Jorge Rodríguez presentó el poemario “Río quemado” en la FILCUBA 2025

“Río quemado” es un texto donde aparece el duelo en un largo poema entrecortado, para exorcizar un dolor que en su tiempo fue absolutamente inaccesible. En sus páginas termina apareciendo el dolor inagotable de un niño de 10 años y una niña de 5 años que se enfrentaron de manera repentina al horror.

Texto y Foto: Manuel Rodríguez
Así define su propio autor, Jorge Rodríguez Gómez, el poemario “Río quemado”, un libro que escribió para rendir homenaje a su padre, Jorge Antonio Rodríguez, líder revolucionario venezolano que en la década de 1970 fue capturado y torturado hasta morir por las fuerzas de seguridad de su país.

En la 33° Feria Internacional del Libro de La Habana (FILCUBA 2025), el poeta, escritor, psiquiatra y político venezolano compartió parte del proceso de creación de una obra que lo llevó a enfrentarse con los horrores de su pasado. El nombre del poemario es un tributo al pueblo árido de su padre, Carora, “donde muchas de las zonas son tan pobres que no tienen nombre”.

“No pudimos ponerle nombre a esta tierra huérfana de tormentas y de verde. Nos despierta aún con el río en las manos y el olor a quemado”, dice un fragmento del libro. A ello, Rodríguez explicó: “El olor a quemado es el olor característico, típico, de la casa de mi abuela, una casa de barro, de bahareque, sin ventanas para que el calor no entrara y con un fogón siempre encendido. Y ese olor a quemado a mí me parece de los más hermosos olores que existen en el mundo”.

El autor comentó que “Río Quemado” llegó a su vida como una manera de ir acercando imágenes al dolor, la rabia, la ausencia, la carencia y los fantasmas que lo acechaban en aquel entonces. “Todo eso estuvo deambulando durante el proceso de creación de Río quemado”, enfatizó.

Noches de insomnio

Durante la presentación del poemario, su amigo y también poeta y editor del libro, Freddy Ñáñez, definió a Rodríguez Gómez como “un cuentista, narrador y novelista que ha podido articular un discurso muy potente y poderoso” en cada una de las páginas de Río Quemado.

Ñáñez recordó las noches de insomnio que compartió entre mensajes con Rodríguez, durante el proceso de creación de la obra. “Poema a poema, día tras día, en un intercambio inmediato entre un poeta que construye y alguien que lo lee con fervor, cariño y sobre todo con avidez editorial; a mí me sigue sorprendiendo que de aquellas conversaciones nocturnas surgiera un poemario tan sólido”.

Por su parte, Norberto Codina, poeta cubano-venezolano, definió la obra como un “homenaje de aquel niño huérfano”, un tributo y una experiencia intelectual en la que –a la par– iba replicando su infancia. “Nos encontramos con una expresión que invita al lector a ser partícipe de un intercambio superviviente, esparcido por la avalancha del olvido”.

“Encontramos versos breves e incandescentes, reseñados en segunda persona para tener un diálogo con presencias amadas y pérdidas en la estela de la memoria. (…) El poeta, en un viaje de regreso a la nostalgia, a su infancia, a su padre. Nos descubre una conmovedora palabra que le crea fragmentariamente un lugar en su memoria semejante a Comala”, reseñó Codina, en referencia al pueblo de “Pedro Páramo”, libro del escritor mexicano Juan Rulfo.

Para finalizar, Codina expresó que los versos de Río Quemado “quedan como trazos rotundos y expresivos de una geografía, una poesía, donde el hombre, la historia espiritual, la naturaleza, son sus grandes protagonistas. Es otra dimensión del hombre político, el revolucionario y la cultura parlamentaria” que conocíamos de su autor.

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