César Rengifo, el cultor del pueblo

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Mural de Amalivaca (Archivo)

Un buen día, Cesar Rengifo, pintor y dramaturgo, soñó con la idea de que su obra cultural se convertiría en pueblo. Esa idea la expresó con mucha claridad: “Yo sí creo que el pueblo venezolano, alguna vez cuando venga a este país el socialismo, y cuando el pueblo, pues, tome el poder en sus manos (…), todo el acervo cultural venezolano, (…) van a ser reivindicadas (…). Entonces, yo si tengo fe en que la obra que yo estoy haciendo va a retornar alguna vez al pueblo, para quien yo la estoy haciendo”.

En el caso particular de Rengifo su profecía se cumplió no solo porque llegó un gobierno socialista al poder, que se ha encargado de revalorizar la cultura popular, sino también debido a que el presidente Nicolás Maduro decidió crear, en 2013, el Movimiento Nacional de Teatro para Niñas, Niños y Jóvenes César Rengifo que funciona en las instituciones educativas del país. Allí la muchachada de las nuevas generaciones asimilan los conocimientos de la creatividad dejada por ese genio de la dramaturgia (Premio Nacional de Teatro, 1980) y a su vez se convierten en divulgadores de los mismos con las presentaciones en los distintos escenarios. Obras teatrales como Curayú o El vencedor, Oscéneba, Apacana y Curiacán, Las mariposas de la oscuridad, El vendaval amarillo, El raudal de los muertos cansados y Esa espiga sembrada en Carabobo son fuentes de inspiración para dicha juventud en formación.

La identificación de Rengifo con su pueblo, además de venir, como él decía, “por procedencia y por sentimiento”, se debía a su vinculación ideológica con el comunismo. Esto lo llevó a plasmar el “realismo” en sus obras pictóricas. Incluso tuvo una gran influencia de los muralistas mexicanos, particularmente de Diego Rivera, quien también se identificaba con el movimiento revolucionario comunista mundial. Rengifo, en compañía de sus colegas pintores Héctor Poleo, Pedro León Castro y Gabriel Bracho, viajó a México donde aprendió la técnica que luego aplicaría en obras como Amalivaca (1955-1956), el mito de la creación del pueblo Caribe, mural icónico que se encuentra en las adyacencias de la plaza Diego Ibarra, debajo de las Torres del Centro Simón Bolívar. Su carrera como pintor había despuntado mucho antes y esa es la razón por la cual en 1954 mereció el Premio Nacional de Pintura, por el lienzo La flor del hijo, expuesta en el XV Salón Anual Oficial de Arte Venezolano.

Su trayectoria se caracterizó también por dedicarse ampliamente a la enseñanza y ello lo llevó a recorrer buena parte de la geografía nacional creando talleres experimentales, fundando escuelas de artes y vertiendo sus conocimientos en los salones de clases.

Hoy 14 de mayo, cuando se cumple un año más de su llegada al mundo (1915), es también propicio recordar que en 2016, por decisión del Jefe del Estado, se le rindió otro homenaje al trasladar sus restos mortales al Panteón Nacional.

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