El máximo tribunal de Venezuela emitió una sentencia que toca dos aspectos: Algunas letras de algunas canciones de reggeaton y los avisos clasificados de damas de compañía. El debate es sobre la censura.
Texto: Ernesto J. Navarro, Desde la Plaza
Katiuska acaba de cumplir 21 años, no tiene ni idea que el nombre artístico que escogió es el mismo usado para una “bota de goma o caucho que llega hasta media pierna o hasta la rodilla” o que se puede escribir con “C”. Sabe sí, que en el oficio que escogió, mientras estudia, el dinero llega rápido, pero no se gana fácilmente.
Dos años atrás, empezandito la universidad católica, una amiga la invitó a entrevistarse con un Señor que busca chicas hermosas, emprendedoras y decididas a ganar mucho dinero a cambio de mantenerse bonitas. Para ella que soñó ser modelo, actriz o reina de algo, le pareció una papaya hacer eso. Fue hasta un hotel de Caracas con nombre de cacique indígena y ¡Zaz! Quedó seleccionada. En ese momento supo que su sueño Disney pasaba a llamarse Dama de Compañía. Cariñoso eufemismo para camuflar a la prostitución que también puede aparecer con el remoquete de “masajista”.
“Me parece horrible que nos llamen prepago. Eso es sólo para tratar de ofendernos”, dijo.
Ella tampoco sabe que el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) prohibió los avisos explícitos en los diarios impresos. Total, la agencia para la que trabaja no se anuncia en clasificados feos de esos de Últimas Noticias, “es una casa exclusiva a la que se llega por referencias”.
Le permiten estudiar y no la llaman directamente los “clientes” ¡Eso sí! Debe cumplir rigurosamente con la agenda, llegar puntual, lista y entalcada. No le da su número de teléfono a nadie, ni su foto rueda por las redes. “Esto es un trabajo temporal, cuando me gradúe de periodista, lo dejo”, me soltó con absoluta seguridad.
Sus patrones son sólo un vehículo para que ella se encuentre con clientes que pagan más de 15.000 bolívares la hora. Ella misma se costeó la operación de senos, labios, nalgas y tobillos (¡Sí! Los tobillos… ah vaina loca) Y debió poner empeño para recuperarse en tiempo record para no perder tiempo… y dinero.
Hoy parece saber todo de ese viejo oficio que ella ejerce. Lo que no sabía era que podía enfermarse y que también “eso” iba a costearlo ella misma de sus ahorros.
“A veces un cliente me gusta, me parece lindo y lo disfruto. Pero la mayoría no”.
Una sentencia, un debate
Conversamos con Katiuska el 8 de mayo. Dos días después que una sentencia del TSJ condenara, no sólo esos avisos sobre “damas de compañía” en los diarios sino también que se ordenó a la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) meterle ojo a temas de Reaggeton como el creado por el filósofo Daddy Yankee que en su incunable: La Quemona escribe:
“Déle, déle, papi, déle,
déle, déle, déle papi déle,
Déle, déle ah!
Metélo papi Ah! Ah!”
Curiosamente el debate mediático generado tras la sentencia no obedece a una acción del gobierno para censurar a los creadores o a la información. Luigino Bracci, militante de la comunicación alternativa publicó un artículo muy interesante sobre el caso y apunta:
“La sentencia (…) surge luego de que el ciudadano y abogado Gilberto Rúa interpusiera en 2009 una acción de amparo constitucional por intereses difusos en contra del Diario Meridiano, por la publicación de anuncios clasificados de alto contenido erótico en sus periódicos y revistas. Rúa introdujo la acción de amparo inicialmente en representación de sus hijos, pero al ser por intereses difusos la amplió a todos los niños, niñas y adolescentes del país”.
La sentencia de TSJ alcanzó además al Diario Últimas Noticias por los clasificados con fotos explícitas aparecidos en sus páginas. El día 12 de enero el diario que dirige el reconocido periodista Eleazar Díaz Rangel titula en la página 46: “El perreo hizo prender las alarmas”.
Últimas Noticias se desangra contra el reaggeton pero no se da por aludido y en la página 45 (al anterior a la de la nota) se ven más de 50 avisos clasificados de “masajistas” y por lo menos 5 fotos de las condenadas por la sentencia.
La lucha de clases también llega al mundo de las Damas de Compañía. Revisando los clasificados del Diario Últimas Noticias se segmentan las zonas de la ciudad y los precios también.
Como ocurre con el mercado inmobiliario a medida que las agencias, casas, estudios o “spa’s” se acercan al centro (La Hoyada o Parque Carabobo) se ofertan servicios de chicas desde 250 bolívares la media hora. Hacia Plaza Venezuela y Sabana Grande el costo de la media hora es de 350 ó 450 bolívares. De Chacaito hacia el este del este, los precios suben hasta pasar los mil bolívares por media hora de “masajes”.
Un negocio machista donde las chicas se ofertan como un producto y la mujer es vendida únicamente como un bello depósito de semen.
¿Llegó la censura?
Consultamos opiniones. ¿Se censura la creación musical o la información en Venezuela? Esto nos dijeron:
Ignacio Barreto. Músico venezolano. En lo absoluto. Hay leyes qué limitan el horario, así como el acceso por edad en los cines, por ejemplo, en defensa de los derechos de niñas niños y jóvenes. La banalización de las relaciones humanas, sean sexuales u espirituales, forma parte del proceso de cosificación hasta de los sentimientos que promueve el sistema capitalista para obtener ganancias hasta de los aspectos más íntimos de la humanidad. Así, lo sublime, al ser tocado por la mano del mercado se convierte en receta, en comida chatarra para el espíritu. Sin embargo, contra el mal gusto no pueden imponerse sanciones. Porque en muchos casos habría demasiada discrecionalidad en el criterio. Lo mejor es, como Estado, promover a través del acceso a la educación y a los bienes culturales una espiritualidad que aleje y rechace el mal gusto.
Patricia Brolati, periodista venezolana. Considero que no hay visos censura en la solicitud del TSJ a Conatel de revisar el contenido de ciertos temas musicales en función de ponderar su difusión apropiadamente, es decir, en horarios que no atenten descontroladamente contra la salud psicológica e incluso física, de nuestros niños y niñas. Estoy plenamente de acuerdo en que no solamente el reguetón, sino otros ritmos y siendo más específicos autores/productores musicales, deben ingresar a una franja de horario supervisado pues el mensaje que llevan algunas de estas piezas, está plagado de antivalores: discriminación racial y de género, marketización de los sentimientos, materialización de la mujer, entre otros. Si me permites, podría mencionarte casos como el de Maná, Ricardo Arjona, Romeo Santos y Natalia Jiménez (ex integrante de la agrupación La Quinta Estación de España) que patentizan lo que antes te expongo.
Luigino Bracci. Informático. Comunicador. No creo que sea censura. El reggaetón no fue prohibido, sólo se mandó a Conatel a revisar todas las canciones que se transmitan en radio o TV en los horarios todo público o supervisado, sin importar el género, y tomar acciones de acuerdo a su contenido. Es algo que está en la Ley Resorte-Me.
Ana Cecilia Loyo, Cantautora. Jajajajajaja Por supuesto que no. Basta que enciendas cualquier emisora comercial para darnos cuenta que censura tenemos nosotros los que aún creemos fielmente en nuestros cultores. Estoy plenamente segura que aquí hay libertad de crear y de pensar. La letra, la música, el género está en nuestras manos. De la música ya creada nos hemos nutrido todos y todas, de allí nuestras referencias. Cada quién con sus referentes, sus procesos, su creatividad. La sociedad y su aún decadencia comunicacional ha permitido que se crea un des-genero musical donde su único propósito es ridiculizarnos como pueblo. Vender la feminidad como producto.
Wilfredo Rojas. Reportero. Pienso que con esa sentencia no se va a llegar nada pues quién se encargaría de controlar y vigilar este tipo de materiales que ingresan al país. Además, gracias a la masificación del mosaico mediático-electrónico sería imposible frenar este tipo de canciones de tan nefasto género musical.
También está demostrado que mientras más prohibiciones existen más violaciones se generan. Que la gente siga adquiriendo este tipo de música significa que estamos muy lejos, en la Venezuela Bolivariana de lograr un cambio de mentalidad. Más aún cuando el propio gobierno incentiva a escuchar agrupaciones reggeatoneras con presentaciones en muchos conciertos organizados desde el Estado. En todo caso un “control” deberían ejércelo los padres en sus casas, incentivando a sus hijos a escuchar otros ritmos musicales de mejor calidad intelectual.
Alberto Aranguibel. Analista. No creo que en Venezuela se esté iniciando un proceso de cercenamiento de la libertad de expresión, ni de ninguna otra naturaleza, porque se esté aplicando una medida de restitución de la legalidad en las radiodifusiones sobre un género en particular que en términos generales alienta la violación de no solo de Leyes como la de Telecomunicaciones en muchos de sus apartes referidos al lenguaje de los contenidos mediáticos, sino de los principios más elementales asociados, por ejemplo, al respeto a la dignidad del ser humano, como de manera universal se consagra en todas las legislaciones del mundo, y que en el reggeaton son muy usualmente transgredidos.
En primer lugar que no es violatorio del derecho de nadie en modo alguno la imposición de las Leyes como expresión del Pacto Social que acuerda la sociedad para su funcionamiento armónico.
Otro asunto es el de si las leyes deben o no regular las expresiones artísticas en general o de manera particular. Desde siempre este ha sido uno de los aspectos más espinosos de las teorías sociales avanzadas o progresistas, que chocan en un momento determinado con el impreciso y difícil problema de la ética o de la simple óptica con la cual se enfoque este complejo y dilemático tema.
En principio, entiendo que lo que se regula en la reciente disposición no es la creación artística sino su exposición mediática. Y eso en sí mismo permite establecer que no hay entonces una acción contra el Derecho individual de un sector de la producción cultural, sino una evidente salvaguarda de los intereses colectivos y difusos de una sociedad que pudiera verse afectada por el mensaje eventualmente pernicioso del cual ella ha acordado preservarse mediante las Leyes.
El reto, en definitiva, es ¿Qué interesa como sociedad hoy a los venezolanos? ¿Una libertad irrestricta, que no atienda en modo alguno al derecho ajeno, ni asegure de ninguna manera el modelo formativo que garantice a la vez el derecho propio de quienes ejerzan esa libertad? ¿O será acaso preferible procurar la armonización de los más diversos y plurales criterios y concepciones fundidos en una sola visión del país en función del bien común? Es difícil, pero en todo caso intentar lograrlo no es un atentado a las libertades.