Fue en marzo de 1961, de noche, en una esquina que decía: “En esta esquina mataron a un hombre”, un acto de ebriedad —y sobre todo de ruptura— de un horizonte abriéndose. La realidad entonces era dura, cruda, marcada por el terrorismo de Estado —denominado con estratégica mentira como democracia— encabezado por Rómulo Betancourt. Ellos acusaban a la burguesía venezolana de “ilustrada y cómplice”. Se propusieron rebelarse desde el arte y la cultura, revolucionando, en ese mismo acto, al arte y a la cultura. Y se pusieron un nombre: El Techo de la Ballena, agrupando, entre tantos, a poetas, artistas plásticos, editores, diseñadores y fotógrafos.
“No teníamos consciencia de la significación que podría tener nuestro movimiento”, fue la primera reflexión que trajo Edmundo Aray, poeta y fundador de los denominados “ballenistas”, este viernes 10 de junio, por la tarde, en la inauguración de la Cátedra Libre El Techo de la Ballena, en la plaza Armando Reverón, parte de la Universidad Nacional Experimental de las Artes.
En la actividad participaron, además de Aray, otros dos miembros del movimiento: Juan Calzadilla, también poeta, y Daniel González, diseñador, fotógrafo y creador de la imagen del movimiento; el investigador José Luis Omaña; Félix Hernández, curador y también investigador; la viceministra del Poder Popular para la Cultura, Giordana García; y el ministro Reinaldo Iturriza.
García se refirió, entre otras cosas, a las diferentes políticas puestas en marcha para recuperar “la memoria cultural y política de nuestro país”, en este caso con el movimiento que se extendió de 1961 a 1967: el rescate del archivo de El Techo de la Ballena —reordenado y reeditado, actualmente en un 80% en la Biblioteca Nacional—, la adquisición de obras, el registro documental de balleneros, la exposición que se hará en la Galería de Arte Nacional, y la próxima edición de la colección en formato facsimilar, a través de la Editorial El perro y la rana.
“Hemos sido víctimas sistemáticamente de un saqueo cultural”, afirmó García, refiriéndose a las políticas implementadas centralmente desde los Estados Unidos a través de sus fundaciones y museos, como el Museo de Arte Moderno en Nueva York, donde se encuentra completamente catalogada la obra de El Techo de la Ballena.
Sobre ese peligro también se refirió Omaña, quien destacó las implicancias culturales: “Controlan la interpretación de nuestra memoria e historia” y su devolución, en este caso, como de un Techo de la Ballena “rosa, light, cariñoso”. Para eso también fue pensada la Cátedra Libre: para recuperar la historia del movimiento desde su propuesta “irreverente y crítica”, como la definió Juan Calzadilla.
Es que el movimiento se propuso atacar un orden establecido: el del Pacto de Punto Fijo, sus asesinatos sistemáticos, su arte y cultura para pocos, encerrados en salones excluyentes: “Percibimos, a riesgo de asfixia, cómo los museos, las academias y las instituciones de cultura nos roban el pobre ozono y nos entregan a cambio un aire enrarecido y putrefacto. La Ballena quiere restituir la atmósfera”, afirmaban en 1961.
Y, a su vez, hacerlo desde la búsqueda artística, rupturista, con un humor —definido como “corrosivo, ácido, agresivo”—, con escándalo, provocaciones o ataques directos, como el poema escrito por Caupolicán Ovalles a Rómulo Betancourt: “¿Duerme usted señor presidente?”.
La apuesta tenía riesgos directos: “O te quedas y Rómulo Betancourt se encarga de ti, o te exilias y nos ocupamos de ti”, recuerda Aray que le dijeron a Ovalles pocos días antes de la salida del libro con el poema. Y el poeta partió por dos años a Colombia para evitar las sabidas persecuciones que sufriría en manos de la IV República. No eran mitos: ahí estaba el cuerpo de Alberto Lovera flotando en el mar, por el cual quisieron hacer una exposición en un museo que les fue negada.
El movimiento duró hasta 1967. “No era una agrupación formal que programaba festivales de poesía, eventos”, explicó Calzadilla, quien leyó el poema que recitara —al igual que en aquel entonces, sobre un rollo de papel higiénico— en México, al ser invitado el colectivo a un encuentro de poesía. Ruptura y rebeldía, búsqueda y cielo como techo de ballena, ésas eran algunas de las certezas.
¿Cómo pensar esas preguntas y búsquedas en este tiempo? ¿Qué puentes existen entre El Techo de la Ballena y, por ejemplo, el Movimiento de Grafiteros y Muralistas —el cual ilustró durante el día ese imaginario de los sesenta— o los poetas que recitaron para finalizar la actividad?
La Cátedra Libre tendrá lugar los días 10 de cada mes, en Caracas y luego en el interior del país, como una apuesta para recuperar ese movimiento y momento histórico, para desde allí pensar la actualidad venezolana, sus desafíos, apuestas. Y si no, como afirmó alguna vez Ovalles, en este momento sería necesario un “coletazo de ballena”.
COMO LE HACE BIEN A NUESTROS ESPÍRITUS ESTAS MANIFESTACIONES DE ARTE. APLAUDO CON FUERZA. LOS FELICITO Y LOS CONMINO A PERSISTIR!