El pasado jueves 8 de octubre falleció el maestro Eligio Havid Sánchez, músico zuliano de amplia trayectoria, quien estuvo al frente de la Orquesta Sinfónica de Maracaibo. Al parecer, el reconocido director habría padecido complicaciones cardíacas. El Ministerio del Poder Popular para la Cultura emitió una nota de duelo lamentando la terrible pérdida: “Probado militante de la lucha, desde parajes extranjeros hasta la confidencia del cuadro clandestino, que ocultaba en su elegante frac el necesario panfleto cuestionador de la jauría represora. Pero por sobre todas sus fases, por encima de su proyección como hombre de la cultura, intelectual, docto en lenguas extranjeras, autodidacta, funcionario, entre otras; sobrepasando todas estas particularidades, estuvo su condición de virtuoso, siempre tuvo la impecable nobleza de demostrar su virtuosismo para la amistad”.
Durante su carrera musical emprendió varios proyectos para impulsar la afición por la guitarra en el estado. Fundó el Festival “Maracaibo en Guitarra” y el Festival de Música Latinoamericana Contemporánea, en el que participaron maestros como Krzysztof Penderecki, Ginastera, Antonio Estevés, entre otros. También tuvo la oportunidad de dirigir al maestro Alirio Díaz, así como a otros guitarristas que pasaron por Maracaibo.
Asimismo, Sánchez incursionó en otros ámbitos, siempre con la intención de impulsar la música. En ese sentido, tuvo un programa de música en LUZ FM, y tuvo funciones en el Gabinete de Cultura del estado Zulia
El 17 de marzo de 2014, Sánchez fue entrevistado por Alba Ciudad luego de conocerse que fue víctima de agresiones por opositores que mantenían una guarimba cerca de su casa, tras interceder por una familia que intentaba llevar a su hijo al médico y no podía atravesar una barricada cercana a su casa.
Compartimos la nota de duelo del Gabinete Cultural del estado Zulia lamentando su partida física.
Declaratoria de un Adiós
Difícil tarea esta, de despedirnos de Havid. Irrefutable Maestro de la música, educando al oído venezolano al disfrute y conocimiento de los acordes clásicos de la música universal, de orquesta, de cámara. Experimentado productor cultural, abonando con su ejercicio espacios institucionales para la respuesta de acción artístico-cultural en el país. Probado militante de la lucha, desde parajes extranjeros hasta la confidencia del cuadro clandestino, que ocultaba en su elegante frac el necesario panfleto cuestionador de la jauría represora. Pero por sobre todas sus fases, por encima de su proyección como hombre de la cultura, intelectual, docto en lenguas extranjeras, autodidacta, funcionario, entre otras; sobrepasando todas estas particularidades, estuvo su condición de virtuoso, siempre tuvo la impecable nobleza de demostrar su virtuosismo para la amistad.
Por eso, los trabajadores y trabajadoras del Gabinete de Cultura del estado Zulia y vale decir, del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, nos unimos al dolor irreparable que acoge a la familia y a el universo de amigos de Eligio Havid Sánchez, a la vez que manifestamos nuestro orgullo de haberlo tenido como uno de los nuestros.
Igualmente, compartimos un artículo Blas Perozo Naveda, escrito el pasado 10 de octubre y publicado por el sitio web de la Biblioteca Pública del Zulia, reseñando parte de su vida.
Hermano del alma
Autor: Blas Perozo Naveda
En 1966 abandoné el Instituto Pedagógico de Barquisimeto por recomendación del gran poeta peruano Manuel Moreno Jimeno. Me recomendó el maestro, que me viniera a la Universidad del Zulia a estudiar letras o periodismo. Así que me vine y en letras tuve la suerte de tener como profesor de Literatura Hispanoamericana a Cesar David Rincón. Un día, una tarde más bien, César me invitó a su casa para que formara parte de la gente que iba a recibir (-con un ágape-) a un gran violinista que había estudiado en Viena y en París; que era de Barquisimeto y que había sido, a la llegada de Cesar a París, el responsable de las relaciones internacionales del Movimiento de Izquierda Revolucionaria en París y Argelia. Ahí conocí yo a Eligio Havid Sánchez Angulo, hijo de un ebanista y comunista llamado Eligio Sánchez y de Panchita Angulo, una descendiente de yaritagúense que vivían por los lados de la Placita de la Mora en Barquisimeto.
Cuándo Havid salió de sexto grado, Eligio, su padre, lo inscribió en el liceo. Terminado el primer año le reprobaron unas materias. Eligio le preguntó: “¿por qué te reprobaron Eligio David?” y Havid respondió: “Porque a mí no me gusta eso”. A lo cual Eligio, el ebanista, preguntó. “¿Y qué es lo que usted quiere, pues?”. Yo, estudiar música -respondió Havid-.
Al otro día el Ebanista llevó a su hijo a la Escuela de Música de Barquisimeto y se lo entregó al maestro Napoleón Sánchez Duque, que era el director de la escuela; allí estudió violín 24 horas al día. A los cuatro años hubo la audición y fue el alumno más destacado. Entre las personas invitadas para evaluar esta audición estaba el maestro Maurice Hason, quien dijo: “este muchacho me lo llevo yo para Mérida”. Y así fue, Hason se lo llevó para la Escuela de Música de la Universidad de los Andes y con Monique Duphil lo prepararon por tres años y se lo llevaron a París, donde Havid hizo sus estudios superiores de violín en el Conservatorio de Música de París. Estamos en 1960.
En París Havid aprendió todos los idiomas que se pueden aprender solo: griego antiguo, latín, francés, italiano e inglés (francés e italiano eran perfectos) alemán y ruso y un largo etcétera; sobre todo para alguien con la capacidad innata que él tenía para los idiomas.
Cesar David Rincón fue la puerta de entrada de Havid a la Universidad del Zulia, donde formó coros, estableciendo a la vez, las relaciones naturales con la antigua Orquesta Sinfónica de Maracaibo, en donde también empezó a trabajar; y junto con Eduardo Rhan transformó aquella pequeña orquesta en una gran orquesta, con músicos de todas partes del mundo y seleccionados por estos dos maestros: polacos, argentinos, colombianos, norteamericanos, húngaros y por supuesto, venezolanos. Eduardo fue el Director Titular, y Havid el Director Asociado, quien había hecho ya sus estudios de dirección orquestal.
En los años de la desilusión (la multipartición celular de la izquierda venezolana y mundial y la Guerra de Vietnam) tomamos aguardiente hasta el poder. Un día llegué yo a pie a la casa de Havid, con dos botellas de licor. Era una casa humilde con un largo jardín en frente, en donde Havid guardaba un viejo vozol muy deteriorado y desvencijado pero que andaba para todas partes. Desde el portón del jardín le grité a Havid: “¡Havid, bebámonos estas dos botellas!” a lo que Havid respondió: “No puedo, no puedo, no puedo” tres veces. A mis tres insistencias posteriores, respondió igualmente que no podía. En consecuencia abrí el portón y me metí en el desvencijado carro, sentándome en el asiento delantero. Apenas volteé hacia atrás vi a un hombre sin camisa, acurrucado en el asiento trasero. Me dijo: “primo, primo”, en efecto era mi primo Salomón, ese era su seudónimo, quien era un subversivo que estaba siendo buscado por todos los cuerpos de seguridad y que Havid tenía la misión de trasladarlo a un escondite.
Aquel músico de frat, en medio de la desilusión había elegido la línea Van Troi, resistir hasta morir; yo era de los pocos que lo sabían.
Cuando insurgió Chávez, recibí tres llamadas una de Caucolicán Ovalles, quien me dijo. “Eso es lo más parecido a nosotros”. Después recibí una llamada de Havid, que me dijo exactamente lo mismo y por último recibí una llamada de Gustavo Pereira, quien alegrísimo me dijo: “¡Hermano del alma!”
Así le digo yo a Havid, ¡Hermano del alma! Pero tristísimo, muy triste.