Este 14 de diciembre se realizó, en la plaza Armando Reverón de la Unearte, intelectuales, luchadores sociales y especialistas protagonizaron el foro “Ayotzinapa no está sola”, con la participación de grandes especialistas mexicanos: el filósofo y estudioso de la comunicación Fernando Buen Abad, el antropólogo Gilberto López y Rivas, el profesor universitario y politólogo Nayar López Castellanos, la activista y politóloga transexual Irina Layevska Echeverría, autora de la película “Morir de pie”; la activista y luchadora sindical Nérida Reyes Guzmán, el escritor y economista Jorge Veraza, el periodista Luis Hernández Navarro, coordinador de opinión del periódico La Jornada. Presentamos la reseña de Marco Teruggi, titulada “Si Caracas fuera Ayotzinapa” y la oportunidad de descargar, escuchar y compartir el foro completo.
Escuche y descargue el foro completo
Introducción e intervención de Gilberto López y Rivas, antropólogo mexicano
Poema de Dimas y Stefani, estudiantes de Unearte (Venezuela)
Intervención de Irina Layevska Echeverría, activista y politóloga transexual mexicana, autora de la película “Morir de pie”
Nayar López Castellanos, profesor universitario y politólogo mexicano
Nérida Reyes Guzmán, activista y luchadora sindical mexicana
Jorge Veraza, escritor y ganador del Premio Libertador al Pensamiento Crítico
Manuel Santes, Red de Teatro de Argentina
Luis Hernández Navarro, periodista y coordinador de opinión de La Jornada, hace un resumen de cómo ocurrieron los hechos en Ayotzinapa
Fernando Buen Abad, antropólogo y escritor mexicano
Participación musical del Dúo Negro y Blanco, de Bolivia
Intervenciones del público
Ronda final y conclusiones
Texto: Marco Teruggi / Fotos: Gustavo Lagarde
Si Caracas fuera Ayotzinapa
¿Cómo sería Venezuela de no haberse iniciado la revolución bolivariana? ¿A qué se parecerían sus calles, su gente, su hambre, su lucha? ¿La personas en los barrios y en los campos hablarían de socialismo, de Estado comunal, de orgullo nacional, o dirían por ejemplo “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, y “fue el Estado”? La historia del país ha cambiado desde 1998. Profundamente. Y en esa misma medida parece haber empeorado la realidad de otros, como la de México: más de 120 mil muertos, 30 mil desaparecido, 500 mil desplazados; en menos tiempos de lo que lleva el chavismo en el Gobierno. Los números queman por si solos, y lo que los rodea también: la profundización de un modelo capitalista neoliberal, neocolonialista, cuyas consecuencias se hicieron visibles para muchos a partir de un hecho: los 43 normalistas de Ayotzinapa.
“Es la síntesis de la barbarie que los gobiernos de traición nacional le han impuesto al pueblo”. Así definió el antropólogo y periodista Gilberto López Rivas lo sucedido en el estado Guerrero el 26 de septiembre pasado: “la desaparición forzada y ejecución extrajudicial” de 43 estudiantes de la escuela rural de Ayotzinapa.
Su insistencia fue centralmente una: la responsabilidad directa del Estado mexicano en lo sucedido, desde el hecho hasta el encubrimiento que todavía existe. “Actuaron los tres niveles de Gobierno, los aparatos de seguridad y las Fuerzas Armadas”, explicó, para dar a entender la situación actual de un modelo económico, político, social y cultural direccionado por los Estados Unidos.
Narco Estado y entrega territorial
Junto a Rivas estuvieron presentes entre otros, la militante Irina Layevska –autora de la película “Morir de pie”-, y Fernando Buen Abad, en un debate tuvo lugar en el marco del encuentro de la Red de Intelectuales, Artistas, y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad, que lleva tres días reunida en Caracas, celebrando sus 10 años.
“Existen dos vías para ocupar una país en la actualidad, dos formas de neocolonialismo: una es a través de la acción militar, como en Irak, otra es, como en Colombia y en México, con el narcotráfico y la lucha con el narcotráfico, lucha a través de la cual los aparatos de seguridad nacional son penetrados por los de los Estados Unidos”, afirmó Rivas. En México por ejemplo, están presentes los 12 aparatos de seguridad e inteligencia norteamericanos.
De esta manera se crea el cuadro político para la entrega de los recursos naturales, como el oro de Guerrero por ejemplo. Y también el control de las drogas que son vendidas en los Estados Unidos –en esa zona de México se produce gran parte de la marihuana y la heroína-, y los acuerdos con los grupos encargados del negocio. “Existe una simbiosis entre la economía mafiosa –que representa 10% del PBI mexicano- y la economía formal”, subrayó.
El resultado: un Estado de espaldas a las necesidades del pueblo, de frente solo para reprimirlo; en connivencia con el crimen organizado -venta de armas, cuerpos de mujeres, niños, migrantes, y drogas; con una política de venta del territorio a las empresas multinacionales -por ejemplo las mineras canadienses; y regulado por los Estados Unidos. El presidente: un títere, Peña Nieto su mejor expresión.
Ayotzinapa entonces. Y la impunidad de matar abiertamente, libremente, porque la justicia se hizo parte activa y necesaria del Narco Estado. “La Procuradora de la República construyó la primera coartada de los delincuentes”, explicaron en la mesa de debate.
Las respuestas
“Ayotzinapa fue la gota que derramó el vaso”, sostuvo Irina Layevska; el punto que despertó la indignación masiva y la puesta en movimiento de esa rabia desprendida de la muerte sin disimulo, arrojada en la puerta de las casas ante los ojos de todos.
Se trató de 43 luego de años de golpes y resistencias locales, dispersas. Y esta vez fueron estudiantes, jóvenes, pobres, indígenas en su mayoría, aprendices en una escuela rural -uno de los legados de la revolución mexicana de 1910 en su búsqueda de acabar con el latifundio y brindar educación pública, gratuita y laica. Tal vez por eso las respuestas fueron masivas y se extendieron por todo el territorio, con el epicentro en el Distrito Federal.
La consigna “fue el Estado” se multiplicó, evidenciando una crisis política que vino acumulándose en la última década, una crisis ética, moral, de los partidos, la estructura estatal, de la democracia.
“Ayotzinapa no es el pasado, es lo que nos espera si nos quedamos quietos”, afirmó Fernando Buen Abad. Es el futuro que el imperialismo norteamericano le ha reservado al pueblo de México, de Colombia, el que tenían –y tienen- pensado para todo el continente, particularmente para Venezuela y su riqueza recuperada con la revolución: el petróleo.
Lo que no fue, lo que podría
¿Cómo sería entonces Venezuela? Puede decirse que seguramente como México, que es el resultado de décadas de neoliberalismo, de su profundización; de ese mismo proyecto que hasta la llegada de Hugo Chávez había estado gobernando, que es decir entregando, reprimiendo, excluyendo.
Porque cada año de neoliberalismo en México significó uno más de despojo, de descomposición social, de multiplicación y fortalecimiento del crimen organizado y el Estado atravesado por el narcotráfico. El resultado está a la vista, arde. Así hubiera sucedido en tierra bolivariana de haberse continuado el bipartidismo excluyente de la IV República.
Por eso las respuestas populares se fueron multiplicando: desde el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, aparecido en 1994, hasta experiencias de autogobierno indígena, el movimiento magisterial, el sindicato de electricistas, las autodefensas populares, y numerosos grupos armados.
Y ahora se ha sumado el movimiento masivo de la sociedad civil contra la impunidad de Ayotzinapa. El que dijo basta y situó al enemigo: el Estado. Parecido al Caracazo tal vez. La crisis, que es decir la oportunidad. La que puede permitir, con organización, liderazgo y proyecto, que se revierta un modelo que asesina en masa, y no está dispuesto a disminuir las ganancias y las consecuencias necesarias para las mismas.
Ayotzinapa es ver el espejo de lo que podría haber sido Venezuela. Pero, como sostuvo Buen Abad, no se trata del pasado: es el proyecto que continúan persiguiendo norteamericana junto a la burguesía y oligarquía venezolana. Es lo que sucedería en caso de un Golpe de Estado, lo que buscarían implementar luego de atravesar un período similar a las dictaduras de los años 70 de Argentina y Chile. Pero antes de eso estaría el pueblo, bolivariano, chavista, dispuesto a resistir.