El ministro del Poder Popular para las Cumunas brindó esta entrevista al diario capitalino CiudadCCS en torno a las organizaciones del poder popular que son tan frecuentemente satanizadas por la oposición.
–Ya prosperó, lo estamos viendo en las muy acotadas pero intensas demostraciones de odio en algunos municipios del país. Eso forma parte de la cultura política de un sector de la oposición venezolana. Yo sigo pensando, no sé si será por ingenuidad, que es una porción minoritaria. Conozco muchas personas que no son chavistas y no piensan así, pero hay un núcleo muy duro de la oposición que es verdadera y literalmente fascista.
–Pero, ¿esa matriz afecta a los partidarios de la Revolución?
–En algunas circunstancias la base social del chavismo ha sido vulnerable a ese discurso. De hecho, estoy convencido de que en abril de 2002 aquellas multitudinarias marchas que vimos de la oposición fueron posibles porque se trabajó con muchísima habilidad el factor miedo. Se le sembró a mucha gente el temor a un chavismo que supuestamente era violento y criminal. Ese trabajo psicológico ha seguido y nosotros no hemos logrado nunca vencerlo por completo. Creo que es algo con lo que vamos a tener que seguir lidiando hasta que se imponga la voluntad de paz de la mayoría del pueblo.
–¿Esas campañas para satanizar a los colectivos causa algún desgaste en ellos mismos, en las expresiones del Poder Popular como los consejos comunales y las comunas?
–No, en absoluto. En lo interno de los colectivos pasa lo mismo que ocurre en el chavismo en general cuando se producen estas arremetidas del fascismo: la gente se cohesiona, se nuclea. Estas acciones recientes del antichavismo más virulento y “facho” lo que ha traído es un esfuerzo mayor por reivindicar el trabajo de los colectivos en sus comunidades. Los colectivos desempeñan en algunos barrios un papel que más nadie hace en aspectos tan importantes como la formación política y las expresiones culturales y deportivas. Muchas de las políticas del Gobierno Bolivariano, por ejemplo las misiones, pueden aplicarse gracias a la existencia de estos colectivos.
–¿Cuál es la realidad de la relación entre los colectivos y las armas?
–La realidad es que no hay tal identificación entre colectivos y armas. Creo que sobre eso el Comandante Chávez, primero, y el presidente Nicolás Maduro más recientemente, han fijado una posición inequívoca: cualquier persona que se levante en armas en supuesta defensa de la Revolución Bolivariana está fuera de lugar y de la ley porque el monopolio de la violencia legítima lo ejerce el Estado como obligación democrática. Tenemos que hacer un esfuerzo para no permitir que la discusión se plantee en esos términos porque los colectivos no son sinónimos de armas y violencia, sino de participación, organización y movilización popular, de cultura, de trabajo conjunto con el Gobierno Bolivariano para resolver problemas concretos de las comunidades.
–¿Vincular a los colectivos con la violencia es una línea política de la derecha contra la organización popular?
–Indudablemente, una línea clara y persistente. En ese sentido, el antichavismo ha sido totalmente coherente. Saben que para sus objetivos políticos es necesario criminalizar cualquier forma de organización popular, porque todas ellas atentan contra su propósito estratégico de vencer a la Revolución. Saben que en la medida en que el pueblo se organiza, sus posibilidades de derrotar a la Revolución se debilitan. Pero además de eso hay un claro intento por desmoralizar a las filas revolucionarias. Eso fue lo que hizo, muy hábilmente, el equipo de campaña de Capriles Radonski en 2012 cuando habló de los enchufados. En algún momento se pensó que iba dirigido hacia el alto gobierno, pero la verdad es que buscaba golpear a los consejos comunales, a sus voceros. Se apoyaba en situaciones de una minoría de consejos comunales, cuyos integrantes habían sido señalados por la comunidad por malas prácticas y corrupción. La campaña procuró ampliar esos casos, hacerlos pasar como la realidad universal, como si sucediera en todas partes, todo ello con el fin último de destruir esa forma de organización. La derecha sabe que en los consejos comunales está participando el pueblo que nunca tuvo cabida en la política, que nunca administró recursos y por eso es un espacio fundamental de la Revolución Bolivariana contra el cual es necesario enfilar baterías. Se trata de que el pueblo deje de creer en sus potencialidades, que comience a ver a su vocería, a sus organizaciones como si fueran un problema y no como lo que son en realidad, parte de la solución. Finalmente, la derecha y, sobre todo el ala fascista, tiene una razón coyuntural para criminalizar a los colectivos, que es responsabilizarlos de sus propias acciones violentas, tener un culpable señalado de antemano y decir que la violencia viene de otra parte.
UN CAMBIO CULTURAL PROFUNDO
–Aparte de estas campañas, la organización popular enfrenta otras dificultades, por ejemplo, el predominio de valores capitalistas como el individualismo y el egoísmo en los sectores populares. ¿Cómo lo ve usted, que primero fue un teórico de estos temas y en los últimos tiempos ha vivido la experiencia práctica directa?
–Creo que la supervivencia de este proceso político tiene que ver con la capacidad para reinventar permanentemente sus formas y espacios de participación y organización. El presidente Chávez se planteó desde un principio superar la lógica de la democracia representativa, los espacios tradicionales de participación. Aquí no se ha prescindido de los partidos ni de los sindicatos, por ejemplo, pero hay un esfuerzo sistemático por reinventar el ejercicio de la política. Yo en algún momento pensé, lo reconozco, que era necesario revisar y reinventar los consejos comunales. Sin embargo, cuando comencé a vivir mi experiencia como ministro, sobre todo cuando realizamos el Gobierno de Calle, comprendí mejor la idea que el Comandante Chávez tenía cuando concibió los consejos comunales.
Fue entonces cuando entendí, lo digo con humildad, la importancia que tienen los consejos comunales en nuestra Revolución. Entonces valoré más lo que se hizo en este Ministerio antes de que llegara el equipo que me acompaña. No hay un lugar del país donde no exista organización popular. En todos los rincones hay gente que sabe dónde están los problemas más importantes… La verdad es que nosotros no hemos tenido la capacidad para contar la historia de la impresionante y profunda transformación que ha operado en términos de cultura política en Venezuela. Por regla general, la gente que tiene la vocería en esas organizaciones se ocupa más de los problemas colectivos que de los suyos individuales o familiares.
Claro que en algunos casos persiste el individualismo y muchas veces, por el lado contrario, la comunidad no se involucra en la atención de los problemas y descarga toda la responsabilidad en esos voceros, que no quieren ser representantes, pero terminan siéndolo por la falta de participación de los demás. También tenemos problemas con la respuesta de la institucionalidad, del Estado, porque tenemos unos voceros allí que están sirviendo de intermediarios, pero cuando el Estado no da respuesta, queda mal el Estado y hace quedar mal a los voceros. En todo caso, esta generación de hombres y mujeres, sobre todo de mujeres, que han asumido esa responsabilidad, ese protagonismo, merecen un reconocimiento más allá de las formalidades. En algún momento tendremos que detenernos a valorar el enorme trabajo que se ha hecho desde esos espacios.
Por otro lado, pienso que estamos obligados a ser muy categóricos y firmes con los casos en los que se ha traicionado la confianza de las asambleas de ciudadanos y ciudadanas. Quienes utilizan su condición de voceros para enriquecerse o actuar en función de intereses individuales o de pequeños grupos, deben ser sancionados. Son obstáculos que se presentan en el camino de una Revolución, pero que se pueden sortear porque no son la generalidad, sino casos aislados.
–¿La llamada contraloría social ha avanzado paralelamente a esos cambios en la cultura política?
–En el tema del manejo de los recursos ha habido muchos prejuicios. Se dice que le estamos dando recursos a gente que no sabe nada de administración. Bueno, precisamente, se trata de un camino nuevo, estamos hablando de un pueblo que nunca había sido llamado a participar en la gestión de sus recursos, es obvio que al hacerlo por primera vez surgen problemas. Eso no significa tener una actitud cómplice de dejar hacer y dejar pasar, lo que debemos es hacer esfuerzos por darle cauce a la contraloría social, lograr que el control popular de la gestión sea más eficaz. Eso implica, por ejemplo, que el Estado ponga de su parte, que se desburocraticen los procesos, ser más eficaces a la hora de apoyar a las comunidades que quieren apoyar a sus consejos comunales.
DIFUSIÓN: TRABAJO PENDIENTE
–Está claro que los medios de comunicación privados son enemigos de la organización popular. Pero, ¿qué pasa con los medios públicos y con los populares, comunitarios y alternativos? ¿Han avanzado en la tarea de contrarrestar esas matrices perversas?
–Yo creo que se ha avanzado con pasos muy lentos. Por eso el Presidente nos ha insistido mucho en proyectos como VTV Comunas, del que pronto veremos los primeros contenidos. Sobre este tema hemos reflexionado permanentemente y puedo decir, de manera muy autocrítica, que nos falta mucho, mucho por avanzar en la divulgación de la obra del Poder Popular. Se trata de contar muchas historias que están transcurriendo en este preciso momento, simultáneamente, en muchos lugares. Son miles y miles de personas que tienen algo que decir. En eso nos falta muchísimo.
–Hay un sector interno de la Revolución, importante en la discusión ideológica, que plantea que la organización del pueblo en consejos comunales y comunas no conduce hacia el socialismo porque más bien genera una especie de individualismo ampliado de pequeños sectores que se ocupan solo de sus intereses específicos. ¿Cómo responde usted a ese planteamiento?
–No estoy de acuerdo en absoluto. Repito que en mi concepto la Revolución se juega su continuidad en la medida en que sea capaz o no de inventar y reinventar formas de participación. El presidente Chávez lo tuvo claro desde el inicio mismo de la Revolución, supo que era necesario crear formas de participación que funcionaran de acuerdo con una lógica reticular. Cuando el golpe de timón, en octubre de 2012, él habló de una inmensa red que se extiende por todo el territorio de la Patria. Esa lógica reticular no es parecida a las formas tradicionales de participación. Yo soy un firme defensor del partido porque es necesario para cumplir tareas específicas, pero toda revolución debe experimentar permanentemente en el campo organizativo, no quedarse en el partido. No digo que los consejos comunales sean la forma última de participación, pero me parece que en estos momentos sobre los consejos comunales descansa la continuidad de la Revolución Bolivariana. Si no existieran los consejos comunales, la Revolución Bolivariana no se habría sostenido. Si eso se va a transformar en algo mejor en el futuro, es lo deseable, pero eso está por verse. En todo caso, eso no lo va a decidir nadie que hace un análisis político por allá, sino el pueblo venezolano junto con su dirigencia. Yo creo que a veces falta disposición de ánimo para confiar en el pueblo y en la dirección política de la Revolución. En los últimos meses, el presidente Maduro ha demostrado que no solo es el presidente legítimo y constitucional, sino que se está constituyendo progresivamente en el líder político de la Revolución. Sé que puede costarnos pensar en otro líder que no es Chávez, pero creo que el presidente Maduro se encamina a lograrlo. Esta es una reflexión que deberían hacer los bolivarianos que vienen de la vieja izquierda: si tuvieran un poquito más de confianza en la gente, tal vez lograrían lo que logró Chávez en 1998.
Definiciones con alma de carne y hueso
“¿Qué es una comuna?”, fue la pregunta que se hizo el sociólogo Reinaldo Iturriza cuando llegó al Ministerio del Poder Popular para las Comunas y los Movimientos Sociales. Desde un principio pensó que no servía de nada dar una explicación academicista. “Tiene que ser una definición con alma, de carne y hueso. Desde el inicio nos convencimos de que esa explicación tienen que darla los comuneros y las comuneras, porque si la da otro tipo de personas, nadie la entiende”, dice.
También ha trabajado mucho en otra interrogante: ¿Qué hace que la gente quiera constituirse en comuna? Las conversaciones con los protagonistas le llevan a ser muy optimista, pues, naturalmente, mucha gente se ha movilizado gracias a las tremendas facultades de dirección política del Comandante Hugo Chávez, pero lo mejor del caso es que hay razones más allá de ese planteamiento estratégico del Líder. “Hay unas razones que inspiran a la gente y que hacen la diferencia, esas son las historias que debemos contar”, comenta.
Incorporado al gabinete luego de haber adquirido notoriedad como un analista político muy agudo, Iturriza ha tenido la oportunidad de recorrer el país viendo de cerca eso que se llama el Poder Popular y que para algunos es una mera abstracción. “Creo que hay que hacer todos los esfuerzos para crear las condiciones apropiadas para el autogobierno popular, para que el protagonista de todo este proceso sea el pueblo organizado”, puntualiza.
Teoría y praxis
El enfoque comprometido con la Revolución, pero a la vez muy crítico, que caracteriza a Reinaldo Iturriza, llamó la atención del Comandante Hugo Chávez. Un artículo suyo publicado en Aporrea luego de las elecciones legislativas de 2010, fue muy bien ponderado por el Líder bolivariano en una de sus intervenciones públicas.
Desde entonces, como todo aquel que fue tocado por la vara mágica de Chávez, Iturriza ya no pudo escapar a la notoriedad, a pesar de que es un hombre que prefiere el bajo perfil. A la larga, aquella recomendación expresa del Comandante influyó para ser designado en el despacho de Comunas y Movimientos Sociales.
Ahora, con su visión comprometida y crítica, por un lado, y con la experiencia práctica de todos los días, está absolutamente sumergido en las aguas del Poder Popular y puede esbozar un análisis que una teoría y praxis: “Es claro que es absolutamente natural de las revoluciones que surjan sectores que apuestan a burocratizar los procesos y otros que le tienen mucha desconfianza al pueblo, aunque suene contradictorio. Creo que fue por eso que el Presidente Chávez se empeñó, de una manera casi chocante, en ponerle a los ministerios el apellido “del Poder Popular”. A alguna gente, por razones muy válidas, no le gusta que se llamen así, pero en particular, los burócratas lo detestan profundamente”.
CLODOVALDO HERNÁNDEZ/ESPECIAL CIUDAD CCS
FOTOS: LUIS GRATEROL/CIUDAD CCS