En el marco del Encuentro de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad, dialogamos con Isabel Rauber sobre los desafíos de la REDH y más en general, sobre el vínculo de los intelectuales con (y en) el movimiento popular.
Prensa MPPC (Texto: Fernando Vicente Prieto / Foto: Milangela Galea)
¿Con qué expectativas estás participando en este Encuentro?
En primer lugar, he venido para ratificar nuestra solidaridad con Venezuela, porque se hace en Venezuela, porque son 10 años y porque hay una particular escalada contra Venezuela. Entonces, ese es el primer eje movilizador para estar acá. El segundo es que creo que es una oportunidad para dar ese “Sacudón” que hay que dar en la batalla ideológica. La REDH ha jugado un papel importante en estos diez años, pero puede jugar uno mucho más importante aún. ¿Cuál es ese papel en mi opinión? Es comprender que la labor del intelectual no es una labor individual, sino una labor de dialogar con los pueblos, de organizar, de promover el pensamiento colectivo, para apostar, rescatar a la gente, sacarla de la égida de la economía del capital.
Para mí esa es la cuestión fundamental de la REDH: disputarle la hegemonía al capital y convocar a los intelectuales a que hagamos eso. Evidentemente, esto implica también una batalla cultural, dentro de la concepción de la izquierda de creer que el intelectual es un individuo. Para mí el intelectual puede ser un individuo, todo bien, pero el intelectual revolucionario, el intelectual orgánico, es el que convoca a millones. Este cambio lo hacen millones, es un cambio del pueblo. Este evento nos tiene que servir para convocar y concertar esfuerzos para mover a millones. Que vengamos aquí después de haber trabajado con nuestros pueblos, con los movimientos. Eso me parece lo fundamental; y con esa emoción vengo acá.
Desde tu punto de vista, ¿cuál es el lugar que tiene Venezuela en las luchas que se están dando a nivel mundial en este momento? En el sentido de qué papel juega Venezuela en la construcción de un imaginario de un mundo diferente, donde la humanidad se defienda a si misma.
Me parece que es fundamental, al igual que todos los procesos revolucionarios que tienen lugar en Nuestra América. Con la particularidad de que Venezuela, está como… no me gusta decir vanguardia, pero tiene como un peso mayor. Ha sido el primer país hasta ahora, más o menos casi el único, que ha hablado de socialismo del siglo XXI, que le ha puesto un sello ideológico a la construcción. También toda la fase, ese rostro experimental que tiene esta búsqueda de construcción es muy importante: el trabajo de las comunas, esta consigna de ahora -que más que una consigna es una síntesis- que dice “Maduro es pueblo presidente”. Eso tiene un significado político muy fuerte: quiere decir abrir el gobierno a que los movimientos sociales, que el pueblo organizado participe en la toma de decisiones, eso tiene mucho que ver con el socialismo del siglo XXI. Ahora, hay que hacerlo, y es un laboratorio experimental.
Tengo los ojos puestos en Venezuela, no para criticar, sino para aprender, para apoyar y porque es una creación. Venezuela lo tiene que crear, lo está creando. Entonces hay que mirar con atención, porque yo creo que hay mucho que aprender. Siempre ha sido un deseo, quiero recordar que Lenin hablaba de los soviets de obreros y campesinos y usted me dirá: “¿Pero qué me habla Isabel de Lenin?”. Es la misma idea: que sea el gobierno del pueblo, de los obreros y de los campesinos. Entonces, ahora nosotros, en América Latina, es mucho más amplio: además de obreros y campesinos, las mujeres como sujetas, los movimientos sociales en su diversidad: los movimientos urbanos, los movimientos afro, los movimientos indígenas, en toda esa diversidad.
El pueblo quiere participar. ¿Por qué quiere participar? Porque quiere decidir su destino. ¿Cuál es su destino? La lucha por la felicidad. ¿Qué es la revolución? En definitiva es la llave para eso, para construir la felicidad y la plenitud humana. Y Venezuela está en ese camino, confrontando todos los peligros que significa atreverse en este mundo globalizado, y en este continente, que se ha considerado siempre el traspatio del imperio. Cuba ha pagado y sigue pagando un alto precio por haberlo hecho. Entonces, a Venezuela no es que le va a ser un camino de rosas, la revolución no es un camino de rosas, hay que estar alerta, ¿Por qué? Porque la agresión empieza en cualquier lado, pero no tiene fin, nosotros tenemos que comprender que la agresión a Venezuela, o a Bolivia, o a Ecuador, o a Argentina, o a Brasil, o a Nicaragua, es la agresión contra toda América Latina, porque también es una pulseada, donde empiezan, tientan y al que puedan lo bajan. Y si pueden con uno, pueden con todos, eso es lo que piensan. Entonces también tenemos que comprender que el destino de América se juega en Venezuela, hoy, con mucha fuerza. En todos lados, pero en este momento, más en Venezuela.
Pensando en esta idea de “pueblo presidente” que vos rescatabas, a partir de la convocatoria de Maduro a los Consejos Presidenciales, y relacionándola con tu primera respuesta que me dabas, sobre el papel del intelectual y su vinculación con el pueblo: ¿Cómo llenar de participación a un espacio como la REDH, o a una articulación más amplia, donde el peso del movimiento popular sea mayor al de estos momentos?
Todavía a la REDH le falta llenarse de referentes directos de movimientos sociales. Creo que lo que está en el título de la REDH es sobre todo una intención política de lograrlo. Creo que estamos en esa ruta, ese es el debate, hay que fortalecer esa línea, porque la línea de los movimientos sociales es la línea de la participación de los pueblos. Tenemos que trabajar directamente articulados al desarrollo de la conciencia, al desarrollo de la participación de los movimientos sociales. Pero no para que sigan nuestras ideas y nos aplaudan, sino para que puedan exponer sus propias ideas, para que puedan compartir con nosotros las ideas. Y eso implica que hay que abrir, hay que democratizar también el ámbito del pensamiento. Yo estoy profundamente convencida que la palabra de orden es abrir: es participación, diversidad, ruptura de paradigmas del conocimiento y paradigmas culturales también, de quiénes son los que saben, de quiénes son los que pueden.
Este es un momento, desde ese punto de vista, completamente revolucionario. Tenemos que saber disfrutarlo así. Se terminaron los hegemonismos, los pensamientos únicos de la derecha y también de la izquierda. Ser de izquierda no es recitar un conjunto de autores difíciles. Ser de izquierda es hacer la revolución, es ser revolucionario. Tú puedes recitar a un autor o no, no hace falta: un indígena quichua, que quiere transformar su realidad, terminar con la opresión y el colonialismo, es de izquierda, para mí el mayor marxista, aunque nunca se haya leído una página de Marx, porque la esencia está en hacer la revolución.