En plenos Juegos Olímpicos del año 1924, el futbolista uruguayo José Leandro Andrade desaparece de un hotel parisino donde se aloja el seleccionado latinoamericano y ninguno de los técnicos conoce su paradero. Uruguay llegó a la cita deportiva sin favoritismo alguno y tuvo que sortear varias dificultades económicas. Uno de los directivos hipotecó su casa para poder costear los pasajes del viaje transatlántico. Además, durante la ruta España–Francia, desafiaron a equipos locales apostando dinero, para procurarse los gastos adicionales.
Texto: Actualidad RT (Ernesto J. Navarro)
Ya en Francia, se dedicaron a entrenar para el torneo olímpico. Yugoslavia, que sería su primer rival, envió espías al campo de entrenamiento uruguayo para estudiar las tácticas enemigas.
Los suramericanos, enterados de la presencia de los yugoslavos, fingieron falta de destreza con la pelota y los europeos salieron del terreno sintiendo compasión por aquellos deportistas que habían viajado desde el río de la Plata, para dar un triste espectáculo.
‘La maravilla negra’
Andrade jugaba en la posición de volante derecho y desde el primer minuto de partido llamó la atención de espectadores y periodistas: medía 1,80 metros y, como escribiera Eduardo Galeano en el libro ‘El fútbol a sol y sombra’, “este hombrón de cuerpo de goma barría la pelota sin tocar al contrario, y cuando se lanzaba al ataque, cimbreando el cuerpo desparramaba un mundo de gente. En uno de los partidos, atravesó media cancha con la pelota dormida en la cabeza”.
Pero quizá lo que más llamó la atención, fueron sus genes, porque “Europa nunca había visto a un negro jugando al fútbol”, precisó Galeano. Casi de inmediato la prensa francesa lo bautizó con un mote que llevaría el resto de su carrera futbolística: ‘La maravilla negra’.
Dentro y fuera
La flexibilidad corporal de José Leandro Andrade y su acrobático estilo de juego le valieron la categoría de celebridad en la cancha, pero también fuera de ella. Seducido por la noche parisina, acaparó páginas de los diarios por “bohemio y rey del cabaret (…) Las crónicas de la época saludaban la estampa de aquel monarca de las noches de Pigalle”, escribió Galeano.
Fue en ese ambiente festivo donde Andrade apareció tras su fuga del hotel. Ángel Romano, delantero del equipo uruguayo confesará luego que lo halló en un bar rodeado de mujeres “como un sultán entre odaliscas”, evoca la periodista italiana Graziana Urso.
En una de esas fugas, Andrade será protagonista de un encuentro casual que alimentó su fama fuera del terreno de juego.
Una noche conoció a Joséphine Baker, bailarina, cantante y actriz estadounidense nacionalizada francesa, a la que llamaban ‘La venus de bronce’ o ‘La perla negra’, y con ella, Andrade, el futbolista bohemio venido de la lejana Suramérica, bailará tango a la luz de las velas en un cabaret de París.
Exitoso palmarés
Luego de golear a Yugoslavia (7-0) en su debut olímpico, el equipo uruguayo derrotó a EE.UU. en octavos de final (3-0); a Francia (5-1) en cuartos. Luego, ganó la semifinal a los Países Bajos (2-1) y se colgó la medalla de oro al vencer a Suiza (3-0) en la final.
Andrade no anotó ni un solo gol en aquellos JJ.OO., pero eso no evitó que deslumbrara como estrella.
Cuatro años más tarde (1928), Uruguay sería nuevamente monarca olímpico en Ámsterdan. ‘La maravilla negra’ estuvo en la selección que se coronó campeona suramericana los años 1923, 1924 y 1926. Fue subcampeón de ese torneo en Perú 1927 y tercer lugar en Argentina 1929.
Al año siguiente José Leandro Andrade sería campeón del mundo en la copa de 1930. Además, jugó para los clubes uruguayos Bella Vista, Nacional, Peñarol y Wanderers. También para los argentinos Atlanta y Argentinos Junior. Con este último se retiró de las canchas.
Soledad
Tras la despedida de los terrenos de juego, el hombre que había sido estrella en el nuevo y el viejo mundo, vivió en la más absoluta pobreza. Jamás reclamó auxilio al país por las glorias deportivas alcanzadas sudando la camiseta celeste.
“Lo hallaron muerto el 4 de octubre de 1957, tres días después de cumplir 56 años”, precisa Graziana Urso. A su lado, en una caja de zapatos, reposaban sus medallas olímpicas.
Galeano lamentó la situación de abandono en la que falleció aquel ídolo: “Andrade murió en Montevideo (…) Los amigos habían proyectado varios festivales en su beneficio, pero nunca se realizó ninguno. Murió tuberculoso, y en la última miseria. Fue negro, suramericano y pobre: el primer ídolo internacional del fútbol”.
Excelente informacion…!