Guillermo Garroz, director nacional de Protección Civil durante el año 2002, denunció que en las breves horas del Gobierno de facto hubo al menos 66 muertos y más de 436 heridos, presuntamente víctimas de la ola represiva que se desató tras el derrocamiento del presidente Hugo Chávez y durante la brevísima gestión de los golpistas.
Texto: CiudadCCSEn abril de 2002, Guillermo Garroz estaba presto a meterse en el epicentro del terremoto; en el ojo de la tormenta; en el foco del incendio, póngale usted el tipo de adversidad que quiera. Era director nacional de Protección Civil y Administración de Desastres y, como tal, fue testigo privilegiado del sismo político, del huracán represivo, del incendio popular ocurridos entonces. Hoy, nueve años después, Garroz revela unos datos que deberían estremecer algunas conciencias, levantar al menos ciertas polvaredas, encender una que otra pradera. El ex funcionario afirma que en las breves horas del Gobierno de facto hubo al menos 66 muertos y más de 436 heridos, presuntamente víctimas de la ola represiva que se desató tras el derrocamiento del presidente Hugo Chávez y durante la brevísima gestión de los golpistas.
“Siempre se habla de las 19 personas fallecidas y 137 heridas del 11 de abril, pero nadie ha prestado atención a los que murieron los días 13 y 14, cuando el pueblo salió a las calles a reclamar el regreso de su Presidente, y hubo una represión muy fuerte de parte de los organismos policiales en Caracas, Guarenas, Anzoátegui y Trujillo”, dice Garroz, experto en prevención y rescate, quien había llegado a la dirección de Protección Civil en diciembre de 2001.
En total, el golpe habría dejado entonces 85 fallecidos y 573 lesionados, sin contar las cifras del 12 de abril, que han quedado en el más absoluto misterio. Garroz tiene una lista a la orden de las autoridades que deseen investigar.
—¿De dónde salen esas cifras?
—De un censo que levantaron los funcionarios de PC en los hospitales los días 11, 13 y 14 de abril. El 12 no pudimos porque la situación era complicada y los muchachos replegaron a sus sedes. Cada vez que llegaba un herido o un fallecido lo anotábamos, en algunos casos con todos sus datos, en otros no, por la misma incertidumbre que existía.
—¿Por qué se tiene certeza de que fueron víctimas de los cuerpos de seguridad y no de la violencia habitual?
—Los lesionados o quienes les acompañaban dieron sus testimonios. La lista que hicimos sólo contiene los heridos y fallecidos producto de manifestaciones reprimidas, los ingresos por atracos y otros delitos no se incluyeron. Quizá haya algún error, pero puedo garantizar que al menos 90% de esta información es real.
—¿Hay alguna posibilidad de levantar la información del 12?
—En hospitales no guardan mucho ese registro. Es algo que se hace en la entrada, muy apresuradamente. El registro de los fallecidos sí debe estar en la morgue porque todos tienen que haber sido llevados allá. Tienen que haber actas de defunción.
—¿Cuál es la situación judicial de esos casos?
—Quedaron en el olvido. Sólo hubo preocupación por los del 11 de abril, como fecha insigne.
—¿Por qué hacer la denuncia nueve años después?
—Siempre estuve pendiente de hacer público esto, pero no se me daban las circunstancias. Cuando la Asamblea Nacional interpeló a los altos funcionarios, yo juraba que me iban a llamar a declarar, pero no lo hicieron. No quería ir a cualquier periódico y que se convirtiese en un boom mediático. Lo que quiero es que se empiece a investigar estas muertes y a determinar responsabilidades.
TRABAJANDO PARA EL ENEMIGO
El 11 de abril de 2002, Garroz tenía como jefe directo al viceministro de Seguridad Ciudadana, general Luis Camacho Kairuz. El ministro de Interior y Justicia era el capitán de navío Ramón Rodríguez Chacín. A la 1:30 de la tarde lo llamó Camacho. “Estaba bastante alterado, había gritos en su oficina. Me pregunta que si tengo ubicadas las ambulancias. Le contesto que sí, que como siempre, están en los sectores aledaños, para que no sean atrapadas por la misma marcha. Él me dijo, muy nervioso: ‘Ponlas en sitios donde no se vean porque la situación está complicada y hay tiros”’.
—¿Era la 1:30 de la tarde y ya sabía de unos tiros que se hicieron mucho más tarde?
—Sí, a esa hora. Me resultó extraño. Luego he concluido que como los muchachos de PC llevaban chalecos similares a los de los periodistas, él quería mantenerlos lejos de la zona. Tal vez sabía que iban a disparar contra personas que llevaran esos chalecos…
—¿Cuándo supo que Camacho estaba en el otro bando?
—Bueno, los radiooperadores nos informaron sobre una voz parecida a la del Presidente en una frecuencia de radioaficionados, la VHF 140.430. Fue aquello de la red Tiburón y lo estaba escuchando un montón de gente. Inmediatamente, pensando en la seguridad de las comunicaciones presidenciales, le pasé la novedad al general Camacho. Yo no sospechaba nada de él. Minutos después lo vimos en televisión en una actitud totalmente golpista y nos preguntamos para quién habíamos estado trabajando. Parece que para el enemigo.
—¿Por qué hablaba el Presidente por esa frecuencia?
—No hubo una red confiable de comunicación. Usaron radios civiles que cualquiera podía escuchar. Me sorprende que el jefe de comunicaciones de Casa Militar (el oficial Antonio Rivero, luego director nacional de PC) haya permitido esa vulnerabilidad.
—¿Qué significaba el llamado del Presidente al Plan Ávila? Hay mucho mito al respecto…
—El Plan Ávila ya existía, no lo inventó Chávez. Es para restablecer el orden público, no es un llamado a la guerra. Todos los países lo tienen para enfrentar conmociones sociales y mantener el Estado de derecho.
—A su juicio, ¿qué peso tuvo el llamado del Presidente, en la famosa escena del crucifijo, para que la gente volviera a sus casas? ¿Abortó un terremoto social?
—Muy importante, calmó los ánimos. La temperatura bajó inmediatamente, Caracas amaneció tan tranquila como un 1°de enero.
Leales al Presidente y al pueblo
Al mediodía del 12 de abril, el general Camacho Kairuz estaba convencido de que Garroz se plegaría al Gobierno de facto. De hecho, lo convocó a una reunión con las nuevas autoridades de Interior y Justicia. Garroz le dio a entender que él seguía en su cargo por servicio a la comunidad. De inmediato fue colocado en la lista de los chavistas que debían ser “detenidos y sometidos por la fuerza”, como dijera en televisión un ex Fiscal General. Sin embargo, la vertiginosa realidad de esos días, al parecer, no dio tiempo de ocuparse de funcionarios de su nivel.
—¿No designaron a nadie en su reemplazo?
—No. Una persona intentó tomar la Dirección Nacional de Protección Civil para ponerla a la orden del Gobierno de facto. Fue Javier Rodríguez, un médico del Ministerio de Salud que había estado con nosotros en el comando de campaña del presidente Chávez en 1998.
—¿PC se mantuvo leal al presidente Chávez durante los tres días?
—Al Presidente y al pueblo, que era lo que más importaba en ese caso. Se quedaron trabajando a riesgo de sus vidas y fieles al proceso.
—¿Qué sintió al ver por TV la detención de Rodríguez Chacín?
—Indignación y mucha tristeza, me pareció que fue una acción muy baja, de revanchismo político y venganza. Es la muestra de lo que le iba a pasar a toda la población con el más leve signo de chavismo si esa gente se quedaba en el poder. La razzia hubiese sido total.
—¿El Gobierno aprendió la lección?
—Yo espero que sí. Debe haber un mecanismo para probar la lealtad de la gente. Hay que trabajar mucho en la educación. No es fácil cambiar la mentalidad, sobre todo de los adultos. Todavía tenemos que decantar este proceso. Hay muchos que cuando no tienen un cargo público se ponen a hablar zoquetadas.
CLODOVALDO HERNÁNDEZ/ESPECIAL CIUDAD CCS
FOTO MARCOS COLINA