Investigación sobre el devenir totalitario de la comunicación presenta Óscar Lloreda

“Lo descomunal: desbordamiento y exceso de lo común. Crítica al devenir totalitario de la comunicación”, es el título de la investigación que adelanta el sociólogo Óscar Lloreda y que se presentará el viernes 10 de agosto de 2018, a partir de las 10 de la mañana, en el Museo “Rómulo Gallegos” de la Fundación Celarg, con entrada libre.

Texto: Prensa Celarg 

Sobre el abordaje del tema, Lloreda comenta lo siguiente: “La idea de comunidad se ha mantenido en el centro del debate filosófico-político durante al menos el último siglo. Su temprana vinculación con la idea de progreso se vio afectada por los resultados que su evocación política ha generado. Nuevas gramáticas, signadas por la desconfianza, surgieron a la par: la comunidad es reconocida como un riesgo. La excesiva cautela para evitar la catástrofe de su afirmación conlleva una violencia protectora que es capaz de inmunizarla hasta extinguir e imposibilitar su ejercicio. La comunidad se protege a sí misma en un movimiento centrípeta que transita desde lo múltiple hacia lo uno, mientras lo común deviene lo propio”.

Añade que “en esta operación de clausura se verifica un excedente, es decir, una parte inapropiable por la identidad emergente. Se trata de un exceso, un desbordamiento que demuestra la imposibilidad e inestabilidad de toda clausura identitaria, sometida siempre a los campos de fuerza que la alteran. Lo descomunal viene a nombrar, precisamente, el conflicto que la diferencia, la alteridad, el otro expulsado, instituye sobre la comunidad identitaria”.

Sin embargo, destaca el investigador, “no se trata de un conflicto con el afuera, lo externo, sino, por el contrario, con otra forma devenida de lo mismo, esto es, con su retorno que reclama reconocimiento o, quizás sea más preciso decir: con un agradecido retorno que viene a ponerse nuevamente a disposición del otro. Lo común de la comunidad, en consecuencia, no es aquello que pertenece a ambos, en términos de propiedad que los vincula, sino, en una aparente paradoja, aquello que les resulta impropio, la deuda que se produce a partir de la exposición que interrumpe la clausura”.

Al respecto, considera que la disputa sobre el concepto y el ejercicio de la “coMUNIdad” ha tenido poca incidencia en su prima-hermana “coMUNIcación”, subyugada por la impronta que el análisis sobre la tecnología y los medios le ha impuesto, subsumiendo la comunicación a lo mediático. De modo que se hace necesario un pensamiento capaz de convocarlas mutuamente. Si la comunidad se produce en la exposición al otro bajo la lógica de la comparecencia, esto es, asumiendo el riesgo de afectación y contaminación, la comunicación viene a nombrar el espacio-tiempo en que este movimiento se produce, de modo que esta solo es posible cuando existe la exposición al riesgo que el otro representa”.

Vista de ese modo, insiste Lloreda, “en la comunicación asistimos a un segundo nacimiento, un espacio de afectación y donación recíproca donde a cada momento el ser, la identidad, es actualizada por el-otro que simultáneamente es el-mismo. En ese sentido, la afectación es un acto político, en tanto pone en juego las diferencias, instala conflictos y reconfigura sensibilidades, abriendo nuevos mundos. Por tanto, para afectarse, para comunicarse, es necesario la palabra o, más ampliamente, el discurso como acción, en todas sus modalidades, incluidas aquellas fuera del logos”.

Finalmente, adelanta Óscar Lloreda que “la trayectoria de investigación propuesta, busca observar el devenir totalitario de la comunicación que se revela en la expropiación de la palabra, su uso meramente artificial, la negación de la deuda comunitaria y la imposibilidad del disenso, todo lo cual redunda en una democracia inmunitaria y anestésica. En definitiva, la comunicación, en su deriva totalitaria, solo es capaz de comunicar su incomunicación”.

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