Isabella pasa los días sin saber que su vida depende de las pastillas de colores. Tiene 21 meses y un lenguaje inteligible solo para quien pasa con ella las horas eternas en el Hospital Italiano de Buenos Aires decidiendo qué color de qué pastilla toca. La niña nació con una enfermedad congénita y desde el principio los médicos fueron claros: necesita un trasplante hepático para seguir viviendo. Sus padres, Douglas y Yelibeth se pusieron a ello: donante, financiación, trasplante, dónde, cómo, cuándo.
Texto: Esther Yáñez Illescas para Sputnik
No fue tan difícil. Yelibeth resultó ser compatible y se convirtió en la donante de su hija; y el tratamiento completo sería financiado por la Fundación Simón Bolívar a través del dinero de Citgo, la filial de Petróleos de Venezuela (PDVSA) en EEUU.
El convenio entre el Hospital Italiano de Argentina y Venezuela existe desde el año 2007 y hasta la fecha 109 niños venezolanos han sido trasplantados en el sur. Son especialistas en este tipo de casos y durante doce años el círculo ha sido virtuoso.
Douglas y Yelibeth lo dejaron todo en Venezuela, sus trabajos, su vida; y en septiembre de 2018 se instalaron en la capital argentina, todo a cuenta del petróleo venezolano sin los vaivenes de la política. Su otro hijo, Abraham, de 12 años de edad, se fue con ellos y comenzó la escuela en Buenos Aires. Un intento de vida normal dentro de la mala suerte que Isabella enfrentaba sin saberlo antes de sus pastillas de colores.
Todo fue bien. El 26 de noviembre se realizó con éxito la operación de trasplante de hígado e Isabella despertó con un poco más de Yelibeth en su cuerpo miniatura. Pasó un mes y medio en cuidados intensivos con varios inconvenientes y llegaron nuevas intervenciones.
El 9 de enero, finalmente, le dieron el alta. Salió del hospital con la promesa de un posoperatorio que no sería fácil. El nuevo órgano tenía que adaptarse y demostrar que funcionaba. Por delante tocaban entre seis meses y un año de tratamiento y ensayo. Prueba-error. Pastillas de colores.
Pero la política marca calendarios y rompe trasplantes y deseos, así que el 28 de enero el Departamento del Tesoro de EEUU anunció nuevas y más sanciones contra Venezuela. En este caso contra Citgo, la caja de financiación de enfermedades de niños como Isabella. EEUU bloqueó sus fondos.
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En total, 7.000 millones de dólares a día de hoy están en paradero desconocido. Por su parte, el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, pronosticó que las sanciones supondrían una pérdida de 11.000 millones más durante el próximo año para la empresa venezolana de petróleo. Citgo no desaparecería. Seguiría operando en EEUU pero todos sus fondos ya no irían a parar a Venezuela o a fundaciones como la Simón Bolívar.
El dinero iría a “una cuenta especial bloqueada con el objetivo de traspasarlo eventualmente a un nuevo Gobierno” Son palabras del Secretario del Tesoro de EEUU, Steven Mnuchin. Un nuevo y eventual gobierno de Juan Guaidó, líder opositor autoproclamado presidente encargado.
Casi cuatro meses después no hay un nuevo Gobierno en Venezuela y tampoco hay fondos para Isabella ni para las otras siete familias venezolanas que se encuentran en Buenos Aires con casos similares.
El dinero ya no llega y el Hospital Italiano no puede trasplantar. La Embajada de Venezuela en Argentina ayuda como puede. “El Hospital nos ofrece alojamiento y la Embajada nos ayuda con la manutención, pero no sabemos cuánto tiempo podremos aguantar así”, cuenta Douglas en conversación telefónica con Sputnik desde Argentina.
Tiene 34 años y dejó su carrera como administrador en una empresa venezolana para dedicarse en cuerpo y alma a su hija y a esta aventura.
“Mi hija necesita unos controles muy delicados y terminar su tratamiento. Ahora mismo, de hecho, el órgano está presentando un pequeño rechazo y eso sólo se puede controlar con medicamentos”.
Medicamentos que la Fundación les suministraba hasta que llegó el bloqueo a Citgo. Isabella necesita 16 fármacos y cada uno de ellos supera los 1.500 dólares por caja. Es sencillamente imposible que una familia normal pueda costearlo por su cuenta. En estos momentos, Douglas cuenta con tratamiento para un mes.
¿Y después? “Si Isabella no cumple con todo el procedimiento podría perder el trasplante y habría que volver a operar”, cuenta. “Tendríamos que empezar de cero y sería más complicado porque mi mujer ya no podría ser la donante. No tenemos ese tiempo”.
El bloqueo se utiliza en Venezuela como arma de guerra. No es nuevo. Es una vieja táctica. Quién gane su batalla mediática determinará otras realidades. Un reciente informe del Centro de Investigación Política y Económica, con sede en Washington, aporta un dato demoledor: las sanciones y el bloqueo de EEUU a Venezuela son los responsables de 40.000 muertes en el país desde el 2017 hasta la fecha.
“Ha reducido la disponibilidad de alimentos y medicamentos, y aumentado las enfermedades y la mortalidad”, señala el documento bajo el nombre ‘Sanciones económicas como castigo colectivo: caso Venezuela’.
“80.000 personas con VIH, 16.000 con cáncer y 4 millones con diabetes e hipertensión” son víctimas de este bloqueo, que en dicho informe califican como “política despiadada, ilegal y fallida”.
Uno de los autores del estudio es Jeffrey Sachs, economista de referencia de los medios de comunicación estadounidenses. El observatorio es más que conocido y suele utilizarse por unos y otros. En esta ocasión, los medios hegemónicos de comunicación están cuidándose de revelar sus páginas. O poco a poco. Esa frase. Aquella. A cuentagotas. ‘Venezuela is different’.
“Desde la óptica de los Derechos Humanos, el principal obstáculo para garantizar el respeto y cumplimiento de los mismos en Venezuela es el bloqueo ilegal económico y financiero que ha impuesto el gobierno de los EEUU“. Larry Devoe es el Secretario Ejecutivo del Consejo Nacional de Derechos Humanos y agente del Estado ante el Sistema Internacional de Derechos Humanos.
Está siguiendo paso a paso el caso de Isabella y de otras familias como la suya. “Sólo en Caracas”, cuenta a Sputnik, “hay 12 personas que ya estaban plenamente identificadas para un trasplante de médula ósea. Iban a viajar a Italia y no han podido irse por el bloqueo de facto”.
A todos ellos hay que sumarles el famoso caso de los 25 niños venezolanos en Italia de los que el canciller Jorge Arreaza habló en una reciente conferencia de prensa en las Naciones Unidas. También están esperando por un trasplante de médula ósea que no se dará.
¿Cuántos más casos de niños venezolanos como estos hay por el mundo? ¿Cuántos de ellos morirán esperando? Unos cuantos han muerto ya en Italia, en Venezuela y en otras partes del mundo. ¿De quién será la culpa?
Los detractores del Gobierno de Nicolás Maduro aseguran que el bloqueo no es la causa de la falta de alimentos y medicinas en Venezuela porque la situación de crisis ya existía antes de las sanciones de EEUU.
Sobre esto, Antony Moreno, médico y portavoz del Comité de Pacientes y Familiares de Víctimas del Bloqueo Financiero, asegura que es una falacia.
“Hemos hecho estudios y entre los años 2013 y 2015, con Maduro ya en el poder pero antes de las primeras sanciones, cada venezolano disponía de 20 tipos de medicamentos diferentes para ingerir en caso de contraer una enfermedad. Lo corroboran las Naciones Unidas y Venezuela logró alcanzar los Objetivos del Milenio”, asegura en conversación telefónica con Sputnik.
“Pero todo cambia desde que la oposición gana la Asamblea Nacional en 2015 y pide sanciones para Venezuela”, sentencia. En 2015 llegó el famoso decreto de Barack Obama que declaraba a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria para los EEUU”. Fue el principio de este relato. “Ahora”, dice Antony, “cada venezolano no cuenta más que con cinco clases de medicamentos al año“.
“Imagínate. No te toca nada. El deterioro es brutal. Trabajo en una Unidad de Salud Laboral y he notado la diferencia desde el año 2015”, constata.
Venezuela importa todos los medicamentos “importantes”: tratamientos para el cáncer, para enfermedades cardiovasculares, hipertensión, VIH, etc. En Venezuela no hay laboratorios Tipo 1, es decir, los que conforman los principios activos a través de las materias primas.
La cuna de los medicamentos no puede nacer, por ahora, en esta parte del Caribe. Venezuela los ha importado siempre a laboratorios en el extranjero a través de las divisas que generaba la producción de su petróleo. “Con las divisas bloqueadas”, continúa el portavoz del Comité, “no se pueden pagar los medicamentos y por eso no llegan al país. Así de sencillo”.
La situación es insostenible. Dramática. El Comité de Víctimas está luchando, organizando protestas, organizándose para repartir los pocos medicamentos que consiguen o inventan. Douglas, Isabella y su familia continúan su camino, por ahora, gracias a la solidaridad de la Fundación Simón Bolívar y de diferentes movimientos sociales y organizaciones que les están apoyando en Argentina.
“El canciller Arreaza nos ha dicho que resistamos”, dice Douglas. Resistir. ¿Hasta cuándo?
Douglas no habla de política porque la situación a la que se enfrentan él y otros cientos como él y su familia no es cuestión de chavismo o antichavismo, de Revolución o marketing político.
“El bloqueo no es una cuestión política. El bloqueo es contra nosotros. Con el bloqueo nos hacen daño a nosotros, en este caso a mi hija, no a Nicolás Maduro ni a los funcionarios del gobierno. Yo tengo miedo de lo que pueda pasar. ¿Qué va a pasar si mi hija pierde el órgano?”.
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