Ciertamente guerra y política son expresiones partistas que aceptan la presencia del disenso como condición implícita de toda sociedad y todo orden, al tiempo que buscan producir su hegemonía. Sin embargo, la guerra y la política producirán modos antitéticos tanto para hacerle frente a las inexpugnables hostilidades como de producir una sociedad y un orden nuevo. La guerra asume el conflicto negativamente, en otras palabras lo reduce a un antagonismo absoluto y elabora a partir de allí un enemigo radical. Con la guerra sólo existe una forma de producir hegemonía y es exterminando definitivamente al contrincante y a cualquier manifestación que interprete hostil a sus propósitos. Todo orden, incluso el que se impone por la guerra, se sabe temporario y sujeto al carácter contingentemente político de la sociedad. Por consiguiente la guerra producirá una hegemonía pospolítica. ¿Qué significa esto? Un orden sostenido en la supresión de toda discrepancia. El consenso se impone por la vía de la autocracia –ya en desuso- y por la vía tecnocrática. Es el neoliberalismo el verdadero agente de la guerra: no sólo la provoca sino que la perpetúa como consenso final.

 

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Lo político está determinado también por un adversario pero su manera de elaborar la enemistad en torno a éste es afirmativa, es decir reconoce la importancia del antagonismo como motor de las ideas y los proyectos que sustentan a toda política. Prevalece lo que Staten denomina un “exterior constitutivo”. La lógica de una hegemonía política no pasa por el aniquilamiento físico de la parte enemiga sino por la capacidad de sostenerse en el conflicto como fuerza dominante. El desafío de la razón política está en producir la mayor suma de unidad posible dentro de las partes encontradas. Avasallar simbólica y físicamente al otro de cara a la conquista del poder. Una vez en el poder ningún proceso político devalúa la conflictividad. Así no suprime las disidencias, las reconoce y busca un punto de articulación entre ellas como propedéutica de la coexistencia plural y contradictoria de nuestra condición.

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Las partes existen y existirán en su natural dispersión y desencuentro, ¿no es la naturaleza misma un elogio del disenso? Desestimando la premisa del racionalismo liberal según la cual el mundo será armónico bajo su dominio (y descartando la guerra su habitual respuesta), lo que nos corresponde es afirmar que sólo una dimensión crítica de los falsos consensos podría permitirnos aceptar nuestra existencia tal cual es: libre de mitos edénicos y de pragmatismos misantrópicos.

La vida individual y colectiva encuentra sentido en la medida en que la dotemos de sentido y de proyectos que valgan su realización por los obstáculos que afrontan y no por las promesas que desprenden. Seamos dignos de este diálogo conflictivo que propone la aventura humana, y abracemos la política.

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NOREIDA FLORES
NOREIDA FLORES
8 años atrás

MINISTRO ÑAÑEZ, SI BIEN SABEMOS QUE NO FUE DURANTE SU GESTIÓN, LAS AGRUPACIONES QUE CUMPLIMOS CON EL PROYECTO DE LOS FONDOS CONCURSABLES NECESITAMOS UNA RESPUESTA DEL 50% RESTANTE (GRUPO FÉNIX Y GRUPO CURUPAO DE GUARENAS)