Este jueves 11 de enero se cumplen 24 años de la partida física de Cruz Villegas, sindicalista, albañil y preso político nacido en Cúa en 1917, y padre de los hermanos Mario, Vladimir, Ernesto, Alicia, Clara, Esperanza, Tatiana y Asia Villegas, una familia de destacados comunicadores sociales venezolanos. El ministro de Cultura compartió, a través de su cuenta en Twitter, un artículo del periodista Clodovaldo Hernández reseñando aspectos importantes de la vida de su padre.
Por Clodovaldo Hernández para la revista EpaleCCS
Albañil, sindicalista, poeta, preso político y gran padre de familia, este hombre que nació en Cúa en 1917, el emblemático año de la revolución rusa, se definió a sí mismo como un ciudadano de mundo, un hombre universal y profundamente venezolano. También solía decir, con orgullo y sin importarle quien se horrorizara: “Yo sí soy estalinista”.
Los hermanos Villegas, periodistas de gran trayectoria y de vibrantes incursiones en la política y el sindicalismo, son bromistas natos. Cuando se juntan, no dejan títere con cabeza a punta de chistes y juegos de palabras. De sus chanzas no se salvó ni su padre enfermo. El viejo Cruz estaba muy mal, la diabetes había ido minando su cuerpo de guerrero. Llegó un momento en que ya no podía articular palabra, pero sus camaradas de toda la vida seguían visitándolo y uno de ellos se empeñaba en rememorar viejas andanzas. Se le metía en el cuarto y peroraba sin parar, mientras Cruz apenas alcanzaba a balbucear algunas frases inentendibles. Los hijos inventaron un chiste: “Allí lo que hay es un soliloquio: uno que habla solo y el otro que esta loquio”.
Si los oyó, de seguro que Cruz se estaba riendo por dentro de las ocurrencias de los muérganos esos, pues todos los que lo conocieron aseguran que él también era un tipo con gran sentido del humor. Perfecto Abreu Nieves, en el prólogo del libro biográfico Cuando tenga mis manos, recuerda que Cruz y José Félix Ramírez, otro dirigente del Partido Comunista, siempre llevaban la voz cantante en las chanzas que se permitían (de vez en cuando, claro) en el Comité Central. Sin embargo, cuando la situación lo ameritaba, se ponía de verdad serio y a veces hasta se pasaba de maraca. Así ocurrió en 1986, cuando obligó a los miembros del Comité Ejecutivo de la Central Unitaria de Trabajadores de Venezuela (la CUTV, organización obrera de los comunistas) a dejar de ver un partido del Mundial de Fútbol, celebrado en México, para realizar una asamblea. Argumentó que “los medios de comunicación nos ponen a ver a un hombrecito de mierda corriendo detrás de una pelota para distraernos de nuestras tareas revolucionarias”. Varios se calaron a regañadientes el sacrificio revolucionario, entre otras razones porque uno de esos hombrecitos era nada menos que Diego Armando Maradona.
Al leer y escuchar sobre su vida, lo primero que impresiona es la versatilidad de Cruz Villegas. Fue obrero de la construcción y, al mismo tiempo, un dirigente comunista de primer nivel. Fue sindicalista y a la vez poeta. Estuvo preso (un genuino preso político) y en la cárcel tuvo la entereza para escribir emotivas cartas a sus hijos e hijas, y para crear hermosos versos. Y con las mismas manos que escribía poemas y proclamas, construyó la casa de la familia, en Veredas de Coche.
Una vez le pidieron que se retratara a sí mismo, con palabras, y dijo: “Tengo grandes y múltiples satisfacciones, me siento un hombre universal y profundamente venezolano. He aprendido a vivir la fraternidad y el cariño de todos los pueblos. Me considero ciudadano del mundo y un modesto soldado de la clase obrera internacional”.
El mayor entre los varones, Mario, pionero de la dinastía de periodistas, escribió el siguiente párrafo: “Mi papá fue un trabajador incansable. A la par de su intenso accionar político y sindical, jamás abandonó la elaboración intelectual —tarea para la cual tecleaba velozmente con dos dedos su máquina de escribir— ni dejó de realizar él mismo, y con el concurso de sus hijos, trabajos de albañilería en nuestra propia casa. Comunista convencido y practicante, fue, sin embargo, un defensor irrestricto de las libertades democráticas, enemigo del autoritarismo y del militarismo, del sectarismo y de la prepotencia, del atropello, de la burla y de las descalificaciones, así como también de la adulancia y del culto a la personalidad. Lo que sí cultivó siempre fueron los valores familiares, la honestidad, el buen humor, la solidaridad, el respeto, la tolerancia y la amistad personal y política, incluso con sus más firmes adversarios. Siempre doy gracias a la vida por haberme dado el padre y la madre que me dio”.
Vladimir, el segundo de los periodistas Villegas, agregó: “Fue esencialmente un dirigente obrero. También fue un comunista convencido de sus ideas. Ortodoxo pero jamás negado al debate ni a la crítica. De hecho, la ejercía siempre en el seno de su partido, el PCV. Era un militante disciplinado pero a la vez incómodo porque no se quedaba callado, aunque su punto de vista fuese minoritario. Nuestras sobremesas en casa con el viejo y su inmensa sabiduría y humildad son inolvidables. El hecho de ser comunista no le impedía rendir culto a la amistad, incluso con adversarios políticos e ideológicos. Era un tipo de buen humor y también un poeta del amor, la revolución, la negritud y la vida en prisión. Pese a su ajetreada vida de luchador social, siempre tuvo espacio para una vida familiar que dejó en nosotros honda huella de afecto y unidad”.
Ernesto, el benjamín de la familia, también evoca las deliciosas sobremesas con cuentos y anécdotas e igualmente recuerda que Cruz era capaz de entenderse con sus adversarios. Sin embargo, advierte que no lo retrata fielmente quien pretenda hacer una versión descafeinada de él. Para ilustrar su observación, el ex ministro de Comunicación e Información se remonta al día del velorio de su padre, en enero de 1994. El entonces presidente electo, Rafael Caldera, fue a presentar su pésame y comentó que Cruz Villegas “perteneció a una generación de comunistas que luchó hasta el final por sus ideales sin tener conocimiento de las arbitrariedades del estalinismo”. Ernesto, que entonces tenía 23 años, se sintió obligado a disentir. Le dijo a Caldera: “Disculpe, Presidente, pero mi viejo era admirador de Stalin y se sentía orgulloso de decir ‘yo sí soy estalinista’”.
Ernesto añade que, si bien tenía amigos en todos los partidos, era ideológicamente indoblegable. Como prueba esgrime otra anécdota. Laureano Torrealba, el padre de el “Chúo” de la MUD, fue comunista y luego se volvió adeco. Cruz lo siguió tratando, pero en una ocasión alguien le organizó un homenaje a Torrealba y este tuvo la osadía de invitar a Cruz, quien reaccionó muy indignado. “¿Cómo se le ocurre a ese carajo pensar que yo voy a ir a un homenaje para él, después de lo que hizo?”.
Oigamos de nuevo a Abreu Nieves, miembro actual del Buró Político del PCV, quien fue prácticamente un hijo adoptivo de Cruz. “Era de carácter sencillo, en ocasiones jocoso, desprendido, solidario, respetuoso, discreto y de una gran modestia personal. Firme en la toma de decisiones, de pasos rápidos al caminar, de carácter seguro, apasionado en la acción, de buen vestir, casi siempre portando un sombrero, hombre sencillo que con su ejemplar conducta levantaba muros de contención en defensa de su dignidad, su condición ético-moral y sus convicciones ideológicas, políticas y culturales”.
El legendario dirigente comunista Eduardo Gallegos Mancera conoció a Cruz Villegas a finales de la década de los 30, cuando era un joven líder sindical bastante peleón. “Era pugnaz con empresarios, capataces y abogados patronales, claro y directo en sus planteamientos y enérgico en aquello de elegir y llevar a la práctica la consigna precisa en el momento preciso”, escribió Gallegos Mancera en el prólogo del poemario Cárcel, amor, selva y libertad, publicado en 1980 por La Casa del Escritor.
Otro prologuista del mismo libro, el actor y dramaturgo Yorlando Conde, explicó que los poemas de Cruz les permitieron a los integrantes del grupo Teatro Para Obreros (TPOS) transmitirles a los trabajadores el mensaje de que ellos también podían ser creadores artísticos.
Y el insigne periodista y profesor universitario Héctor Mujica calificó en su momento a Villegas como “un hombre vigoroso de aspecto y vigoroso de palabra, que ha hecho de su vida la pasión revolucionaria”.
Miles de anécdotas describen a este tuyero nacido en el emblemático 1917, el año de la Revolución rusa, y que compartió su larga vida con la croata Maja Poljak. Solo queda espacio para una: la CUTV tenía varios meses de atraso en el pago del alquiler de su sede y el dueño intentaba un desalojo. En el fragor de las discusiones, el abogado increpó a los sindicalistas haciéndoles ver que no podían estar allí sin pagar la renta. “¿Ustedes que pretenden?”, interrogó, en obvia referencia al pleito de arrendamiento. Pero Cruz decidió responder como lo que era, un comunista ortodoxo: “Nosotros pretendemos la abolición de la propiedad privada y la dictadura del proletariado”.
Escrito el 3 de mayo de 2016 por Clodovaldo Hernández (clodoher@yahoo.com) para la revista Épale CCS 176
QEPD , Cruz Villegas, excelente venezolano con solidos pensamientos de ayuda a la clase obrera, excelente padre, amigo y dirigente sindical