Existen temas incómodos de abordar, y los femicidios fácilmente podrían encabezar la lista. Quizá, por eso, se emplean eufemismos en los titulares de las principales noticias de sucesos. Lo enmascaran como crimen pasional, asuntos de pareja, problema de marido y mujer, etc. Pero el asesinato de una mujer, a manos del esposo o ex compañero,por razones de poder, porque puede, en resumidas cuentas, se constituye en crimen de odio, cuyo nombre se tipifica legalmente como femicidio o feminicidio, según sea la responsabilidad.
Texto: Últimas Noticias (Ernesto J. Navarro)
La antropóloga venezolana Aimee Zambrano, sabe que los femicidios son una rémora social, que no terminamos de desentrañar. Lo sabe bien, ha dedicado buena parte de su vida profesional a la investigación de este fenómeno.
Egresada de la Universidad Central de Venezuela, fundó y es directora editorial del Monitor de Femicidios Utopix, en el que se elabora un registro mensual de los femicidios que ocurren en Venezuela.
También se ha desempeñado como productora audiovisual y ha publicado en revistas como Lateinamerika Nachrichten, Revista Venezolana de Estudios de la Mujer e Iberoamérica Social. Ha sido consultora en temas relacionados con las mujeres para agencias del sistema ONU, y participa de eventos internacionales a los cuales la convocan por su trabajo en Utopix.
Traguemos grueso, hablemos de femicidios…
—Comencemos por el principio Aimee, ¿qué es un femicidio?
—El femicidio es el último eslabón de una serie de violencias de género dirigidas a las mujeres. Violencias que pueden estar ocurriendo tanto en el espacio privado como en el espacio público. Es el asesinato de una mujer por su condición de género, es decir, por ser mujer. Generalmente ocurre en el contexto de una relación de dominación de lo masculino sobre lo femenino. Entonces, podríamos decir que es un crimen de odio dirigido a las mujeres.
—¿Existe una diferencia entre los términos femicidio y feminicidio?
—La palabra proviene del inglés ‘femicide’. Fue usada por la investigadora Carol Orlock, y luego redefinida por la también investigadora surafricana Diana Russell en 1976. Rusell es la primera en usar esta categoría para explicar los asesinatos de mujeres motivados por su género. En el caso de América Latina, es la antropóloga mexicana Marcela Lagarde quien toma la categoría ‘femicide’ y la traduce como ‘feminicidio’. Para ella, estos asesinatos están condicionados por causas sociales y culturales. El uso de ambas categorías, femicidio y feminicidio, generó y sigue generando debates entre las académicas y activistas. En algunos países las leyes tipifican este tipo de violencia como femicidio y en otros como feminicidios.
—¿En Venezuela los usamos indistintamente?
—En nuestro país, este tipo de violencia está tipificado desde el año 2014, cuando se realizó la primera reforma a la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, como femicidio.
—Entonces ¿cuál es la diferencia?
—Para que se entienda mejor, voy a explicártelo con un ejemplo. Cuando hablamos de un femicidio, nos referimos al asesinato de una mujer, por su condición de género, a manos de un agresor. Pero, cuando el Estado es responsable por acción u omisión, entonces decimos que es un feminicidio. Si una mujer denuncia a un agresor, y este agresor es apresado, pero luego liberado y termina asesinando a la mujer que lo denunció, estaríamos ante un feminicidio, porque la omisión del Estado, al liberar al agresor, termina convirtiéndolo en responsable del femicidio de esta mujer.
—Aimee ¿y qué hace diferente al femicidio del homicidio?
—Bueno, como te dije, el femicidio es el asesinato de una mujer por su condición de género, en otras palabras, la asesinan por ser mujer. Cuando hablamos de estos temas siempre se alega que a los hombres los asesinan más que a las mujeres. Ciertamente. Los hombres son más asesinados, pero no son asesinados por mujeres, sino por otros hombres. Cuando nos referimos a los femicidios, la gran mayoría de las mujeres son asesinadas por hombres, pero además por hombres que ellas conocen, bien sean sus parejas, ex parejas, familiares, vecinos, amigos, compañeros de trabajo.
Esto es una gran diferencia con relación al homicidio, porque con el femicidio ya había situaciones de violencia previa.
—¿Por dónde comienza la violencia de los hombres hacia las mujeres? ¿se aprende? ¿se hereda?
—Mira, la violencia contra las mujeres no se hereda genéticamente. Para mí, tiene que ver con relaciones sociales, culturales y bueno, tenemos que hablar del patriarcado, un sistema presente desde que inicia la división sexual del trabajo: qué tareas realizan las mujeres y qué tareas realizan los hombres. Federico Engels lo ubica en el Neolítico.
—¿Y qué ocurre con el patriarcado?
—Ocurre que este sistema usa la violencia para evitar que las mujeres salgan de los llamados roles tradicionales de género, estereotipos que además están marcados por una visión de lo masculino como dominante, y lo femenino como inferior. Precisamente por eso, leemos titulares en los que las mujeres terminan siendo asesinadas por no tener la cena lista, o porque intentan separarse de sus agresores.
“EL ANONIMATO EN LAS REDES HACE QUE LA VIOLENCIA DIGITAL SEA MUY ALTA”
—Aimee, las llamadas redes sociales conforman un ecosistema en el que fuimos inmersos, yo diría, inevitablemente. Se me ocurre preguntarte ¿cómo influyen las redes sociales en la generación de violencia?
—Existe una categoría, desarrollada por la antropóloga feminista Rita Segato, que es la ‘Pedagogía de la Crueldad’. Se refiere a la manera en que las personas consumimos constantemente violencia explícita, a través de los medios y las redes sociales. Esto incide en nosotros, generándonos una actitud pasiva y totalmente desensibilizada frente a la violencia que ocurre alrededor. De esta forma, las redes de empatía, la preocupación, la problematización en torno a estos hechos de violencia, disminuyen abruptamente.
—Muchas veces ocurren cosas con total impunidad en las redes sociales, en tu opinión ¿a qué se debe?
—A que estás haciendo una especie de zapping, cambias de canal, pasas a otro, y a otro, y a otro. Por supuesto, no te sientas a analizar lo que estás viendo y te acostumbras a lo que consumes, a lo que ves como una información más. El anonimato en las redes hace que la violencia digital sea muy alta, y muchas mujeres reciban un nivel de violencia muy fuerte, sea a través de insultos, imágenes, incluso con la difusión de sus datos personales.
Es importante decir que, en algunos países existen regulaciones referidas a este tema, pero igual hace falta tener mayor cantidad de leyes para control del Estado. Más allá de eso, debe haber un control en el hogar para el uso de estos espacios virtuales.
—Ya que hablamos de redes, Aimee, ¿crees que la prensa de Venezuela ha superado la época en la que los femicidios eran titulados como ‘crimen pasional’?
—He percibido que, en algunos medios, se utiliza el término femicidio para hablar de este tipo de crímenes. A veces, también, emplean el de feminicidio. Esto ya es un cambio sustancial ¡Pero, ojo! No ocurre lo mismo en medios de comunicación del interior del país, en los que todavía vemos que se sigue hablando de ‘crimen pasional o de homicidio de mujeres’. Creo que el empleo de estos términos tiene un trasfondo ideológico. Ahora bien, me parece importante precisar que, en el argot policial, todavía hoy se sigue utilizado el término ‘crimen pasional’. Entonces si algunos cuerpos policiales lo emplean, por supuesto que un medio que recopile un parte policial, lo seguirá llamando de esa manera.
—Eres fundadora del Monitor de Femicidios Utopix. ¿Podrías explicar en qué consiste tu trabajo?
—Realizamos un subregistro de los casos de femicidios que aparecen en los medios digitales nacionales, regionales e internacionales. Aplicamos una metodología de investigación que se llama Método de Fuentes Abiertas. Esto significa que buscamos las noticias que aparecen en las páginas de sucesos y redes sociales. Luego, hacemos un análisis, en base a una serie de categorías, para identificar los femicidios/feminicidios. Este levantamiento se realiza mes a mes. Procesamos toda esta información en imágenes que subimos a nuestra página web, para posteriormente difundirla, por diversas vías.
—¿Qué persiguen con la difusión de esos datos?
—Generar incidencia y alertar sobre los femicidios/feminicidios en Venezuela. Queremos que se entienda que el femicidio es una problemática estructural y no un crimen fragmentado. Este método que nosotras aplicamos, que se practica en varios países, pone la lupa en un tema difícil, para hacer un llamado de atención a la sociedad y al Estado. Nuestro trabajo no es solo para generar algunas cifras, e indicadores con relación a la cantidad de casos, también pretendemos crear un espacio para la memoria histórica de las mujeres, niñas y adolescentes que fueron víctimas de la violencia femicida en Venezuela, para que sus nombres y rostros no se olviden.
—Aimee, estás consciente de que los datos sobre violencia contra la mujer conforman una estadística, cuyos resultados son susceptibles de ser usados como parte de la diatriba política interna del país. ¿Cómo manejan esa variable?
—En nuestro trabajo tenemos un manejo muy cuidadoso de las fuentes de información. Creo que este aspecto le otorga seriedad. Cualquiera puede verificar la fuente de donde estamos extrayendo cada caso.No pueden señalarnos de que inventamos algo o de que inflamos cifras. Nosotras no relacionamos números únicamente: visibilizamos los nombres de mujeres que fueron asesinadas, para que no se olviden estos crímenes. Nos mueve la idea de generar incidencia en el Estado, para crear planes que protejan a las mujeres, niñas y adolescentes víctimas de la violencia de género, para que haya planes de prevención, de mitigación. En ocasiones, se ha utilizado nuestra información por uno u otro bando político. Eso no nos interesa, lo que queremos es que se haga justicia frente a la gran cantidad de femicidios/feminicidios y frente a la violencia de género que se está viviendo en Venezuela. Ese es nuestro interés. Si no hacemos un trabajo conjunto con el Estado, no vamos a lograr generar cambios y transformaciones sustanciales.
—Una profesora de psicología nos dijo que la violencia siempre tiene una curva ascendente. Primero se grita, luego se empuja, después un golpe… ¿ese es el patrón?
—Precisamente, esta es la razón por la que decimos que el femicidio es el último eslabón de una cadena, de una serie de violencias que vienen sucediendo en el entorno, tanto íntimo como público. En estos casos, la violencia inicia con el acoso, con el tema de los micromachismos, con la violencia psicológica, la violencia patrimonial, luego escala a la violencia física, a la violencia sexual, hasta llegar al femicidio.
—Aimee, el mundo entero atravesó la larga noche del aislamiento por la pandemia de Covid-19. ¿Es cierto que durante el encierro aumentaron los casos de violencia contra las mujeres?
—Si hubo un incremento, por lo menos lo vimos en base al subregistro que nosotras hacemos, de los casos que aparecen en los medios. En el año 2020, registramos el pico más alto en cinco años. Fueron un total de 256 casos, y una gran cantidad de observatorios de varios países de América Latina también dieron cuenta de un incremento, no solamente en los casos de femicidios/feminicidios, sino con relación a las denuncias por violencia de género, a las desapariciones de mujeres, niñas y adolescentes, y a casos de violencia sexual. Todos asociados a la exposición que tenían las mujeres las 24 horas del día y los 7 días de la semana, a los agresores en los espacios del hogar, durante la cuarentena.
—Ahora pienso en la forma de detectar a un agresor. ¿Existen algunas ‘señales’ que distingan a los posibles femicidas?
—Hablemos de las señales de violencia, de las banderas rojas. Más que de posibles femicidas, podemos hablar de agresores. Fíjate, el simple hecho de que tu pareja te diga de qué manera debes vestirte, quiénes deben ser tus amigos o amigas, que te revise tus redes sociales, el teléfono, que te cele constantemente, o que te haga comentarios machistas, que te insulte, o que tenga una situación de control sobre ti, ya son señales para detectar a un agresor, que puede escalar los niveles de violencia.
“SOY SOBREVIVIENTE DE VIOLENCIA DE GÉNERO, Y QUIERO ALERTAR A OTRAS MUJERES PARA EVITAR QUE VIVAN LO QUE YO VIVÍ, Y QUE CORRAN EL RIESGO DE SER ASESINADAS”.
—Aimee, ¿qué te lleva a trabajar un tema tan doloroso?
—Varias cosas. Primero, la ausencia de información con relación a este tema. En segundo lugar, un hecho que viví en la bahía de Cata, en el estado Aragua, al mes de iniciar todo el levantamiento de los casos de femicidios. Estaba con mi familia en la playa y de repente llega la policía. Nos pide movernos del toldo donde estábamos. De inmediato, se ponen a cavar con una pala. Presuntamente, en esa playa estaba enterrado el cadáver de una mujer… y lo encontraron. Un vendedor de cocos mató a su esposa y la enterró en esa playa. Se llamaba Milagros del Valle. Entonces, me pregunté ¿qué tantos femicidios están ocurriendo en Venezuela, para que justamente llegáramos a una playa y hubiese un cuerpo enterrado? Así me di cuenta de que estaban ocurriendo muchos más casos de los que pensábamos. La tercera razón, es que yo misma soy sobreviviente de violencia de género, y quiero alertar a otras mujeres para evitar que vivan lo que yo viví, y que corran el riesgo de ser asesinadas.
—Sé que las comparaciones son odiosas, pero me atrevo a preguntar, en materia de atención estatal, ¿cómo está Venezuela respecto del resto de la región?
—Con relación al sistema de justicia, creo que no estamos nada bien, aunque se crearon una serie de fiscalías, tribunales y órganos de atención especializados en violencia de género y en tipos específicos de violencias como la trata y el femicidio. Vemos grandes diferencias en relación al número de acusaciones y a la cantidad de condenas resultantes. Esto demuestra la existencia de un nudo crítico que debería analizarse y solucionarse. Al igual que en otros países, en Venezuela hay múltiples casos de revictimización, donde los procesos son largos, en algunos casos anulados, lo que implica que deben empezar de cero. En ocasiones, los agresores son liberados, o sus delitos cambiados, para que tengan penas más bajas. Para mí, es un problema estructural de múltiples países, no solo de Venezuela, y que tiene que ver con la manera en que están concebidos los sistemas de justicia, ya que no existe en ellos una perspectiva de género que apoye a las mujeres que son víctimas de violencia. Esto está relacionado con la lógica patriarcal y androcéntrica con la que fueron creados los mecanismos de implementación de la justicia.
—Cierro con esto, Aimee, ¿a dónde pueden acudir las víctimas de la violencia machista?
—Al Ministerio del Poder Popular para la Mujer e Igualdad de Género, que cuenta con Inamujer, un ente que debe encargarse de la gestión y el acompañamiento de casos, así como de la orientación legal y psicológica a mujeres que son víctimas de violencia. Ellas tienen un número que es el 0800-Mujeres (0800-6853737) para hacer las denuncias. Existen organizaciones de la sociedad civil que hacen esta labor, una de ellas es Tinta Violeta, que tiene presencia en casi todo el país, y que pueden ser contactadas a través de los números telefónicos que aparecen en sus redes sociales. Fundamujer; el Centro de Estudios de la Mujer en la UCV; agencias internacionales como el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA); y otras como el caso de Éxodo, en el estado Anzoátegui; en Zulia está Mullier, Fundación Vida Jurídica y Micelias.; en Falcón se encuentra CESDIEM; en Lara Mujeres por la Vida; en Carabobo:la organización Muger, y otras más en otros estados.
Conoce aquí el trabajo de Monitor de Femicidios Utopix.
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(*) Ernesto J. Navarro es periodista, escritor, autor de la novela Puerto Nuevo y Premio Nacional de Periodismo 2015. @ernestojnavarro