“Todo trabajo constructivo, creativo, debe ser destinado al pueblo”. Esa fue una de las principales reflexiones de uno de los artesanos presentes en el III Congreso Nacional de la Cultura, el hacedor de la madera Pedro Reyes Millán. Fue durante la última jornada del encuentro, este domingo 5 de octubre, en los espacios de la Universidad Experimental de las Artes (Uneartes), cuando Millán hizo un repaso por los temas que consideró centrales en cuanto al hacer artístico.
Texto: Prensa MPPC
Fue así que consideró, por ejemplo, que el verdadero valor del trabajo artesanal viene dado por su vinculación al pueblo. “En mi concepto, la artesanía no es otra cosa que el deseo, el afán que tienen las clases tradicionalmente explotadas, de trascender en su cultura”. Y por otra parte, sostuvo que este hacer “es la representación en el lenguaje de las imágenes de las culturas del pueblo. Nosotros cogemos un pedazo de naturaleza, lo trabajamos y lo convertimos en una respuesta a una necesidad humana”.
Se refería a los espacios habitables, a la alimentación, al vestido: “En la medida en que el hacedor da satisfacciones adecuadas a las necesidades humanas, está contribuyendo con su trabajo a crear sociedad”.
Así tenía que ser para alguien que aprendió haciendo, como cuenta. “Yo le decía ‘papá, estoy interesado en aprender a trabajar con la cuestión del cuero’, por ejemplo, y él iba y llamaba a un escultor amigo de él… y yo iba como ayudante, para aprender haciendo”. Ahí radica entonces el poder transformador del artesano. Así lo entiende él, desde el pensamiento hasta sus manos hacedoras.
Para él, no hay otra forma de aprender realmente, y más aún, “es el hacer lo que determina las capacidades que tú vas a desarrollar. Por eso, en el caso del artesano, la jerarquía no la da un papel que diga tú eres tal, la da el saber hacer”.
La formación de esta idea viene, en el caso de Pedro, desde su niñez. “Por ser nieto e hijo de artesanos, nací en un taller, entre herramientas y materias primas. Eran mis juguetes más preciados”.
“El desarrollo de mi niñez y mi primera adolescencia se dio entre esto y la respuesta a mis propias necesidades con mis propias manos”, resalta. “Y eso me llevó a entender perfectamente cómo era la vida, el trabajo artesanal”.
Y esa vida, ese trabajo, adquiere sentido para él, también en su conexión con los elementos de la naturaleza, como parte de la resistencia contra la hegemonía cultural dominante, predominantemente citadina, que priva al hombre y la mujer de un contacto con esos elementos. Por eso, “el artista tiene que estar perfectamente vinculado a la naturaleza, y sentirse parte de esa naturaleza –que es más importante. Ahí el vínculo es real: ‘yo soy de allí’, pero cuando hablo de mí es atraer al resto de la gente que comparte contigo la vida en la tierra, buscando lo común”.
De esos inicios en la artesanía han pasado ya décadas. Pedro cuenta con 74 años ahora, y ha dedicado los últimos 20 a un proyecto particular, que se entrelaza con sus propias concepciones a la hora de hacer, para el pueblo y desde la naturaleza.
“Basado en la identificación con los árboles, esta etapa de mi trabajo es la interacción del hombre con el árbol”, comienza a contar sobre esta labor, sobre la que agrega que busca “establecer ese vínculo con los demás seres vivos”. Todo comenzó cuando notó que la tapara podía continuar su desarrollo a pesar de los posibles obstáculos que representara, por ejemplo, una rama. Eso sí, la también llamada totuma no crece con la misma forma en esos casos, explica Pedro, sino que se adapta al entorno, lo que convierte en condicionable a ese fruto.
Con esa posibilidad juega entonces desde hace 20 años, porque “ese fruto aún tiene mucho” que enseñarle. ¿Y la obra? Toca imaginar un bosque “donde pueda tener las variedades de taparo existentes”. Para eso, ya tiene la tierra y la disposición.
Entonces la respuesta viene dada por los materiales del entorno: “Eres mejor artista en la medida en que sabes utilizar la naturaleza que está en tu entorno para dar respuesta a tus necesidades”. Es reiterativo en esto, que podría dar luces incluso de lo que tanto se ha debatido durante el Congreso: la cultura comunal, que en este caso parte también de la idea del entorno, de las necesidades básicas para la vida.
Sobre la resistencia de la artesanía ante la industria cultural –que toma como ejemplo exitoso-, considera que se ha logrado gracias al “origen de clase del trabajo artesanal”, por el arraigo: “Yo, hijo de artesanos, nieto de artesanos, no puedo negar mi origen, y entonces todo cuanto haga en la vida, debe estar destinado a defender, hacerle honor a mi origen y a luchar por defender el modo de producción artesanal. Estoy convencido de que tiene la capacidad de crear técnicas no dependientes”.
Y a propósito, plantea el debate necesario en lo económico: que el artesano sea realmente dueño de toda la cadena de producción, evitar los intermediarios, “¿por qué? Porque eso rompe la dependencia”. Es ese uno de los objetivos que se trazó este Congreso, donde se debatieron temas fundamentales a futuro, y que se entrelazan con lo postulado por Reyes Millán sobre la relación con la naturaleza y el puente necesario entre el creador y el pueblo.
“Nosotros tenemos que plantearnos lo cultural, lo político, lo económico, todo, desde estas bases culturales propias. Solamente desde el reconocimiento de nuestra propia realidad, de nuestra propia fuerza, nosotros vamos a ser capaces de resolver estos problemas”, exhortaba el ministro Iturriza al final de la jornada. Para eso, junto con Pedro, más de 9.000 personas se encontraron durante cinco días, contra el cansancio y la lluvia: para construir en colectivo lo nuevo, siempre desde las particularidades de cada experiencia.
alquien saben como se llaman los madre de pedro reyes millan