Contra todos los pronósticos, la cita en Doha fracasa por acciones unilaterales de Arabia Saudita a sólo horas de la reunión y durante ella. La razón aparente es el conflicto que Arabia Saudita tiene con su declarado enemigo regional -la potencia media emergente- Irán. Previo a la reunión, el equipo promotor del acuerdo -en el cual la misma Arabia Saudita participó- elaboró un borrador que los países suscribirían por consenso, en él se acordaría una congelación de los niveles de producción petrolera, sometiéndolos a los niveles actuales.
Fuente: Misión Verdad (Franco Vielma)
Irán, país que viene de años de sanciones y que perdió su vital espacio en el mercado petrolero mundial, desde el inicio de las conversaciones declaró estar dispuesto a suscribirse al acuerdo de congelación, sólo cuando alcanzaran la cota de producción 4 millones barriles/día, es decir, una vez hayan recuperado su espacio en el mercado. Pese a la declaración abierta de Irán, los preparativos a la cita se efectuaron y 18 países, productores de más del 60% del petróleo mundial, asistieron a Doha.
Irán no asistió, dada su previa declaratoria de no suscribir el acuerdo por propósitos fundamentalmente soberanistas y esto ya se sabía.
Pero en la víspera de la cita, Arabia Saudita condiciona su suscripción del acuerdo. Señaló que sólo lo firmaría si Irán también lo hacía, teniendo claro que la situación de Irán no se parece a la de ninguno de los productores que se verían en Doha. Esta postura se impuso durante la reunión. Riad hizo cambiar el borrador del documento, trancando la jugada, incorporando en el mismo a un actor ausente y, con ello, tirando al piso la posibilidad de un acuerdo.
El “estilo” saudita, sin desparpajos y abiertamente obstruccionista a los propósitos de la cita, fue cuestionado por los asistentes a Doha. Fue deliberadamente errático. Nick Cunningham, autor en el portal oilprice.com, señaló que la postura de Riad resulta “sorprendente”.
“Si Arabia Saudita no iba a aceptar el acuerdo de congelación sin Irán, ¿para qué aceptó la reunión?”, se pregunta el periodista. Lo que nos hace especular: ¿Hubo presiones y/o acuerdos de Arabia Saudita con otros actores fuera de la reunión para que, previo y durante esta, Arabia Saudita diera al traste con un acuerdo del cual ellos fueron promotores?
Entendamos la situación en contexto. La definición del mercado petrolero mundial es el ítem de mayor relevancia en el contexto de la energía y el equilibrio de los mercados mundiales de materias primas, asunto nodal para las economías desarrolladas y países emergentes. Pocos factores tienen tanto peso, tanto alcance y tanta proyección global como el petróleo.
Lo que se juega en esa mesa no es cualquier cosa, pues la construcción de una gobernanza petrolera conjunta de alcance global signa los destinos de estabilidad y la contención de la volatilidad en medio de la pugna entre productores y consumidores, que se encuentra en un momento sensible en el que decaídos todos los vestigios de estabilidad financiera global, la inminencia de un repunte catastrófico de la crisis se hace cada vez más palpable.
No podemos reducir la definición de un problema de proporciones planetarias a una pugna entre chiítas y sunitas o entre actores geopolíticamente sobresalientes en el Golfo Pérsico, no podemos reducir el resultado (o la falta del mismo) de Doha a una pugna entre quienes (por ser adversarios) no son los autores reales en las movidas del tablero de ajedrez global.
El estado de excepción global
Asumamos que, como pocas veces en la historia, la rebatiña y las definiciones de los destinos del mundo se encuentran signadas por las definiciones geopolíticas y económicas. Lo que se juega es la consolidación de nuevos ejes de poder versus la hegemonía (agotada) de viejos actores que sencillamente no cederán espacios.
La dictadura global del 1% se impone como factor de definición en la consolidación de las cuotas de poder global al mediano plazo, en ella yacen las explicaciones sobre la caotización del sistema-mundo colocándonos en lo que Noam Chomsky define como “el momento más crítico en la historia de la humanidad”, un marco de situación poliédrica de amenazas simultáneas en el umbral del recrudecimiento de la crisis global del sistema capitalista. Crisis que, en expresiones cíclicas, sólo han servido para que el 1% amplíe sus cuotas de acumulación y poder.
Al caer en sanciones impuestas por EEUU y Europa, Irán sale del mercado petrolero perdiendo espacios que tomó su rival regional saudita. Lo sano en el contexto de la OPEP es que Irán retome espacios teniendo que cederlos Arabia Saudita y tal cosa no sucederá, la patada saudita en Doha es más “insólita” frente a esa situación, que marca el funcionamiento interno de la OPEP. Pero la pugna no se basa en la cuota de poder en el mercado que Arabia Saudita ha tomado, es un asunto más complejo.
Si ampliamos la mirada nos encontraremos que en Rusia -promotor fundamental de la cita en Doha- hay en estos momentos una tormenta financiera. “Estamos asistiendo notoriamente a un ataque especulativo contra el rublo”, dijo a la agencia Ria Novosti Alexei Mikheiev, experto del banco VTB24.
La bolsa en Moscú se desploma, operando a niveles similares a los de 2009. El ataque sostenido al rublo es uno de los varios argumentos que Vladimir Putin ha señalado para explicar el asedio contra Rusia en el marco de la lucha por las cuotas de poder global, aunadas a sanciones gringas, asedio militar a sus fronteras, la guerra económica contra Rusia es una variante de gran peso. Putin responsabiliza a los especuladores y a Occidente por la caída de los precios del petróleo y la consecuente depreciación del rublo.
Justo antes de la cita en Doha, John Kerry visitó los países del Golfo Pérsico, el pase de revista frente a sus aliados monarcas precedió el “cambio de postura” saudita frente a Doha. El presidente venezolano Nicolás Maduro denunció que EEUU presionaba apostando al fracaso en Doha. Para Venezuela, el desenlace de Doha es resultado de acciones coercitivas por parte de EEUU contra sus países-objetivo: Rusia, Irán y Venezuela. Eulogio del Pino, ministro venezolano de Petróleo, declaró: “Por primera vez los 18 países miembros y no miembros de la OPEP se reunieron para firmar un acuerdo, lo que fue percibido como una amenaza grave para los intereses imperiales”.
“El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, visitó todos los países del golfo Pérsico una semana antes de la reunión”, señaló. “Esta es una guerra contra nuestro país, ya que se cree que los (bajos) precios del petróleo van a ayudar a acabar con Venezuela. Está claro que es una guerra con elementos de presión económica”, agregó.
En simultáneo y durante estos días ocurría una escaramuza entre sauditas y EEUU por la elaboración de una ley que desclasificaría informes sobre los eventos del 11 de septiembre, lo que al parecer desnudaría el rol de Arabia Saudita, funcionarios y miembros de la familia real, en ellos.
Bob Graham (ex senador y redactor de un informe del Senado sobre el 11S para la Casa Blanca en los años 2001 y 2002) y la actual senadora por Nueva York, Kirsten Gillibrand, opinaron que las familias de las víctimas merecen saber la verdad sobre “la implicación de Riad en el atentado más mortífero contra civiles jamás perpetrado en territorio de Estados Unidos”.
Arabia Saudita respondió que ante la posibilidad de desclasificarse ese informe se verían “obligados” a vender hasta 750 millones de dólares en títulos del Tesoro y otros activos en Estados Unidos antes de que pudieran estar en peligro de ser congelados por los tribunales norteamericanos. Lo que en consecuencia significaría una tormenta financiera.
El propio Barack Obama se pronunció en contra de la redacción de esa ley. La administración Obama sostiene que el proyecto de ley pondría en riesgo legal a estadounidenses en el extranjero, funcionarios del Departamento de Estado y el Pentágono han advertido a los Senadores sobre los “efectos diplomáticos y económicos” que traería consigo esa ley al ser aprobada. Obama visitará Arabia Saudita y estrechará la mano del Rey Salman este jueves 21 de abril.
¿Están negociando en la sombra? ¿El sabotaje de la reunión en Doha forma parte de posibles acuerdos que estén realizando?
La casa Al-Saud está fuera de control
Arabia Saudita se inscribió en el conjunto de países que juegan un rol segundario en las grandes definiciones globales, especialmente antes del repunte de la actual pugna, que ocurre al resquebrajarse las fuerzas unipolares unicéntricas que se consolidaron luego de la caída del Pacto de Varsovia. Arabia Saudita junto a Israel, tutelados por EEUU, se consolidaron durante décadas como actores de definición en el contexto del Oriente Medio y hoy la situación es distinta luego del auge de Irán y Siria como actores con vida propia pero alineados con Rusia.
Las aventuras de la casa Al-Saud traspasaron sus fronteras desde hace mucho, pero son muy notables hoy en el financiamiento de la guerra mercenaria en Siria. Su desenfrenada empresa de imposición del islam sunita wahabista como única entidad ideológica-cultural en toda la región del Oriente Medio, ha sido patrocinada por su diplomacia de petrodólares, traspasó desde hace mucho el umbral de la política y se enfiló en las armas, no sólo como vasallos de Occidente, sino como actores de apoyo financiero, logístico y operacional en otros contextos donde germina la empresa mercenaria, como Libia.
Actúan en la política de Egipto apoyando a los Hermanos Musulmanes. Igualmente lo hacen en Yemen, el país más pobre de la región donde la mayoría demográfica chiíta ha iniciado una rebelión contra las castas sunitas que gobiernan y que están altamente vinculadas a Riad. Arabia Saudita pelea hoy una costosa guerra en Yemen contra actores de la insurgencia chiíta alineados con Irán.
Arabia Saudita se acercó a Rusia intentando contener las relaciones ruso-iraníes, intentando crear alianzas pragmáticas en materia militar e intentando consolidar una política de acuerdo petrolero, como sucedió previo a Doha. Ahora, luego del desenlace de Doha, tal posibilidad se diluye. Lo que sucede es que Arabia Saudita intenta cuajar una política exterior polivalente que le permita actuar en varios frentes en simultáneo, consolidándose como actor geopolítico con relativa vida propia, vinculados pragmáticamente a varios ejes, intentan construir un vehículo fundamental para la consolidación de su visión estratégica de gran nación panarábiga sunita, alineada con Occidente.
En esa misma línea han consolidado acuerdos con China en materia energética. Así lo han hecho con India. La cuestión es que a EEUU no le agrada cualquier acercamiento de la casa Al-Saud a Rusia, mucho menos en tiempos en que EEUU sacrifica a sus más pequeñas empresas petroleras y pasa por los estragos de la volatilidad del mercado petrolero-financiero global, para así mantener sus precios a la baja produciendo con ello un daño a Rusia.
Con EEUU metido hasta el cuello en Riad, es difícil que Riad prospere en acuerdos coherentes a la necesaria gobernanza energética global que los países requieren hoy. De hecho, desde su posición como país más holgado (en recursos) para soportar los bajos precios, Riad mantiene el pulseo con las empresas de frackingque despojaron parte del mercado cautivo que Riad tenía en EEUU. Inmolando a otros países de la OPEP y fuera de ella, Riad baila al filo de la navaja y mantiene un “estilo” geopolítico muy poco usual y altamente volátil. Sólo un giro radicalmente distinto de Riad puede significar un cambio de situación.
Arabia Saudita hoy como país pivote sobre el precio del crudo tiene dos frentes de guerra abiertos, en su frontera del norte (Irak, con el Estado Islámico) y en el sur (Yemen). Este es un factor a considerar. Pocas cosas hay tan peligrosas para el reino saudí como un traslado a sus puertas adentro de los conflictos que hoy favorecen fuera. Si se mantiene el asedio contra Irán, la situación puede volverse impredecible.
Pero Arabia Saudita es una bomba de tiempo. Los problemas en la nación sunita son múltiples y muchos de ellos totalmente inéditos, como sucede en el caso económico, producto del desplome del petróleo. Arabia Saudita fue y es una empresa familiar, el reino lleva el nombre de la familia Al-Saud, que bajo la tutela de EEUU se apoltronó en una forma de gobierno monárquico plenamente alineado y protegido por Occidente. Pero en la casa hay problemas. Una familia con más de 4 mil príncipes y con pugnas intergeneracionales es un hervidero.
El poder familiar está dividido, tanto en cuotas de poder político y económico como en disímiles posturas sobre la política exterior y la economía saudita en el corto y largo plazo. Hay presiones por el poder, divergencias y críticas ante los monarcas decisores frente a la coyuntura petrolera. Este tema es intrincado y extenso. Lo que sucede en las incómodas reuniones familiares de los Al-Saud es tema para otro artículo.