El legado documental de Cecilio Acosta está disponible en la Biblioteca Digital “César Rengifo”

Más de 80 objetos digitales que incluyen discursos, correspondencias, ensayos, poesía y tratados de derecho y política, conforman la colección “Cecilio Acosta”, ubicada en la sección de “Autores y Personalidades”, que puede consultarse en línea a través del portal de la Biblioteca Digital de Venezuela César Rengifo.

Texto: Prensa Biblioteca Nacional

El Instituto Autónomo Biblioteca Nacional y de Servicios de Bibliotecas (IABNSB) creó esta colección para rendir homenaje a uno de los más importantes humanistas de Venezuela, don Cecilio Acosta, quien nació el 1° de febrero de 1818 en San Diego de Los Altos, estado Miranda. Aunque provenía de una familia pobre y humilde, el presbítero Mariano Fernández Fortique se hizo cargo de su formación inicial, le inculcó valores que lo llevaron a convertirse en uno de los principales intelectuales venezolanos del siglo XIX.

Gracias a la influencia del presbítero, ingresó al Seminario Tridentino de Santa Rosa, en Caracas, estudios que abandonó para cursar filosofía y derecho en la Universidad Central de Venezuela. También ejerció la docencia y el periodismo y se dio a conocer por los escritos y reflexiones que publicó en los periódicos “La Época” y “El Federal”, sobre la tensa situación política que se vivía en el país, polarizado entre liberales y conservadores.

Algunos ejemplares de esos periódicos, así como también “Doctrina”, con epílogo de José Martí y prefacio de J.L. Salcedo Bastardo; “Antología del pensamiento de Cecilio Acosta”, editado por el gobierno del estado Miranda; “Opúsculos Críticos”, con prólogo de Rufino Blanco Fombona; y su ensayo “Cosas sabidas y cosas por saberse”, publicado en 1856 por la imprenta de Jesús María Soriano, en el que a través de una carta (sin destinatario aparente) expone, entre otras, sus ideas y recomendaciones acerca de lo que debía ser la educación, pueden consultarse en la biblioteca digital.

Sobre la educación, su pensamiento era coincidente con el de Simón Rodríguez, en cuanto a que había que alargar la educación primaria y poner allí el énfasis educativo, e igualmente más en el taller que en la universidad, en que se debía educar y formar al hombre para el trabajo, en la educación técnica, el ferrocarril, las máquinas de vapor y otros temas de provecho y utilidad común. Era un gran crítico de la educación que se impartía en ese entonces. “La luz que aprovecha más a una nación no es la que se concentra, sino la que se difunde”, escribió.

“Enséñese lo que se entienda, enséñese lo que sea útil, enséñese a todos; y eso es todo. ¿Qué gana el que pasa años y años estudiando lo que después ha de olvidar, porque si es en el comercio no lo admiten, si es en las fábricas tampoco, sino quedarse como viejo rabino entre cristianos? ¿Hasta cuándo se ha de preferir el Nebrija, que da hambre, a la cartilla de las artes, que da pan, y las abstracciones del colegio a las realidades del taller?”, escribió Acosta en “Cosas sabidas y por saberse”.

Acosta fue un hombre de grandes dimensiones. Junto a Juan Vicente González, Fermín Toro y Rafael María Baralt, formó parte de la generación “Independencia y República”. Importantes personajes de la historia, la política y las letras, le dedicaron artículos que dan cuenta de la talla de este venezolano insigne, amigo de Arístides Rojas, Eduardo Blanco, Lisandro Alvarado; y hasta el prócer de la revolución cubana, José Martí, durante su breve estadía en Caracas, se admiró por su grandeza moral, su honestidad, cultura e inteligencia.

La devoción de Martí por Acosta quedó plasmada en un ensayo que escribiera días después de su muerte, acaecida en Caracas el 8 de julio de 1881; el cual tituló “Cecilio Acosta”, que fue publicado el 15 de julio de ese mismo año, en el segundo y último número de la Revista Venezolana que editaba Martí. Algunos investigadores coinciden en afirmar que dicho artículo fue la causa por la que días más tarde el presidente Antonio Guzmán Blanco, le solicitó que abandonara el país.

“Ya está hueca y sin lumbre, aquella cabeza altiva, que fue cuna de tanta idea grandiosa; y mudos aquellos labios que hablaron lengua tan varonil y tan gallarda; y yerta junto a la pared del ataúd, aquella mano que fue siempre sostén de pluma honrada, sierva de amor y al mal rebelde. Ha muerto un justo: Cecilio Acosta ha muerto. Llorarlo fuera poco. Estudiar sus virtudes e imitarlas es el único homenaje grato a las grandes naturalezas y digno de ellas…” le escribiría Martí.

En esa dirección apuntó el IABNSB, al colocar su legado al alcance de todos los interesados, a través de la Biblioteca Digital de Venezuela “César Rengifo”, desde donde se pueden descargar libremente en PDF,  mientras los documentos originales se encuentran a buen resguardo en las distintas colecciones y servicios de la institución.

Buena parte de sus manuscritos se preservan en la colección Antigua del instituto; y con motivo del bicentenario de su natalicio, se recibieron 23 documentos originales más, que se encontraban en la Casa Museo Cecilio Acosta, fechados entre 1869 y 1880, los cuales fueron donados por la gobernación del estado Miranda, mientras que el Catálogo Público SISBIV remite a casi 100 entradas con el nombre de uno de los más importantes humanistas y civilistas de la historia de Venezuela; quien se esforzó por procurarse una excelente educación, y dejarnos a su vez un extraordinario legado que, en todo o en parte mantiene su vigencia, por lo que debemos volver sobre su lectura.

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