En la Casa de las Primeras Letras Simón Rodríguez, ubicada en el Bulevar Panteón, se desarrolla desde el martes 25 de octubre el 1er coloquio muñequero que ha reunido a las personas, hombres y mujeres, que se han involucrado en la confección y dignificación de este arte que se lleva de generación en generación en el seno del hogar familiar venezolano.
Texto y Foto: Ministerio de la Cultura
La sala de vida cotidiana es el espacio en el que se desarrollan estos conversatorios que han mostrado muchas experiencias significativas en las diversas intervenciones presentadas. Una de sus participantes, Mercedes Salazar, la popular Meche, habló sobre la parte espiritual de la confección de estas compañeras de trapo, “nací en Altagracia de Orituco, puedo recordar que la casa de mi abuela paterna era visitada por árabes que dejaban telas y ella hacia batas, a mí me daba mucha curiosidad estas acciones, lo que quedaba de las telas se cortaba en cuadritos y un día me mostró una muñeca realizada con retazos”, fueron palabras de Meche al iniciar su intervención.
“Esto lo hice con los retazos que trajo el árabe”, le indicaba su abuela y luego Meche dejaba volar su imaginación sobre la actividad de ese señor, lo observaba recorrer todas las veredas de su comunidad, específicamente la vereda 7, donde ella vivía. Mercedes explicó que su mamá hacia muñecas pero no le pintaba el rostro, su última muñeca la hizo para el homenaje a Aquiles Nazoa pero ella le pidió a Meche que no la mostrará. “A mi mamá le gustaba coser y nos hacía trajes para las muñecas”, “estando ya adulta y trabajando en el ministerio de cultura se percató que este mundo era mucho más grande y trabajó con lo que se llamaba Maestros Honorarios. Una maestra, la maestra Amada me marcó, ella vive en el estado Sucre, “fui a su casa y me di cuenta que cada muñeca que se hace, con esos retazos, tiene vida, tiene el rostro de su creadora, más allá de la muñeca están los retazos de vida”.
“Esas muñecas hablan, sienten, te ven con sentimiento, el agarrar la aguja, el coser, el dar vida al retazo que se toca, cada muñeca tiene vida, fueron expresiones de amor que la ponente remarcó a lo largo de su exposición. Mi nieta Camila tiene una colección de muñecas, y juega de manera organizada, las muñecas son didácticas, abren ese mundo materno, toda niña que tiene una muñeca de trapo marca ese sentimiento, esa dulzura que no es exclusiva de las niñas. Hasta mi papá y mi hermano jugaban conmigo. Esos retazos tienen vida. Yo no olvido ninguna muñeca de mi infancia”, aportó.
El venezolano tiene mucho sentimiento, la gente de otros países es muy educada pero también muy fría. Lo que hacemos aquí tiene amor, por ejemplo Rosaura Funes me enseñó esa dulzura que tal vez yo tenía apagada, porque al pasar los años uno se va mecanizando. Si existen los saberes tradicionales todavía y si hay gente que los está rescatando, yo siento que soy parte de ese trabajo de rescate.