Es relato cierto. Ocurrió en las hostigantes guarimbas de la ciudad de Mérida, en una de las numerosas barricadas. Alguien avivaba el fuego echándole libros. Uno de ellos era un ejemplar de carácter incunable de la defensa bolivariana de Simón Rodríguez. Un anciano vecino del lugar fue testigo. A partir de una hoja suelta del libro incendiado que llegó a sus manos, redactó un manifiesto contemporáneo de defensa republicana. ¿Gesto inútil o inefablemente memorable? Jorge Dávila, conocedor de la literatura robinsoniana, redactó esta carta hipotética en su homenaje.
Texto: Épale, revista de CiudadCCS
CARTA A UN DESCONOCIDO
POR JORGE DÁVILA
Supe de usted por un ex-alumno. Me contó lo que a él le contaron: Con sus casi noventa años, usted caminaba entre los escombros acumulados en la calle de su casa para impedir el paso. Un papel llegó a sus pies. El viento sopló a su favor. Aún miraba de reojo a su vecina poco menor que usted. Ella, como alucinando, lanzaba libros a la hoguera para avivar las llamas.
Aquella hoja libre de un viejo libro, cual pájaro herido posado a sus pies, imploró manos y ojos. Apenas algunas palabras se leían con facilidad. Lo llevó usted a su casa como un tesoro, quizás como un trofeo. Con el amargo de estos días que usted ha vivido, aún fresco en todo su frágil cuerpo y deseando que no invada su mente, copia sin descanso el contenido de ese viejo papel. Ha llegado a mí una de las copias a mano de su transcripción y una casi invisible fotocopia de su hallazgo que usted ha repartido pacientemente entre sus conocidos.
Quiero decirle que, en mi opinión, el autor de ese libro estaría de acuerdo con esa transcripción suya. Al igual que usted, también la he querido difundir; espero que de modo más amplio. Pero he transcrito también el texto original, pues conozco con certeza la edición de donde proviene. Por la transcripción suya, me parece que usted también la conoció en alguna ocasión temprana de su vida: lo imagino a usted maestro.
Trasluce su admiración por el autor. Esa edición tiene una docena de años más que usted, aunque el original es mucho mayor. Después de su propia transcripción, se leerá la página del libro editado en el año 1916.
Los propósitos de la sociedad que queremos construir deben ser:
1. que todos vivamos juntos, solidarios, para evitar hasta el menor de los males y procurarnos la mayor suma de goces,
2. que podamos impedir los choques entre nosotros y oponernos a los choques exteriores,
3. que la sociedad dure siempre en ese mismo estado, aunque aumente o disminuya el número de individuos.En verdad es ésta la República. Pero, ¿en verdad, son esos los propósitos de todos los que la habitamos?
Acaso somos todavía aquellos pueblos echados al mundo, a granel, por la Providencia, pero con estas características:
– abandonados en gran parte a su instinto, o apiñados alrededor del Dios de un templo, de la tecnología y del mercado,
– viviendo cada uno para sí, a costa del que se descuida o que no puede defenderse,
– implorando caridad para que les den,
– alegando el derecho de su propia conservación para no dar a los otros,
– encargando al Dios el desempeño de sus deberes,
– haciendo responsable al Dios de lo que gastan en su culto,
– adjudicando al Dios la venganza de los agravios que reciben,
– invocando la conciencia del Dios para respaldar los agravios que hacen,
– y contando con una misericordia infinita, para el perdón de los delitos que no pueden justificar…¿Pueden pueblos semejantes transformarse de verdad en República? Reflexiónese:
— ¿Será permitido esperar que semejantes hombres protejan los propósitos de un Gobierno, cuya esencia es la armonía, la fraternidad, la justicia?— Y si algunos de sus hijos son brotes para nuevas plantas sanas. ¿Será juicioso emprender todo con ellos, y nada con esos hijos? . . . ¿Será razonable despreciar esos renuevos que están prometiendo fruto, por cuidar troncos viejos que corren a su fin, y que entretanto estorban, contrarían e infectan sus descendencias con su ejemplo?
En 1916 se editó ese libro que originalmente circuló en copias manuscritas en tierra boliviana en el año 1928. Tiempo después se editó pocas veces. Su autor quería defender, en vida, a un hombre y su obra de gobierno en las nacientes repúblicas suramericanas contra quien ardían las llamas del momento. Por su manera de escribir, nadie podría confundirlo con otro. Así escribió lo que aparece en la página 155 de la edición de 1916 (impreso en Caracas por Ediciones de La Imprenta Bolívar):
Las miras de la sociedad deben ser
1a que los hombres vivan juntos para evitar males y procurarse goces
2a que puedan impedir los choques interiores y oponerse á los exteriores
3a que dure siempre en el mismo estado, aunque aumente ó disminuya el número de individuosEsta es la República. ¿Son estas las miras de los Republicanos?
Unos pueblos echados al mundo, á granel, por la Providencia —abandonados en gran parte á su instinto en los campos, ó apiñados alrededor de un templo en los lugares —viviendo cada uno para sí, á costa del que se descuida ó no puede resistirse —implorando caridad para que les den—alegando el derecho de propia conservación para no dar —encargando á Dios el desempeño de sus deberes —haciéndolo responsable, á grueso interés, de lo que gastan en su culto —cometiéndole la venganza de los agravios que reciben, —ocurriendo á su conciencia para respaldar los que hacen —y contando con una misericordia infinita, para el perdón de los delitos que no pueden justificar …. Semejantes Pueblos, transformados de repente ¡¡en República!! Reflexiónese.
— ¿Será permitido esperar que semejantes hombres protejan las miras de un Gobierno, cuya esencia es la armonía, la fraternidad, la justicia? ¿Será juicioso emprender todo con ellos, y nada con sus hijos? . . . ¿Será razonable despreciar unos renuevos que están prometiendo fruto, por cuidar troncos viejos que corren á su fin, y que entretanto estorban, contrarían é inficionan sus descendencias con su ejemplo?
Letra, estilo y pensamiento de Simón Rodríguez. El libro se titula: La defensa de Bolívar. El Libertador del mediodía de América y sus compañeros de armas defendidos por un amigo de la causa social. La edición de 1916 se titula simplemente: Defensa de Bolívar; autor: Simón Rodríguez, Maestro del Libertador.
En el prólogo de Eloy González, titulado «Don Simón Rodríguez», se lee: «en 1828 dio a luz este libro sobre el Libertador del Mediodía, que ahora se reproduce por primera vez en Venezuela y en América, en
donde es poco conocido o cuasi desconocido». Reciba Usted, estimado Señor, mi mejor saludo de amistad.
La ignorancia es la mochila más pesada que llevamos en la espalda, y eso hace que nos atrevamos a quemar una hoja escrita, donde yace riqueza del alma.Si todos fuéramos capaces de escribir un libro y dejar testimonio para la nueva generación, que fructífero positiva mente sería este planeta.El miedo a que hablen o cuenten libremente lo que ocurre en casa, en mi país o en su país, el que teme a que se delate la verdad. Ellos hacen imposible la convivencia pacífica en el mundo. Ser sincero con uno mismo es la libertad, la democracia y la fortaleza del hombre y mujer, es el tesoro en orfandad en nuestra tierra. pero no está todos perdidos, podemos lograrlos.
“Si no hay un respeto sagrado por la patria, por las leyes y por las autoridades, la sociedad es una confusion, un abismo, es un conflito singular de hombre a hombre y de cuerpo a cuerpo.” Diosss ilumina vuestras almas purificalas de odios y conseda entendimiento, sabiduria y renacimiento a nuestra historia a estos muchachos vandalos, que estan empezando mal a vivir su vida; honor y gloria a nuestros maestros… “porque el que nada sabe cualquiera lo engaña, y el que nada tiene cualquiera lo compra.” ENTIENDAN porque tener no es solo es en lo material en lo economico la riqueza esta en nuestros corazones con valores, saberes y cultura herencia esencial para nuestras generaciones hijos, nietos. saludosssss.