Abraham Buccé se convirtió en el protagonista veintitrés en realizar una Clase Magistral del Programa Descubriendo Nuestros Protagonistas del Cine Venezolano, concebido por el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC) como parte del aniversario de los 120 años del cine nacional. En el encuentro, Buccé compartió con los presentes los conocimientos que obtuvo como utilero en 47 años de carrera en el séptimo arte venezolano.
Texto: Prensa CNAC (Jerick Hidalgo)
Buccé es uno de los pioneros en el oficio de la utilería en Venezuela, pues comenzó a desempeñar esta labor cuando el rol del utilero era interpretado como la persona que colocaba cualquier “cosita” en el set cuando algo faltaba. El cineasta recuerda que el cine llegó a su vida por casualidad debido a que su familia era propietaria de un cine en Baruta.
Apenas tenía 8 años y ya jugaba entre proyectores y rollos de películas del cine de Baruta, donde además todos los domingos disfrutaba de películas mexicanas. A Buccé siempre le llamó su atención las luces, las cámaras, por eso cuando veía un rodaje o cualquier tipo de filmación se detenía a ver y aprender de los realizadores.
“Yo estaba chiquito y me iba para la pantalla de cine, corría por el cine. Era un cine que tenía balcón arriba y patio, entonces yo iba para el patio y corría para la tela y la tocaba, y me iba para donde estaba la proyección, me metía en el cuartico del señor que proyectaba y había películas por todos lados”.
El cine de Baruta cerró sus puertas tras la muerte del padre de Buccé, pero luego ese mismo lugar se convirtió en el estudio de grandes películas como “Disparen a Matar” (1990) de Carlos Azpúrua, entre otras significativas producciones venezolanas. “Cuando retomé el estudio de Baruta, el cine de Baruta en los 80, ¡más vale que no pues! Todas las películas las querían hacer ahí porque teníamos toda la utilería”.
Abraham Buccé tuvo su primer trabajo como utilero en el año 1972 con la película “Popsy pop”, una coproducción entre Francia, Italia y Venezuela dirigida por Jean Herman, allí conoció lo que significaba trabajar en el cine profesional. Luego continuó sumando una lista de películas reconocidas de nuestra cinematografía como “Cuando quiero llorar no lloro” (1973), coproducción entre México y Venezuela realizada por Mauricio Walerstein, y “La quema de Judas” (1974), coproducción entre México y Venezuela dirigida por Román Chalbaud.
Dinámica y anécdotas de un utilero
El utilero Abraham Buccé recordó con nostalgia la época en la que salía con su equipo de trabajo a recolectar objetos de la basura. Rescataban televisores dañados, cuadros, neveras, persianas, alfombras o cualquier cosa que considerara útil y funcional para una escenografía.
“Nosotros teníamos unos camiones, con Nelson Ponte, “Cabeza e’ burro”, y uno de los mejores eléctricos que conocí que se llamaba Francisco Silva, empezamos a recorrer la ciudad todos los martes en las tardes con el camión (…) Ya en el cine de Baruta no me cabía ni un alfiler, pero eso era la ventaja para los productores que entraban al estudio, tenían todo, no tenían que salir a buscar nada para ninguna parte, era una gran ventaja para los productores tener un estudio, donde tenían vestuario, maquillaje, utilería sobre todo y un espacio de estudio gigantesco”.
Buccé siempre trabajó para que sus creaciones tuvieran un sello original, si algún director le pedía algo que no tuviera, él lo fabricaba. “Si no lo tenemos hay que realizarlo con los materiales más económicos, con ingenio y que se vea perfecto, si no se ve perfecto no sirve. La disponibilidad del utilero es incondicional (…) Yo todo el tiempo estaba cochino, yo andaba con un delantal como de cocina, como con cuatro bolsos, en uno tenía clavos, en otro tijeritas, teipes, nailon, tenía que estar disponible”.
Uno de los grandes retos que vivió como utilero fue en la película “Carmen la que contaba 16 años” (1978), una de sus primeras producciones protagonizada por Mayra Alejandra y dirigida por Román Chalbaud.
“En ´Carmen la que contaba 16 años´, Mayra Alejandra bajaba por Maiquetía, un mujerón con un pelero increíble, y usaba una cayena que no duraba ni cinco segundos después que la cortaban porque los pétalos se morían, entonces decían ‘¡Utilería la cayena!’ Empezamos a rodar un lunes. El primer día de rodaje era ´¡Abraham la cayena, Abraham la cayena!´ Yo saqueé a Maiquetía de cayenas, eran potes y potes (…) Total que un día dije ¡tengo que hacer la cayena!”.
Otra historia fue su participación en la película estadounidense “Aracnofobia” (1990) de Frank Marshall, y producida por Steven Spielberg.
“Me llamaron una tarde, un viernes para decirme que si quería asistir a una reunión para una futura producción en Venezuela de Spielberg. Ellos estaban haciendo dos películas, una de esas era Indiana Jones, entonces yo decía ʻese debe ser uno de los amigos míos que me está llamando para echarme bromaʼ (…) Y de verdad me estaban llamando, y el domingo yo estaba como a las 6 de la mañana allá, la reunión era a las 10 de la mañana y yo estaba como desde las 6 dando vueltas para ver si era verdad”.
También participó en la película “Juan Topocho” (1978) de Cesar Bolívar, la historia justificaba la incorporación de un altar, así que Buccé tenía que fabricarlo. “No había un altar en el pueblo donde se filmó, entonces yo me di una vuelta por el pueblo, enfrente de una placita veo una ceiba gigantesca y allí hice el altar. Yo hice un altar con cemento y unas tejitas, eso fue como en 1980 y el altar se conserva actualmente, la gente va allá a orar”.
En la actualidad, Abraham Buccé tiene un archivo cinematográfico donde conserva gran parte de la historia del cine venezolano, utilerías de películas icónicas como por ejemplo la bañera de la película “El pez que fuma” de Román Chalbaud, “yo tengo un recuento de muchas piezas que no las suelto, son parte de mi vida”.
Relación entre el utilero y el equipo técnico
Para Abraham Buccé es de gran importancia la comunicación entre el utilero, el director, el director de arte, de fotografía, el sonidista y el script, “en las películas de época, la fuente de iluminación eran las velas, las lámparas, así que con el fotógrafo tenías que comunicarte, preguntarle cómo se iba a hacer la iluminación, para a través de la utilería justificar la iluminación que está mostrando el director de fotografía”.
Con respecto a su trabajo con el sonido comentó “si ibas a hacer una construcción tenías que cuidar que no hiciera sonido, el personaje iba a caminar, tenías que trabajar con sonidos, tener cuidado con las puertas, que no fueran a sonar las bisagras, todo lo que se mueva, las cortinas, que no se muevan porque entra el sonido al micrófono”.
En cuanto al trabajo con el director de la película y el director de arte comentó que el utilero no debe temer. “Los técnicos no tienen que tenerle miedo al director, siempre hay que proponer (…) Ese miedo no tiene que haberlo, porque entonces no estás creando, estás limitado a lo que piensa el otro, tú puedes también aportar”.
En la Clase Magistral estuvo presente el director de arte Francisco Padrón, quien es considerado por Buccé como el padre de todos los nuevos talentos en el mundo de la utilería. Padrón expresó su felicidad por haber asistido a la Clase Magistral de Buccé, cineasta con el que además hizo su primera película hace 27 años. “Por supuesto una vivencia increíble, dentro del área de nosotros, aun tú lo ves ahí y le queda muchísimo por aportar (…) Me gustaría incluirlo en una de las producciones que me llamen porque verdaderamente es un ser único (…) Es verdaderamente un placer haberlo oído”.
Para finalizar Alizar Dahdah, vicepresidenta del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), expresó su orgullo por los logros alcanzados por los hacedores del séptimo arte durante los 120 años del cine venezolano y resaltó la importancia de contar con personas de tan destacada trayectoria como el experto en utilería Abraham Buccé.
“Seguimos teniendo protagonistas y hacedores del cine venezolano como tú que están dispuestos a trabajar en cualquier situación, en cualquier momento, momentos de muchos recursos o momentos donde no hay tantos. Ahí está la magia de poder hacer el cine y así ha sido el cine venezolano, que en general se ha hecho con mucho amor, con mucho esfuerzo, con mucha creatividad”.