José Roberto Duque nos relata, en su blog Tracción de Sangre, la experiencia de los habitantes del caserío Vega de Puente, en el estado Barinas, quienes han desarrollado el cultivo de vainas de tapiramas (leguminosas silvestres, cierta variedad de caraotas). “La gente de Vega del Puente declara orgullosa que ahí ya nadie compra caraotas, y que es común que en esas casas preparen unos potajes bellos con los granos mezclados y la respectiva guarnición de papas, aliños (que también siembran ellos mismos) y más de un trozo de cochino”.
Texto y fotos: José Roberto Duque
En una carretera de Barinas que recorro varias veces a la semana hay un caserío llamado Vega del Puente. Destacan en la orilla de la vía unos gaviones (esas estructuras de piedra sujetada por redes de alambre que evitan o contienen los derrumbes). Pasé el viernes en la mañana por ahí y vi a unas personas montadas en el piedrero recogiendo algo. Seguí de largo pero, cuando regresé de mis diligencias, me paré en el lugar a ver qué vaina era aquella. Y sí, en efecto, eran vainas, miles de vainas: la gente que vi en la mañana estuvo ahí recogiendo tapiramas. Para nosotros, capitalistas por costumbre y formación, el titular de la noticia que funciona es este: en un país donde ciertos coñoemadres decidieron que la caraota cuesta 1.500 bolos la gente estaba recogiendo tapiramas gratis, nacidas en un piedrero infame.
Una tapirama, para no darle más vueltas cientificistas a la cosa, es una especie de caraota silvestre, una leguminosa que crece como monte y en efecto es monte. Un grano que nos alimentó durante cientos o miles de años hasta que llegó el mercado y nos dijo “Epa, tú tienes que ser una persona decente. No recojas granos del monte: cómpralos en el supermercado”. Desde entonces se nos olvidó que existen docenas y docenas de variedades de estos granos comestibles, y nos aplicamos a comer sólo diez o doce pepas comerciales: caraotas negras, rojas y blancas; arvejas, un par de frijoles, lentejas, quinchonchos y tres o cuatro más.
Una de las tapiramas encontradas aquí la conocía; es tapirama negra, muy parecida a esa caraota comercial que llevan los pabellones. La otra es para mí una novedad: una tapirama muy parecida a la paspasa “vaquita”, popular en Sanare, pero no es una paspasa sino una tapirama.
Me bajé y les caí a preguntas a algunos habitantes, y los titulares son estos: la enfermera del dispensario del caserío, que vive en Barinitas y se llama Eloísa, recogió esas semillas y las llevó a la comunidad. Se las dio a varias familias para que procedieran a sembrarlas, y varias de ellas tienen su moño de caraotas en el patio, en la jardinera, en las áreas comunes.
Una coñita de 4 años llamada Chiquinquirá (les debo las fotos de este ser) agarró por costumbre abrir huequitos en el patio de su casa y eso está ahora cundido de tapiramas, por su culpa. Y la culpa de las caraotas en la orilla de la carretera es de la enfermera Eloísa, que agarró varios puños de semillas y las tiró ahí en la piedra, donde se supone que sólo proleferan los lagartijos y el monte. Y bueno, hay monte que se come, vaya sabiendo: la gente de Vega del Puente declara orgullosa que ahí ya nadie compra caraotas, y que es común que en esas casas preparen unos potajes bellos con los granos mezclados y la respectiva guarnición de papas, aliños (que también siembran ellos mismos) y más de un trozo de cochino.
El ciclo de estas leguminosas es un prodigio de generosidad: son plantas perennes, lo que quiere decir que nacen, florean (“florecen”, dicen los poetas burgueses), echan sus vainas, y cuando ya las semillas comienzan a secarse empieza la floración otra vez. Eso ocurre hasta cinco veces en el año: de dos a tres kilos de comida echa cada una de estas enredaderas en cada carga. Así de violenta y fecunda es esta mata.
Les dije a esas personas que eso que estaban haciendo es la cosa más importante que pueden hacer las comunidades de este país, que si todos los venezolanos estuviéramos haciendo esto no habría especulación ni escasez. Me miraron extrañados, así como diciendo “Ah verga y a este loco qué le pasa”, pero no importa, ya les explicaré con más calma. Sé que entenderán mejor cuando les diga que si todo el mundo hiciera eso que ellos hacen derrotaríamos al mecanismo y a la clase criminal que han permitido que la comida no sea un derecho humano sino una mercancía, y bien cara.
Agarré a siete vecinos del caserío La Quinta (10 kilómetros más arriba), a quienes estoy adiestrando para que escriban para el periódico Piedemonte, y me los llevé para allá, con dos misiones. Una, que recabaran y escribieran ese cuento o noticia para nuestro periódico. Dos, que recolectaran de esas para que vengan y reproduzcan la experiencia en su caserío.
Vega del Puente es una comunidad que espontáneamente decidió ser guardiana de semillas; vamos a ver si en La Quinta hay músculo y ganas para copiar el proceso. Allá los dejé conversando y bajé para Barinitas para hacer tiempo. No me preocupó para nada que esos aprendices de periodismo dejaran información sin recabar. ¿Por qué? Sencillo, papá: lo que dejé allí funcionando fue una conversa entre agricultores. Y, que se sepa, los agricultores saben de esas cosas más que los periodistas.
Sabes que uno anda por ahí tratando de organizarse y de animar a la gente para que identifique, recolecte y propague semillas nativas y/o en peligro de extinción (nos llaman “guardianes de semillas”; a mí me gusta el mancillado y casi olvidado término “catabre”). Pero es un hecho que, hagamos lo que hagamos, siempre habrá gente de nuestro pueblo que, sin andar reclamando títulos o denominaciones, nos lleva una morena.
Debe dársele nuevamente publicidad
hola, se olvidadron de las tapiramas o campiranas que también he escuchado por ahí, en serio, no saben lo que se pierden, son igual y si quiere mejor que las caraotas, pues, no requieren químicos; sembramos (tapirama fucsia y vaquita) en una cerca de la escuela donde trabajo en Motatán, Trujillo y al pie de una guanábana (tapirama negra) donde mi mamá en (Morón) Valera, y de verdad si da buena producción; aunque le han caído plagas, ellas, como dicen en el campo “van pa`lante”, se le agarran granos para comer varias veces, deberíamos propagarlas en todo el país, hay muchas variedad !probemos!
Amigo, me gustaría poder disponer de algunos granos de las variedades de tapiramas que cosecha; en particular las blancas con negro y/o todas las que disponga. ¿Cómo podemos hacer? Vivo en Ciudad Bolívar y este es mi número de contacto: 0416-9002431. Saludos y excelente artículo.
me gusto mucho esta publicacion, queria saber si las tapiramas requieren algun tratamiento especial para cocinarlas, o simplemente las cocino igual que las caraotas