Esther Sánchez Carapaica y Víctor Zambrano nombran “las tortas de las Suárez” como parte de los referentes afectivos de La Pastora, es decir, componen ese mundo físico, humano y espiritual que todo parroquiano lleva por dentro, esté donde esté. Y Carlos Hernández, al pasar frente a la plaza José Félix Ribas, resume ese sentir combinando frases religiosas de su propia inventiva: “Pastoreño hoy, mañana y siempre, por los siglos de los siglos, amén”.
Texto: Ciudad Caracas (Manuel Abrizo)
Doña Esther y Zambrano señalan que las Suárez tiene más de 80 años elaborando deliciosas tortas para caraqueños y personas de muchas poblaciones mirandinas. La casa de la familia Suárez está ubicada cerca de la esquina de Amador, casi al frente de donde apereció el doctor José Gregorio Hernández atropellado por un automóvil el 29 de junio de 1919. Una placa colocada en la pared señala que murió al golpear su cabeza en el brocal de la acera.
“Yo tengo mas de 25 años viviendo en La Pastora y no hay tortas más sabrosas que las de las Suárez”, dice una mujer desde dentro de la casa, justo después de pasar el zaguán.
A Esther Sánchez y Víctor Zambrano les resulta complicado definir el ser pastoreño mediante un simple puñado de palabras. Aluden a nombres, calles, callejones, balcones. Buscan en los recuerdos familiares, traen recetas de hallacas y de chichas. En sus evocaciones aparecen el abuelo, la abuela o doña Lastenia, la viuda del pintor Arturo Michelena, una venerable dama a quien Esther Sánchez tuvo la dicha de conocer. Entre los lugares nunca faltan la iglesia, la plaza Ribas, la Puerta de Caracas por donde se iba al antiguo Camino de los Españoles.
Ambos a menudo coinciden en las tertulias y conversatorios que con frecuencia se convocan en la parroquia, ya sea en el Museo Arturo Michelena, en la Casa de la Cultura o en cualquier otro espacio para rememorar aquella historia menuda que ha hecho de La Pastora una de las parroquias caraqueñas de mayor prestancia y raigambre en la capital.
“Mi infancia fue deliciosamente sensacional, para utilizar esa palabra de ahora, porque todo era sano, limpio. Yo me he ido siete veces de la parroquia y las siete veces he regresado a la misma casa”, señala Esther Sánchez.
Víctor Zambrano, otro cronista popular, posee una grandiosa colección de más de cinco mil fotografía de La Pastora antigua.
“Tenemos el caso de José Gregorio Hernández, que debería estar en la iglesia de La Pastora, pero por conveniencias tanto eclesiásticas como políticas era más fácil tener a José Gregorio Hernández en la Candelaria, quizá por cuestiones de transporte y otras razones, que colocarlo aquí”, señala Zambrano.
La Pastora
La plaza principal de La Pastora, dedicada a José Félix Ribas, frente a la iglesia, se muestra como un acogedor ambiente donde los parroquianos se reúnen para dar paso a las tertulias cotidianas o al parloteo de la tarde cuando el friíto de la montaña (el Waraira Repano) comienza a desplazarse calle abajo. La plaza luce un tanto afeada por la falta de mantenimiento, el deterioro de las calles adyacentes y la basura de algunas esquinas.
En el pedestal que acoge el busto del caraqueño, están inscritas las batallas en las que José Félix Ribas descolló por su valor y entrega durante los primeros años de la Guerra de Independencia: Niquitao, Los Horcones, La Victoria, Ocumare. El busto fue colocado el 3 de junio de 1911. En el lado posterior, un letrero alude a José Félix Ribas como indomable paladín de la libertad.
En la Puerta de Caracas hay otro monumento que recuerda que allí fue colocada por los españoles la cabeza de Ribas como escarmiento para quienes se alzaran contra la corona española.
Una placa colocada en la plaza Ribas por el Instituto de Patrimonio Cultural resume lo que ha sido La Pastora en el contexto histórico de la ciudad.
“En función del camino que unía a Caracas con La Guaira”, indica el texto, “fue estructurado el barrio de La Pastora, hoy denominado parroquia La Pastora y erigida en 1889. La Pastora conserva una serie de edificaciones de diferentes épocas que constituyen parte de su patrimonio arquitectónico, muchas de ellas han sido declaradas como Monumento Histórico Nacional, entre ellas podemos citar el puente Carlos III, uno de los dos puentes coloniales que todavía sobreviven en Caracas, la iglesia parroquial de la Divina Pastora, la casa estudio de Arturo Michelena. La Pastora representa una de las zonas urbanas históricas más extensas del país. De un total de 1.729 lotes, el 59 por ciento está ocupado por casas tradicionales, es decir 1.020 casas. Su trazado incipiente de mediados del siglo XVIII, el único monumento colonial que se conserva está representado por el puente Carlos III y algunos restos coloniales que pudiera conservar la iglesia parroquial actual. Una zona de la parroquia La Pastora fue declarada como centro tradicional, según Gaceta Oficial Nº 3.1621 del 7 de marzo de 1979. Los límites de dicha declaratoria son: calle oeste 9, al sur; Puerta de Caracas, al norte; avenida Baralt al este y la quebrada del Polvorín al oeste”.
La casa taller de Arturo Michelena, transformada en museo y ubicada una cuadra más abajo de la plaza, en la esquina de Urapal, alberga una colección de 50 obras del magnífico pintor valenciano, quien trabajo allí hasta su temprana muerte en 1898.
La preciosa casa con piso y escaleras de madera, resguardada con celo por la Fundación Museos Nacionales, exhibe además una colección de muebles, espejos, vasijas y hasta la cama que el pintor compartió con su esposa.
Divididos por una acera
María Martuscello Suárez dice pertenecer a la tercera generación de Suárez que elabora las tortas que le han dado tanta fama a la familia en La Pastora. Señala que en esto últimos años se las ha visto difícil para conseguir los insumos debido a la situación por la que atraviesa el país. Tampoco recibe el beneficio de las panaderías populares, que son surtidas con la materia prima, debido a que no es una panadería y además la repostería, ramo al que se dedica el negocio, no aparece en el registro de comercio.
María Suárez confiesa que semanalmente elaboran unas 50 tortas, todas pedidas por encargo.
“Llévense un pedazo para que las prueben y se las coman con café”, señala, mientras introduce dos generosas piezas en una bolsa plástica.
Esther Sánchez Carapaica explica que cuando dividieron a Altagracia y La Pastora se hablaba mucho que si la acera alta era La Pastora y la acera baja, la parroquia Altagracia. Ella, por esta separación catastral, quedó del lado de Altagracia. Igual pasa con Víctor Zambrano.
“Yo soy pastoreña porque he convivido con los pastoreños. Estudié en la Escuela Esteban Gil Borges, que está de este lado de La Pastora, mi abuela era amiguísima de doña Lastenia de Michelena. Entonces me acostumbré a verla, a estar en la plaza de La Pastora y vivir con la gente”, señala.
Relata que desde niñas se acostumbraron a oír que aquí nació Caracas, por aquello del Camino de los Españoles, y como cada quien acomoda la historia para su lado, pues los pastoreños hacen los propio.
Sus abuelos llegaron a la parroquia en 1917 o un años después. Su madre, Lourdes Mercedes Carapaica, nació en 1919. Tuvo cuatro hijos.
“Mi papá, Ramón Antonio Sánchez Madrid, fue uno de los zapateros más emblemáticos, de los zapatos que se hacían a mano, cosidos con lesna; usaban pez rubia. Entonces, tengo muy arraigado esto, y es lo que cuento cada vez que nos reunimos en el Museo Arturo Michelena. Hablo de doña Lastenia, que la conocí. Cuando llegaron mis abuelos esto era tierra y macán”, indica.
Las hallacas de su abuela y de su madre, incluyendo la suyas, eran y son de consumo obligado en las fiestas decembrinas. Evoca el carato de maíz que en una enorme olla preparaba don Ramón Esclusa, quien había sido chofer de Juan Vicente Gómez. También preparaba un pan de jamón gigante.
“Yo a La Pastora la calificaría de espectacular, maravillosa, sensacional. Tenemos demasiadas cosas lindas”, dice Esther.
Víctor Zambrano cuenta que pastoreños son Jacinto Convit, Carlos “Morocho” Hernández, el primer campeón mundial de boxeo que tuvo Venezuela, Carlos Cruz-Diez, la pintora cubista Luisa Pardo.
Indica Zamabrano que con ese afán de construir sentido de pertenencia, tiene un grupo de Faceboock con cinco mil seguidores, muchos de ellos fuera del país.
“Muchos que se han ido nos dicen: ‘Yo fui, soy y seguiré siendo pastoreño, donde esté”, indica Zambrano.
-¿ Qué es ser pastoreño?
-Tener el corazón grande y querer compartilo con cualquier coterráneo nuestro, incluso con las nuevas generaciones. Un grupo de pastoreños tratamos de conservar nuestras edificaciones. Teníamos el tranvía de La Pastora. Hasta la gestión de Juan Barreto, que le dio mucho impulso a La Pastora, a la parroquia en la parte cultural. No se creó conciencia en cuanto a lo que se iba a mantener, y son proyectos que se hicieron con mucha voluntad, pero no se mantuvo en el tiempo”, expresa.