Fallece Juan Formell, músico cubano y fundador de Los Van Van

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Juan FormellEste jueves falleció, a los 72 años, el músico cubano Juan Formell, fundador y director por más de cuatro décadas de la legendaria orquesta los Van Van. Formell, nacido en La Habana el 2 de agosto de 1942, tuvo una carrera profesional exitosa: se desempeñó como director, bajista, arreglista, compositor, cantante y productor discográfico.

Texto: AVN y Telesur

Trabajó en diversas agrupaciones musicales hasta que a finales de 1969 crea la orquesta Los Van Van, con la cual continuó y amplió su labor creativa hasta el momento de su muerte.

En marzo de 2010 recibió el Doctorado Honoris Causa del Instituto Superior de Arte, como reconocimiento a sus contribuciones a la cultura cubana y en particular por su labor realizada al frente a Los Van Van. En 2013, recibió e Grammy Latino.

Asimismo, Formell mantuvo su labor creativa y musicalizó poemas de Nicolás Guillén como “Cuando yo vine a este mundo”, pertenecientes a la serie Mi son entero; escribió música para obras de teatro como La barbacoa, dirigida por Abraham Rodríguez, 1984, y Vivir en Santa Fe, del dramaturgo Nicolás Dorr, 1986.

Para el séptimo arte compuso la banda sonora de Los pájaros tirándole a la escopeta, del realizador Rolando Díaz, 1984; y para la televisión hizo lo mismo con La rueda de casino, de José Milián, 1992.

Adicionalmente, efectuó innumerables presentaciones como autor e intérprete en eventos nacionales promovidos por instituciones culturales y giras internacionales por todo el orbe.

Compartimos a continuación un artículo aparecido en Juventud Rebelde reseñando su vida y sus grandes logros musicales.

 

Juan Formell, gracias por la cubanísima música

Adorado por los bailadores y respetado por conocedores y especialistas, a Formell su música «se le fue de las manos» para ser del pueblo, como ocurre con todo lo eterno

José Luis Estrada Betancourt

estrada@juventudrebelde.cu
1 de Mayo del 2014 

Se graduó como profesor de inglés, y hasta hizo traducciones, pero lo cierto es que el gran Juan Formell, nacido en la barriada habanera de Cayo Hueso, vino a este mundo, sobre todo, para renovar la música popular cubana y fundar, en diciembre de 1969, los Van Van, sin dudas la mejor agrupación de su tipo en la historia de esta Isla, que es pura melodía.

Por eso duele tanto la repentina muerte de quien tuviera el mérito de haber sido considerado por las nuevas generaciones como Maestro de Juventudes, máxima distinción que otorga la Asociación Hermanos Saíz, es decir, la vanguardia de los escritores y artistas noveles del país.

Adorado por los bailadores y respetado por conocedores y especialistas, se convirtió en admirado instrumentista, compositor y arreglista, gracias a la influencia de su padre, músico de oficio, amigo de ilustres como Ernesto Lecuona y Bebo Valdés.

«Me fascinaba ver a mi papá sentado en el piano escribiendo música. Era un copista excelente: copiaba la música de modo que parecía letra de imprenta… Es decir, que la música me viene por dentro, por herencia, aunque a lo que yo aspiraba era a tocar el bajo, instrumento que es como la columna vertebral de una orquesta», le gustaba contar al autor de temas que de tanto escucharse se han convertido en himnos para la gente de esta tierra.

El ambiente musical que lo rodeaba en el afamado Callejón de Hamel, donde dio sus primeros pasos, también resultó esencial para quien el pasado año recibiera dos significativos premios que avalaban su notable carrera artística: el Grammy a la Excelencia Musical (otorgado por votación del Consejo Directivo de la Academia Latina de la Grabación a artistas que han realizado «contribuciones creativas de excepcional importancia artística en el campo de la grabación durante sus carreras»); y el Womex al Artista 2013, que se confiere desde 1999 a figuras relevantes de la música internacional, «como reconocimiento a la excelencia musical, la importancia social, el éxito comercial, el impacto político y la trayectoria».

«Siempre lo digo: fue una dicha desandar esas calles alrededor del callejón de Hamel y del callejón de Espada. Ahí se reunían Ángel Díaz, César Portillo… Verdad que en ese entonces era muy niño —tendría unos diez años—, y todavía no participaba, pero no permanecía indiferente», recordaba con frecuencia.

Eran, asimismo, los tiempos de la Aragón, de Arsenio Rodríguez, pero, además, de Elvis Presley, los Beatles… Y Formell lo absorbió todo como desesperada esponja, como mismo fue descubriendo el jazz, la música brasilera, y se dedicó a estudiar los ritmos del Caribe: el reggae, el merengue… Tomando de unos y de otros, ideó el songo, «una nueva música bailable cubana, con el son como base, pero que en sí no es lo mismo».

No había dudas: como en su momento también lo lograron Chucho Valdés con Irakere, o El Tosco (Jorge Luis Cortés), por solo mencionar dos casos, este creador reconocido en 2008 con uno de los tres Premios Mundiales Especiales que entregó el jurado de la World Entertaiment Organization (WEO), rompió con los esquemas de la música que dominaba hasta el momento.

Mas eso cristalizó después, cuando Van Van se convirtió en indiscutible realidad. Antes fue necesario para Formell aprender, por ejemplo, de Juanito Márquez, responsable de los arreglos a instituciones como las orquestas Riverside y Hermanos Avilés; y formar parte de la tropa que comandaba Elio Revé. Sin embargo, confesó, «en lugar de adaptarme a aquel formato (la charanga), comencé a hacer los arreglos, a componer, ¡y levantó la orquesta! Entonces me dije: ¡espérate, yo tengo la “bola” para esto!».

Luego de esa experiencia, tremendamente enriquecedora, llegaron los Van Van, cuando Cuba soñaba alcanzar una zafra de diez millones de toneladas de azúcar. «En realidad, enfatizaba Formell, el nombre no surgió en favor de la zafra, que se hallaba en su pleno apogeo. Pero había una cantidad increíble de slogan en la televisión, la radio… “¡De que van, van!”. “¡Oye, eso va y de que va, van van!”»…

«Ocurrió que a la hora de buscar cómo llamarle, los nombres que proponían los músicos eran muy largos, y yo: “Caballeros, debe ser un nombre más efectivo, que sea pam, pam, una cosa así…”. Y, entonces, “bueno, ¿por qué no Van Van?».

De ese modo inició su camino exitoso una agrupación que también ha sido escuela, y que tiene a su haber cinco discos de Platino (dos por el álbum Ay, Dios, ampárame, y tres por Lo último en vivo), y uno de Oro por la contundencia de 25 años de Juan Formell y los Van Van.

Como un cronista social ha sido calificado asimismo Juan Formell, autor de hits que aún motivan a los más exigentes bailadores del planeta, al estilo de El buey cansao, Anda, ven y muévete (versionado por Rubén Blades), La foto en la prensa, La titimanía, El negro está cocinando, La Habana no aguanta más… Pero a este hombre le interesaba igualmente deslizar la crítica social, sin abandonar el fino humor criollo, el doble sentido que le dejaron como legado maestros como Matamoros, Piñeiro, Ñico Saquito y El Guayabero.

«A veces escribo textos que son críticos; otras, crónicas, pero tienen un por qué. Eso sí, uso un lenguaje sencillo para que el bailador pueda disfrutarlo. Me gusta estar en la calle, porque allí aparecen las frases más ingeniosas. Y de una frase hago la historia y el montuno, fundamental, pues es lo que repite la gente y provoca al bailador. Esa es nuestra diferencia con la salsa de Nueva York o de Puerto Rico».

Fue ese inconfundible montuno del que hablaba el Premio Nacional de la Música 2003, lo que movió a los miles de personas que se reunieron en la Plaza de la Revolución para ser testigos del aún recordado evento Paz sin Fronteras, que convocó a varias estrellas internacionales.

«Enseguida entendí que el papel de Van Van en ese momento era trascendental. Sabía que debía atrapar de una forma o de otra a ese millón de personas reunido en la Plaza. Y la mejor manera era poniéndole “bomba”, que es lo que te sale de bien adentro. Y vi a Olga Tañón y a Miguel Bosé llorando. De repente, en los Van Van estaba toda Cuba».

Así el venerado Juan Formell nos atrapó a todos para siempre. Nuestra es desde hace tiempo su cubanísima música, que «se le fue de las manos» para ser del pueblo, como ocurre con todo lo eterno.

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