El 4 de junio de 1830 fue asesinado el Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, por órdenes de la oligarquía colombiana que quería la continuidad del colonialismo y se oponía a la integración de la Patria Grande. Prócer de nuestra independencia, político insigne, estadista y soldado épico fue el Gran Mariscal de Ayacucho uno de los venezolanos más gloriosos y grandiosos de la Patria venezolana.
Texto: Prensa MPPC
Sucre, siempre fiel a Simón Bolívar, logró grandes hazañas derrotando al imperio español en toda Suramérica. Fue gobernador del Perú, presidente de Bolivia y general en jefe del Ejército de Colombia.
Es considerado uno de los militares más completos entre los próceres de Latinoamérica.
Bolívar al conocer su muerte dijo: “Se ha derramado, Dios excelso, la sangre del inocente Abel… Lo han matado porque era mi sucesor”.
El asesinato de Sucre fue como una “Crónica de una muerte anunciada”, ya que el mismo fue planificado y ejecutado en las Montañas de Berruecos- Arboleda (Nariño) Colombia, con alevosía, ensañamiento, ventaja y premeditación.
Tras la cobarde acción, allí permaneció su cadáver por más de 24 horas hasta que los pobladores de las localidades cercanas le dieran cristiana sepultura.
Si Sucre se hubiese ido por Buenaventura, allí lo esperaba el general Pedro Murgueitio para darle muerte; si optaba por la vía de Panamá lo acechaba el general Tomás Herrera, y desde Neiva lo vigilaba el general José Hilario López.
El Gran Mariscal de Ayacucho murió asesinado en una emboscada, planeada por el general Juan José Flores. Ese día, muy temprano por la mañana, Antonio José de Sucre toma el camino de su cita final.
En el sendero estrecho hacia las montañas de Berruecos, cuatro asesinos contactados por José María Obando, Apolinar Morillo (venezolano), Andrés Rodríguez y Juan Cruz (peruanos) y Juan Gregorio Rodríguez (colombiano) lo asesinaron a mansalva.