Recientemente el artista plástico y muralista Pablo Pérez Riesco conocido como: “Kalaka”, estuvo en Escuque edo. Trujillo, realizando un trabajo especial en la casa del poeta Ramón Palomares, esta entrevista recoge esa experiencia.
Texto: MppcTrujillo/ Foto: (Ángela Mendoza)
Esta Iniciativa surge de Giordana García, directora de la editorial El Perro y la Rana, ella conoció al poeta y a su esposa e hicieron una relación de respeto, cariño y admiración por su poesía, un día conversando surgió la idea, yo conozco de toda la vida la poesía de Palomares me pareció una idea magnifica.
Desde ese momento fue un gran reto. En mi trabajo siempre parto de ideas abstractas, como por ejemplo, la lucha de los pueblos, o cualquier otro tipo de tema, en el que yo soy, digamos; el creador, aquí me tocaba de alguna manera hacer el trabajo de ilustrar, de convertir en imágenes, la poesía de Ramón Palomares.
Palomares no es un poeta difícil para eso, al contrario, su poesía es desbordante de imágenes, avasallante en imágenes, entonces el reto era como articular toda su imaginería en un collage que básicamente es mi lenguaje interpretando al poeta.
Si bien por un lado era fácil traer sus imágenes, por otro lado me preguntaba cómo hacer que sean las imágenes de Palomares, por ejemplo, la imagen del sol es recurrente en su trabajo, es un poeta muy solar, yo también pinto mucho el sol, ahora tenía que plantearme ¡cómo hacer el sol de Kalaka interpretando el sol de Ramón Palomares!, ese era un poco el juego.
Pasaba por entender cuál era el mundo de palomares, qué estaba diciendo, qué estaba sintiendo, o qué estaba recordando, en ese sentido, creo que el reto más grande que tuve era poder representar la parte pura de palomares, que es muy luminosa en su poesía hay flores, montañas, amaneceres, gavilanes, pero también hay oscuridad, una oscuridad que siento que el saca de la luz; y vemos en su poesía la muerte, nocturnidad, seres que se fueron, una memoria que se va, como si se la llevara una tormenta de arena, este mundo de los muertos y de su memoria que tiene una relación muy linda con su infancia.
Esta presencia de los muertos en su poesía no es ni tétrica, ni amarga; es simplemente como todo lo que pasa a través de él y están tan presentes, como el sol, la luna, los pájaros, la vegetación, su casa su infancia, su madre adoptiva, forman parte de su imaginario.
La casa es como el tema fuerte del mural, el poeta con su rostro a la mitad, cargando una casa, él de niño y Polimnia viéndolo cargando con su propia memoria, toda la vegetación, el sol, el gavilán en una silla que es un poema casi literal y toda la parte de los muertos de palomares.
Ha sido un trabajo maravilloso, no me lo voy a olvidar nunca, la oportunidad de rendirle honores a un poeta absolutamente inconmensurable y en su casa!. Para un muralista la pared no es cualquier cosa, la pared es la materia prima en nuestro trabajo, ya para un muralista, que no es un pintor, que es muralista que trabaja en el muro -así es como me considero- es muy importante el lugar donde voy a hacer las cosas, el lienzo me da la forma de lo que voy plasmar, yo no puedo tener un boceto si no veo la pared. Acá estaba pintando un mural sobre Palomares, en la casa donde hizo su infancia, eso para mi ha sido maravilloso, me sentía como dentro de sus libros.
Escuque es bellísimo, es un pueblo con mucha vida, está muy cerca de la cuidad y a la vez, sientes que estas muy lejos, pero realmente estas en la montaña. Todo lo que pasa a nivel nacional pasa acá, pero a otro ritmo, otro tipo de vida, muy de los pueblos. Acá todo fue tomando su lugar, uno dice ¡ah, esto era! él estaba hablando de estas cosas, de este ladrillo, de esta puerta, de esas matas, de estos perros, fue muy interesante.
Es un honor haber hecho este trabajo y ha sido muy interesante que la gente de la escuela de letras, mis compañeros y amigos de Caracas han estado muy a la expectativa, cosa que no me imaginaba. A todo el mundo le da lo mismo lo que yo esté pintando o no, pero este mural han estado muy pendientes ¡vas a hacer ese mural!, ahí veo el cariño que le tienen al poeta, impresionante, no hay manera de no querer a Palomares.
Estoy muy agradecido con esta oportunidad de conocer Escuque, de esta manera, que es la que me gusta, conocer un sitio aportándole algo. Tuve la oportunidad de ir a Manicuare en Sucre, y ahí se dio una cosa muy linda porque es un pueblo que es una línea de casas y la gente vive con la presencia del poeta Cruz Salmerón, un poco lo que decían acá, que todavía Palomares camina las calles. Para mí en mi historia personal, haber pintado a Cruz Salmerón allá en Manicuare, la esquina de Latinoamérica y estar en la otra parte del país pintando a Ramón Palomares, son como los grandes momentos de mi vida.