Por las redes sociales se conoció el pasado martes sobre la lamentable muerte del maestro venezolano de las artes plásticas Manuel Quintana Castillo, un prolífico y precoz creador, quien desde muy joven se destacó en los más importantes concursos y se mantuvo activo casi hasta el fin de sus días. Quintana Castillo mantuvo siempre un fuerte apego hacia su obra. No obstante, no se aferraba a un momento o un estilo en particular. Por el contrario, según el mismo confesó al Correo del Orinoco, siempre se mantuvo en una constante búsqueda sin postergar ninguna experimentación. De hecho, tenía especial preferencia por la voz latina “Carpe diem” (hazlo ahora), título de una de sus últimas exposiciones realizada en Pdvsa La Estancia.
Texto: Correo del Orinoco (Luis Jesús González Cova)
El nombre le pareció en su momento “muy adecuado, porque la razón de mi puntura es esa, no he tratado de postergar nada sino de hacerlo en el momento. Por eso aparentemente hay unas cosas heterogéneas, pero no es así. Hay un hilo de unidad que yo lo siento y se hace perceptible, hay una continuidad”, señaló el artista en ocasión de aquella muestra inaugurada en marzo de 2013.
“Cada cuadro de Quintana Castillo es una nueva aventura. No se copia a sí mismo. Busca y encuentra… y encuentra porque va con el alma dispuesta”, expreso en alguna oportunidad el ex ministro para la Cultura, Farruco Sexto.
El artista reconocía ser más exigente consigo mismo que incluso con sus pupilos, quienes en ocasiones le reclamaban sus constantes cambios “Yo no tengo la culpa, no puedo posponer cosas, no puedo castrarme, tengo que hacer cosas para cumplir con todo lo que tengo que hacer. No entiendo cómo un pintor ya a los 25 años tenga todos sus problemas formales resueltos, eso no es natural lo natural es arriesgarse. Lo que pasa es que a veces no sabes lo que quieres pero sabes lo que no quieres. Entonces anda uno en un cambio, sin avanzar ni retroceder, sino cambios que lo hacen a uno encontrar cosas y aprender”, justificaba el maestro.
Aunque las artes plásticas constituyó su modo de vida, incluso ates de ganar, con 27 años de edad, el premio Henrique Otero Vizcarrondo, en 1955 con la pintura “Cúpira” , admitía que le costaba vender sus obras de arte. Inclusive, buena parte de sus últimas individuales de elaboraron con piezas de su colección personal.
“Me duele desprenderme de ellos (sus cuadros), porque tengo un diálogo siempre con mi trabajo” Viéndolos juntos me doy cuenta de que coinciden, de que hay una unidad, es como poner a la familia junta (…) Es algo que no se puede explicar pero que está ahí y las une, porque siempre he tenido una necesidad auténtica y profunda de hacer las cosas (…) Las que he vendido es porque he tenido que venderlas. Yo no pinto para vender cuadros, pinto en función de la cultura y aquí están estas obras, este es un testimonio”, manifestó en una de sus conversaciones con el Correo del Orinoco.