El 25 de noviembre de 2014 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró a la lengua indígena Mapoyo, hablada por un pequeño grupo de indígenas del suroccidente de Venezuela como patrimonio cultural Inmaterial de la Humanidad, siendo la primera en ingresar a su lista de Salvaguarda Urgente.
Texto: AVN
La postulación de este idioma ante la Unesco había sido introducida por el gobierno venezolano, preocupado por el riesgo de desaparición de esta lengua hablada por un pueblo indígena que tuvo una importante participación en la guerra de independencia y que hoy en día está reducido a un grupo de menos de 400 integrantes, en su mayoría de edad avanzada.
Los Mapoyo son un grupo étnico descendiente de la familia Caribe, que vive a orillas del río Orinoco, en una zona ubicada en los límites de los estados Bolívar y Amazonas, en el sur de Venezuela.
Aunque en el siglo XIX eran un grupo muy extendido en la amplia zona limítrofe de los estados Amazonas y Bolívar, en el sur de Venezuela, hoy en día se encuentran reducidos a una comunidad llamada El Palomo, en jurisdicción del municipio Cedeño del estado Bolívar.
Son reconocidos por poseer una importante memoria colectiva, con narraciones únicas sobre el origen de la vida, del hombre y su relación con las fuerzas divinas y la naturaleza, especialmente con el río Orinoco y la selva, de los que dependen para su subsistencia.
Sin embargo, la mayoría de sus integrantes son personas de avanzada edad y según explica el líder de esta comunidad, Simón Bastidas, solo tres personas hablan la lengua con fluidez, lo que pone en riesgo la continuidad de esta herencia cultural si no se toman medidas urgentes para estudiarla y divulgarla de forma oral y escrita entre las nuevas generaciones.
Bastidas señaló que la penetración de la cultura criolla y europea y la estigmatización social que durante décadas hubo en Venezuela contra los pueblos originarios tuvo mucho que ver con la actual situación de la lengua y herencia cultural Mapoyo
Como ejemplo, citó que de niño su padre solo le hablaba en español y fue su madre quien le enseño lo que sabe, aunque reconoce que a sus más de 70 años no lo puede hablar fluidamente.
Esto demuestra el nivel del peligro que enfrenta la tradición oral Mapoyo, pues esta situación está presente en prácticamente todos los adultos de la comunidad.
“Ahora los más viejos son los maestros, y están trabajando con mucho esfuerzo para enseñarles el idioma a los niños, quienes ya cantan el Himno Nacional en nuestra lengua y están avanzando”, apuntó.
La Unesco y el gobierno venezolano lanzaron programas para elaborar material didáctico y un sistema de escritura en mapoyo para su uso en los programas educativos de la escuela local.
Bastidas señaló que su comunidad está muy comprometida a rescatar y transmitir su cultura, medicina tradicional, simbología y cosmogonía.
También tienen un fuerte celo sobre su gastronomía y sus técnicas de pesca y caza y se enorgullecen de su artesanía, que comparte mucho de la herencia de los pueblos Caribe del oriente y sur de Venezuela.
Recuerdan con orgullo su participación activa en la guerra de independencia, donde mostraron tal grado de valentía que el Libertador Simón Bolívar les donó una gran extensión de tierras entre los ríos Parguaza y Suapure, afluentes del río Orinoco, así como les entregó su espada y la lanza de José Antonio Páez.
Sin embargo, el título firmado por Bolívar se perdió en un incendio, lo que dejó a este pueblo en un marco de indefensión jurídica frente a la acción de terratenientes criollos e incluso, de empresas públicas y privadas, durante las décadas previas a la Revolución Bolivariana.
En marzo de 2013 y gracias a las leyes promulgadas por el comandante Hugo Chávez para proteger a los pueblos originarios, la Comisión Nacional de Hábitat y Tierra de los Pueblos y Comunidades Indígenas, les entregó la titularidad sobre más de 250.000 hectáreas de tierras correspondientes al territorio recibido originalmente de manos del Libertador Simón Bolívar.
En estas tierra, cada vez mas familias se dedican al cultivo de plátanos, piñas, cambur y otros rubros, de los que se alimentan o venden en los mercados cercanos, asegurando así su supervivencia y permanencia en estos suelos ancestrales.
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