Chavismo de corazón, por Reinaldo Iturriza

chavismodecorazonLa identidad chavista está intacta. Puertas adentro, el chavismo está discutiéndose, revisándose, pensándose. De este intenso ejercicio de introspección política hay varios registros: la discusión que se desarrolla en los grandes auditorios se distingue de aquella que tiene lugar en la calle. La destemplanza, la grandilocuencia y el desfile de egos que caracteriza a los primeros contrastan con la sencillez, la lucidez y la profundidad de análisis de los comunes. No se trata de negar, por supuesto, aquellos escenarios, pero sí de llamar la atención: ellos no tienen ningún sentido si quienes conforman el auditorio persisten en su desconexión del territorio.

Texto: Reinaldo Iturriza

Tal tendría que ser uno de los principios rectores de la política revolucionaria en la nueva etapa: la territorialización de la política. Por una parte, gobierno en la calle de manera permanente, priorizando el casa por casa, el contacto directo, sin mediaciones, con los problemas de la población. Por otra parte, partidos, movimientos, consejos comunales, Comunas, Consejos Presidenciales, sindicatos, etc., activados en el territorio.

Para cualquier forma de organización, éste no es el momento de las demandas puntuales al Presidente: es momento de rendir cuentas, de desplegarse en el territorio y escuchar, de prestarse para la interpelación popular, de interrogarse colectivamente sobre la eficacia de métodos, procedimientos, prácticas. Es momento para arreciar en la crítica de todos los vicios asociados a la lógica de la representación.

De igual forma, hay que someter a crítica severa todo lo que de lógica asistencial y clientelar persiste en nuestras prácticas. Pero no como un ejercicio de calistenia, sino como condición para la supervivencia. Además, es un ejercicio que permite ponernos a tono con el “sentido común” del pueblo chavista.

En la calle, el chavismo está discutiendo a fondo el tema de los “beneficios”. Si ya resulta difícil lidiar con los estragos de una guerra económica que supera los mil días, si ha debido soportar la humillación de las largas colas, ser víctima de la discrecionalidad a la hora de administrar los “beneficios” resulta sencillamente intolerable. Nunca antes produjo tanta indignación la manifiesta arbitrariedad de funcionarios que, sin disimulo alguno, favorecen a familiares y amigos. Si bien, por razones obvias, estas prácticas son particularmente perniciosas en el caso de las redes públicas de distribución de alimentos, hay que reconocer que están presentes, en general, en la forma como parte del funcionariado y de nuestra clase política se relaciona con la base social del chavismo. De hecho, la forma como ésta última pretende construir redes clientelares aprovechándose de “beneficios” del gobierno bolivariano, produce tanto o más rechazo que cualquier otro caso.

chc3a1vez-corazc3b3nEn ese hervidero que es la Venezuela popular después del 6D, en el fragor de múltiples asambleas de base, casi siempre espontáneas, al calor de miles y miles de diálogos informales, cual herrero, el pueblo chavista ha forjado un concepto: “chavismo de corazón”. Ponga cuidado y escuche atentamente.

El “chavismo de corazón” es aquel que no se deja comprar por el político clientelar, sea del bando que sea, y mucho menos le vende su alma al que pretende ponerlo de rodillas a través del hambre. “Yo no me vendo por un pollo”, me decía Teodoro, un campesino de sesenta y tantos años, durante un recorrido por el barrio La Montañita, en Valera. “Yo soy chavista de corazón”, agregó, llevándose el puño derecho al pecho.

El “chavismo de corazón” no esconde su orgullo cuando manifiesta que vota por el chavismo a pesar de no ser “beneficiario” de una u otra política gubernamental. En esta actitud debemos ser capaces de identificar los arrestos éticos del chavismo, esos que lo definen como sujeto político: más que inconformidad por no ser “beneficiario” todavía, lo que rechaza es la idea misma de “beneficiario”, que lo reduce a la condición de sujeto pasivo.

El “chavismo de corazón” es un ciudadano con derechos, individuales, pero sobre todo colectivos. Su filiación política no la determina el estímulo material. Antes bien, está dispuesto “espiritualmente” a luchar por transformar sus condiciones materiales y espirituales de existencia, conquistando y ejerciendo derechos.

El “chavismo de corazón” es implacable cuando se trata de señalar a quienes, a pesar de ser “beneficiarios” del gobierno bolivariano, votan por el antichavismo. Esta crítica es más implacable aún cuando se trata de personas de las clases populares. Sólo el cuestionamiento de los políticos clientelares y corruptos despierta tanta animadversión.

Por último, el “chavismo de corazón” resiente de aquellos que, habiendo votado siempre o casi siempre por el chavismo, han dejado de votar o lo han hecho por el antichavismo. Se trata de una herida abierta en el seno de las bases populares. Una que produce mucho dolor, incluso decepción. Una circunstancia frente a la cual debemos actuar con mucha cautela: tarde o temprano el “chavismo de corazón” habrá de dar su brazo a torcer y trabajar para que se produzca la reconciliación.

Ya es común afirmar que la guerra económica ha puesto en evidencia todas las limitaciones de nuestro modelo económico rentista, y que esta situación se ha expresado en las elecciones parlamentarias. Pero por razones que no terminamos de comprender, muchísimo menos evidente resulta que el correlato político de este modelo, es decir, la cultura política asociada a la lógica rentista, ha sido la otra gran derrotada el 6D.

El pueblo chavista, ese que tantos se empeñan en seguir presentando como una masa carente de “formación” política o ideológica, ha parido un concepto que deja en evidencia que vivimos los estertores de la vieja política. Una vieja política que, no obstante, amenaza con volver. Y si hoy nos amenaza es porque, en buena medida, ya está entre nosotros, porque le hemos dado cobijo en filas revolucionarias, produciendo confusión y rabia.

Allí está, el “chavismo de corazón”, diciéndole al mundo que está preparado para asumir las riendas de esta sociedad. Con la moral en alto, muy a pesar de todo el esfuerzo que hace el antichavismo para presentarlo como un sujeto vil, corrompido, decadente y cómplice. Allí está, irreductible, preparándose para la próxima batalla.

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